Usted está aquí: sábado 16 de abril de 2005 Opinión La guerra que se cierne sobre Irán

Michael Klare

La guerra que se cierne sobre Irán

Ampliar la imagen En la base a�a de Bagram, norte de Kabul, se hizo un homenaje a los 18 soldados estadunidenses que fallecieron el pasado 6 de abril al desplomarse el helic�ro en que viajaban FOTO Afp

Conforme Estados Unidos aceita su maquinaria para atacar a Irán, una cosa es segura: el gobierno de Bush nunca mencionará que el petróleo es una de las razones para entrar en guerra. Como en el caso de Irak, se dirá que son las armas de destrucción masiva (ADM) la principal justificación para el asalto. "No toleraremos la construcción de una arma atómica (por parte de Irán)", dijo el presidente Bush en una declaración de 2003, muy citada.

Pero así como no haber encontrado armamento ilícito en Irak desgastó el uso de las ADM como razón principal de la invasión, alegar ahora que un ataque a Irán se justificaría debido al supuesto potencial nuclear de Irán debiera invitarnos a un escepticismo generalizado. Sobre todo, cualquier evaluación de la importancia estratégica de Irán para Estados Unidos debe centrarse en el papel que juega en la ecuación energética global.

Antes de proseguir, quiero dejar asentado que no creo que el petróleo sea la única motivación tras la aparente determinación de Bush de destruir la capacidad militar iraní.

Actualmente no es posible determinar con certeza qué tanto peso tiene el factor petróleo en las decisiones del gobierno, pero dada la importancia que ha tenido la energía en la carrera y la visión de varios altos funcionarios de esta administración, y asumiendo los inmensos recursos con que cuenta Irán, sería ridículo no tomar en cuenta el factor petróleo. No obstante, pueden estar seguros de que, conforme empeoren las relaciones con Irán, los reportajes y editoriales de los medios estadunidenses desviarán el foco del asunto (como hicieron en la escalada que condujo a la invasión en Irak).

Otra advertencia: al hablar de la importancia del crudo en el pensamiento estratégico estadunidense con respecto a Irán, es importante ir más allá de la cuestión obvia de si Irán tiene el potencial de satisfacer los futuros requerimientos energéticos de Estados Unidos. Porque Irán ocupa un punto estratégico en el lado norte del Golfo Pérsico, lo cual lo pone en posición de amenazar los campos petroleros de Arabia Saudita, Kuwait, Irak y Emiratos Arabes Unidos, que juntos poseen más de la mitad de las reservas petrolíferas conocidas del mundo. Irán se asienta oblicuo al Estrecho de Hormuz, esa angosta vía de navegación por la que a diario cruza más de 40 por ciento de las exportaciones petroleras del mundo. Además, Irán se convierte en un abastecedor importante de gas natural para China, India y Japón, lo que le confiere a Teherán un golpe de mano adicional en los asuntos mundiales. Son estas dimensiones geopolíticas de la energía y el potencial iraní de exportar a Estados Unidos cantidades significativas de crudo las que dominan los cálculos estratégicos del gobierno de Bush.

Dicho lo anterior, procedamos a evaluar el futuro potencial energético de Irán. Según las cuentas recientes del Oil and Gas Journal, Irán aloja el segundo yacimiento de crudo sin explotar del mundo, que se calcula en 125 mil 800 millones de barriles. Sólo Arabia Saudita posee más, con un estimado de 260 mil millones de barriles. Irak, el tercero en la línea, tiene un estimado de 115 mil millones. Con tanto crudo -cerca de una décima parte de las existencias totales supuestas-, Irán tiene la certeza de que juega un papel clave en la ecuación global de la energía, no importa qué otra cosa ocurra.

Sin embargo, en el caso de Irán no es la mera cantidad lo que cuenta. Su capacidad de producción a futuro no es menos importante. Aunque Arabia Saudita posee reservas mayores, hoy produce petróleo muy cerca de su tasa máxima sostenible (unos 10 millones de barriles diarios). Es probable que no sea capaz de elevar su producción significativamente durante los próximos 20 años, mientras la demanda global -impulsada por el aumento en el consumo de Estados Unidos, China e India- se espera que crezca 50 por ciento. Irán, por su parte, tiene gran potencial de crecimiento: hoy produce cerca de 4 millones de barriles al día, pero se supone que es capaz de elevar su producción otros 3 millones de barriles. Muy pocos países, si es que hay alguno, poseen este potencial, así que la importancia de Irán como productor, ya de por sí significativa, está en camino de crecer en los años venideros.

No es únicamente petróleo lo que Irán posee en abundancia. Tiene también gas natural. Según Oil and Gas Journal, Irán cuenta con 940 billones de pies cúbicos de gas, es decir, 16 por ciento de las reservas totales del mundo. (Sólo Rusia tiene mayores existencias.) Dado que aproximadamente 6 mil pies cúbicos equivalen al contenido energético de un barril de petróleo, las reservas de gas iraníes equivalen a 155 mil millones de barriles de crudo. Esto, a su vez, significa que sus reservas de hidrocarburos combinadas equivalen a 280 mil millones de barriles de crudo, un poco por debajo de las existencias combinadas con que cuenta Arabia Saudita. Hasta el momento, Irán explota sólo una pequeña porción de sus reservas de gas. Esto significa que es uno de los pocos países capaces de abastecer grandes cantidades de gas en el futuro.

Todo esto para decir que Irán juega un papel crítico en la ecuación energética mundial del futuro. Esto es especialmente cierto, porque la demanda global de gas natural crece más rápido que la de cualquier otra fuente de energía, incluido el crudo. El mundo consume actualmente más crudo que gas, y se espera que las existencias de petróleo se contraigan en un futuro no muy distante, conforme la producción global se aproxime a su nivel pico sostenible -tal vez para el ya próximo 2010- y luego comience a declinar gradual pero irreversiblemente.

No hay duda de que las principales compañías energéticas estadunidenses estarían encantadas de poder trabajar con Irán en el desarrollo de estas vastas existencias de crudo y gas. Sin embargo, hasta ahora tienen prohibido hacerlo por el decreto del ejecutivo 12959, firmado por el presidente Clinton en 1995 y ratificado por Bush en marzo de 2004. Estados Unidos también ha amenazado con castigar a las firmas extranjeras que hagan negocios con Irán (de acuerdo con la ley de sanciones Irán-Libia, de 1996), pero esto no ha disuadido a muchas grandes compañías que buscan acceso a las reservas iraníes. China, que requerirá vastas cantidades de crudo y gas adicionales para impulsar su álgida economía, presta particular atención a Irán. Según el Departamento de Energía, Irán abasteció 14 por ciento de las importaciones chinas de crudo en 2003 y se espera que provea una tajada mayor en el futuro. Se supone que China dependerá mucho más de Irán, buscando obtener una gran tajada de su gas natural líquido. En octubre de 2004, Irán firmó un contrato de 100 mil millones de dólares, a 25 años, con Sinopec, importante firma energética china, para emprender un desarrollo conjunto de los importantes campos gasíferos y la subsecuente entrega de gas natural líquido a China. Si se consuma ese trato, constituirá una de las inversiones extranjeras más grandes de China y representará un vínculo estratégico importante entre ambos países.

India también se apresta a obtener crudo y gas de Irán. En enero, Gas Authority of India Ltd (GAIL) firmó un contrato por 30 años con National Iranian Gas Export Corp para transferir 7.5 millones de toneladas anuales de gas natural líquido a India. El trato, con un valor estimado en 50 mil millones de dólares, implica también que India se compromete con el desarrollo de los campos gasíferos iraníes. Es todavía más notable que los funcionarios indios y paquistaníes discutan el tendido de un ducto de gas natural (3 mil millones de dólares) de Irán a India cruzando por Pakistán, un paso extraordinario para dos adversarios de mucho tiempo. "El gasoducto es una propuesta en la que todos ganamos: Irán, India y Pakistán", declaró en enero el primer ministro paquistaní Shaukat Aziz.

Pese al obvio atractivo del gasoducto como incentivo para la reconciliación entre India y Pakistán, el proyecto fue condenado por Condoleeza Rice, secretaria de Estado, durante su reciente viaje a India. De hecho, el gobierno estadunidense se ha mostrado renuente a respaldar cualquier proyecto que brinde algún beneficio económico a Irán. Esto no disuadió a India, la cual prosigue en los detalles del gasoducto.

Japón también tiene sus diferencias con Estados Unidos en lo relativo a sus vínculos energéticos con Irán. A principios de 2003, un consorcio de tres compañías japonesas adquirió intereses equivalentes a 20 por ciento en el desarrollo del campo petrolero marítimo de Sorouz-Nowruz, en el Golfo Pérsico, reserva que, se piensa, contiene mil millones de barriles de petróleo. Un año después la Iranian Offshore Oil Company concedió un contrato por mil 260 millones a JGC Corporation de Japón para extraer gas natural y líquidos de gas natural de Soroush-Nowruz y otros campos marítimos.

Por tanto, al considerar el papel de Irán en la ecuación energética global, los funcionarios del gobierno de Bush tienen dos propósitos claves: abrir los campos petroleros y gasíferos iraníes para ser explotados por firmas estadunidenses y la preocupación por los crecientes vínculos de Irán con los competidores de Estados Unidos en el mercado mundial de la energía. De acuerdo con las leyes estadunidenses, el primero de estos propósitos únicamente puede lograrse si se deroga el decreto presidencial 12959, y esto no ocurrirá mientras Irán esté controlado por los mullahs antiestadunidenses y rehúse abandonar sus actividades con uranio enriquecido.

Que el gobierno de Bush busque un cambio de régimen en Irán no está en duda. El hecho de que Irán haya estado incluido con el Irak de Saddam y la Corea del Norte de Kim Jong II en el "eje del mal" durante el informe del presidente en 2002, es un indicador inequívoco.

El liderazgo iraní está muy consciente de que enfrenta una seria amenaza y toma todas las meddidas para evitar un ataque. Aquí, de nuevo, el petróleo es factor importante. Con el fin de disuadir un posible asalto estadunidense, Irán amenaza con cerrar el Estrecho de Hormuz u obstruir el embarque de petróleo en el área del Pérsico. "Un ataque a Irán equivaldría a poner en peligro a Arabia Saudita, Kuwait y, en una palabra, a todo el crudo de Medio Oriente", expresó el primero de marzo el secretario de Iranian Expediency Council, Mohsen Rezai.

Tales amenazas son tomadas muy en serio por el Departamento de Defensa estadunidense. "Calculamos que Irán puede cerrar brevemente el Estrecho de Hormuz confiando en una estrategia de capas, que hace uso de sus fuerzas navales, aéreas y algunas terrestres", dijo el vicealmirante Lowell E. Jacoby, director de la Agencia de Inteligencia de Defensa, en su testimonio ante el Comité de Inteligencia del Senado, el 16 de febrero de este año.

Planear tales ataques es, sin duda, prioridad para oficiales del Pentágono. En enero, el veterano reportero de investigaciones Seymour Hersh informó en la revista New Yorker que el Departamento de Defensa estaba efectuando misiones de reconocimiento en Irán, supuestamente para identificar instalaciones nucleares y de misiles escondidas que pudieran ser objetivos en futuros ataques con misiles. También hay reportes de pláticas entre funcionarios estadunidenses e israelíes acerca de un posible golpe israelí a las instalaciones iraníes, supuestamente con asistencia de Estados Unidos.

En realidad, la gran preocupación de Washington por las ADM y los misiles que supuestamente busca obtener Irán viene de un miedo por la seguridad de Arabia Saudita, Kuwait, Irak, y no de que Irán ataque Estados Unidos.

En este sentido, los actuales planes de ataque a Irán derivan fundamentalmente de la preocupación por la seguridad del abasto energético a Estados Unidos, como fue la invasión estadunidense a Irak en 2003.

Así que, aunque en la esfera pública se enfocan en las ADM de Irán, las figuras claves del gobierno ciertamente evalúan, en términos geopolíticos, el papel de Irán en la ecuación global energética y su capacidad para obstruir el flujo global de petróleo. Como ocurrió en Irak, la Casa Blanca está decidida a eliminar esta amenaza de una vez por todas. Y así, aunque el petróleo no es la única razón del gobierno para ir a la guerra contra Irán, es éste factor esencial en el cálculo estratégico panorámico que hace probable una guerra.

Traducción: Ramón Vera Herrera

Michael T. Klare es profesor de estudios de paz y seguridad mundial en el Hampshire College, y es autor de Blood and Oil: The Dangers and Consequences of America's Growing Dependency on Imported Oil (Metropolitan Books).

© 2005 Michael T. Klare

 
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