Usted está aquí: domingo 10 de abril de 2005 Opinión San Salvador El Seco

Angeles González Gamio

San Salvador El Seco

En la ahora llamada calle de Bolívar -en recuerdo al libertador venezolano- existe una placita que conserva un pequeño y lindo templo conocido como San Salvador El Seco, que en siglos anteriores bautizaba ese tramo de la vía y la plazuela.

Por sus características debió haber sido construido a finales del siglo XVII, aunque sus orígenes son prácticamente desconocidos. Don Lauro E. Rosell, autor del esencial libro Iglesias y conventos coloniales de la ciudad de México, confiesa no haber obtenido ninguna información sobre el templo en sus minuciosas búsquedas, y los cronistas decimonónicos clásicos, Antonio García Cubas y Manuel Rivera Cambas ni siquiera lo mencionan.

Un vecino de la plazuela, el culto abogado José María Arceo, nos cuenta que era una capilla -especie de ermita perteneciente al cercano convento de Regina y que estaba a la entrada del panteón de las monjas concepcionistas, que tenían sus conventos en los alrededores.

En estilo barroco, la portada es sobria, sólo decorada con un nicho que aloja la escultura en piedra de una santa y dos ventanas ojo de buey a los lados. El lujo se encuentra en la torre del campanario "pequeño, de líneas movidas; resuelven a maravilla su beatífico conjunto en donoso cupulino, muy interesante y pintoresco por su rica ornamentación de azulejos; hacia los lados del arranque de su único cuerpo, las figuras de los cuatro evangelistas hábilmente labradas en piedra", según palabras de don Lauro Rosell, quien también describe el interior como decorado en estilo moderno, con altares neoclásicos.

Hace muchos años perdió la techumbre, y la decoración sufrió grave deterioro haciendo temer que todo se destruiría, como sucedió con las lindas construcciones que rodeaban la plaza que aparecen en la foto que muestra en su libro.

Por la gracia de Dios -dirían los creyentes- y del párroco Eduardo Lozano, y con la ayuda de los vecinos, recientemente le reconstruyeron el techo, le han devuelto la imagen del Divino Salvador, así como la de un cristo crucificado que estaban en custodia del bello templo de Regina. Ahora, nuevamente está abierta al culto y muy cuidada por los habitantes del rumbo que todos los días rezan ahí el rosario por la tarde; además hay catecismo y los domingos ya tienen su misa a las nueve de la mañana.

Es realmente alentador conocer estos casos, que si fueran más frecuentes salvarían valiosas edificaciones que están en el abandono y por las que evidentemente hay poco interés gubernamental, reflejado en la escasez de recursos, como lo podemos ver con la brutal reducción al presupuesto del Instituto Nacional de Antropología e Historia -custodio principal del patrimonio- que llevó a la renuncia del director Sergio Raúl Arroyo.

Don Lauro cuenta que la plaza estaba rodeada de pulquerías que en el siglo XIX eran establecimientos de cierta prosapia, con sus muros pintados por nóveles artistas, algunos de ellos alumnos de la Academia de San Carlos.

Las fachadas estaban decoradas con enramadas, festones, cadenas y banderitas de papel de china, y en la banqueta los puestos de enchiladas, tacos de carnitas y demás antojitos, que menguaban los efectos de los ricos pulques de los llanos de Apan, Ometuzco, Tecanecapa y otras haciendas del estado de Hidalgo.

En el interior no faltaba la música que acompañaba los brindis del deleitoso néctar que servían de las hermosas jarras de sensual vidrio opalescente, con formas y rostros femeninos, conocidas como "catrinas".

En la vía se conservan ambas vocaciones, la musical y la etílica, ya que se encuentran múltiples establecimientos que venden todos los instrumentos y equipos musicales que se le ocurran: baterías, trombones, guitarras, saxofones, güiros, acordeones, modernas bocinas y teclados. La amplia oferta le permite obtener los mejores precios.

Justo frente a la placita de San Salvador el Seco, en el número 131 de la calle Bolívar, está situada la tradicional cantina Bahía de Vigo; espaciosa, con una gran barra, desde hace un cuarto de siglo ofrece buena botana que acompaña el vasto surtido de bebidas espirituosas. Los sábados ofrecen un bufet de más de 20 platillos, y ese día, al igual que jueves y viernes, hay sabrosa música para bailar desde el mediodía. Una especialidad de la casa es la tortilla de patatas; esponjosa, con el huevo tierno, es una delicia. Puede ir con los niños con toda tranquilidad. Hay estacionamiento gratuito y en la esquina se encuentran los Baños Bolívar, de los pocos que sobreviven en la ciudad....por si se le ocurre darse un baño de vapor para salvarse de la cruda.

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