Usted está aquí: viernes 15 de abril de 2005 Opinión Cuba y México, más que hermanos

Jaime Martínez Veloz

Cuba y México, más que hermanos

En ningún momento de la historia reciente de México la reputación de su política exterior había caído de manera tan ruin como en estos momentos en los que gracias a la ineptitud panista, a su venalidad, a su perversión, o a una mezcla de todos esos factores, nos hemos dado cuenta de dónde se ubican las lealtades de Vicente Fox y sus personeros. Este es el contexto en el que confluyen dos circunstancias en las que deberemos asumir cuantiosas pérdidas como país por la abyecta sumisión foxista a designios elaborados para México por el gobierno de Estados Unidos.

De nueva cuenta, la delegación del gobierno federal en la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) ha votado en contra de Cuba y a favor de una resolución presentada por el gobierno estadunidense, que pretende censurar al gobierno cubano por supuestas violaciones a garantías individuales.

Por factores coyunturales, esta votación se anticipa a la diferida elección del nuevo secretario general de la Organiza-ción de Estados Americanos (OEA), luego de un tortuoso procedimiento en el que Luis Ernesto Derbez jugó a la perfección el repugnante libreto de esquirol.

Con Vicente Fox, la antes acreditada política exterior mexicana sucumbió a la improvisación, el desconocimiento y el ridículo absolutos. Frente a los suspicaces estadunidenses, el gobierno foxista ni siquiera ha podido ejercer con destreza el papel de jefe de mayordomos que tanto ansía apartar para esas calamidades que resultaron ser primero Jorge Castañeda y ahora Luis Ernesto Derbez.

La incondicional alineación panista a los intereses estadunidenses nos fue vendida por Castañeda bajo el espejismo de un etéreo acuerdo migratorio, sueño guajiro por el cual se sacrificó honra, principios y dignidad. Con sólo aplicar el sentido común al hecho de que la diferencia de ingresos per cápita para ningún país fronterizo es tan abismal como entre México y Estados Unidos, nos bastaba para percibir la risible pretensión de borrar las barreras migratorias. La ridícula charlatanería del acuerdo para hipnotizar incautos bastó al ilusionista Castañeda, hasta que la tragedia del 11 de septiembre nos devolvió a la realidad.

Ahora, en el gobierno federal parece no bastarles la subordinación operada desde la Secretaría de Relaciones Exte-riores (SRE), sino que para congraciarse con el patrón también pretenden ocupar la titularidad de la secretaría general de la OEA, luego que el guiñol salvadoreño Francisco Flores cumplió su cometido de bufón más allá del deber, pues aportó su cuota de mercenarios en la guerra colonial del imperio en Irak.

La caradura de Derbez ha servido para dividir a Latinoamérica al sostener su artificial candidatura lograda a base de comprar votos maiceando voluntades. ¿De qué puede servir a México la secretaría general de la OEA, que con Derbez se someterá a Estados Unidos? Este individuo es el candidato de Estados Unidos, de ningún modo el que vaya a representar los intereses nacionales. Y, por si fuera poco, ya ha tenido la desvergüenza de amenazar con volver a hacer uso de su beca en la SRE, en caso de ser derrotado en su disputa por la OEA.

Por si la comedia anterior no bastara, igual que en años anteriores, México se presta a la farsa estadunidense para acusar a Cuba por supuestas violaciones a los derechos humanos. Cínicamente se pretende obviar el hecho de que el panismo se ha negado a reconocer los derechos políticos de los mexicanos más olvidados, los indígenas, cuya población, por cierto, supera en número a la población isleña.

Ocupado como está Fox en defender los "derechos" de los cubanos sin que se lo hayan pedido, desvía la mirada de las constantes provocaciones de Estados Unidos en la frontera con Arizona, donde grupos de sicópatas se dedican a cazar mexicanos indocumentados ante el silencio cómplice del canciller Derbez, mexicano de nacimiento, pero candidato de los gringos a la OEA (cuando menos hasta ayer, mañana quién sabe).

Las cámaras de Diputados y Senado-res aprobaron una resolución para que, en respeto de las disposiciones constitucionales mexicanas, la delegación de México en Ginebra se abstuviera de votar en contra de Cuba. Este acuerdo fue desechado sin contemplación alguna por el Presiden-te de la República.

No obstante, el pueblo de Cuba y su revolución saben por la historia y la sangre que nos une que los lazos de amistad y solidaridad entre ambas naciones son más sólidos que la actitud mercenaria y servil que muestran los funcionarios del gobierno federal, que al fin y al cabo el año que viene se van con todo y triques.

Acostumbrado a los malos tratos, Fox debe esperar con resignación la próxima bofetada de los gringos, porque así ha pasado en los cuatros años anteriores: por cada voto mexicano en Ginebra a favor de ellos, Washington nos ha respondido con una patada en el trasero. Tal parece que el presidente Fox ya se acostumbró a los malos modos de Estados Unidos, como aquel esposo maltratado que a cada insulto, cachetada o traición de su mujer, sollozando le imploraba: "Vieja, ¡pégame, grítame, hazme güey, pero no me dejes!"

 
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