Usted está aquí: domingo 17 de abril de 2005 Opinión Educación: dos líneas opuestas

Editorial

Educación: dos líneas opuestas

Las instituciones educativas privadas de enseñanza superior no son reconocidas por la Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Enseñanza Superior (ANUIES) y, en la mayor parte de los casos, no pueden competir con las universidades públicas. Muchas de ellas son antes que nada prósperos negocios o tienen finalidades extrauniversitarias, pues dependen directamente de grupos empresariales o de congregaciones conservadoras y de ultraderecha como, por ejemplo, los Legionarios de Cristo. Sin embargo, han crecido 44.76 por ciento entre 1990 y 2003, aprovechando el debilitamiento de la oferta pública en educación superior en muchos campos del conocimiento y profesiones.

La formación de los profesionistas que México necesita no se hace, así, privilegiando el interés común y los problemas técnicos y científicos que debe encarar el país, sino considerado simplemente el lucro empresarial de quienes hornean licenciados, maestros y doctores, u honrando sólo el interés de empresas o grupos que utilizarán a los egresados para sus propios fines, los cuales no se identifican con el desarrollo de México ni con la promoción de los jóvenes más talentosos, independientemente de su nivel de ingreso familiar.

El resultado está a la vista: el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) acaba de publicar un informe de-salentador que demuestra que en los recientes dos años ha disminuido la solicitud de patentes en 6 por ciento y que casi la totalidad de las mismas (96.2 por ciento contra sólo 3.8 por ciento de científicos mexicanos) han sido solicitadas por trasnacionales, sobre todo estadunidenses o alemanas. Es más, el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (Ceneval), institución privada de la cual forman parte grupos empresariales, evalúa el nivel de buena parte de los egresados de las universidades públicas y pretende hacerlo en la selección de candidatos al doctorado que se beneficiarían de becas del Conacyt, inclusive en el caso de la Universidad Autónoma Metropolitana, que rechazó la evaluación del Ceneval. Los empresarios subordinan a sus fines la investigación ­cada vez más reducida, pues sólo interesa a las trasnacionales­ y la formación de investigadores. El resultado es el empobrecimiento cultural y científico del país, aunque se proclame que hemos entrado en la llamada economía del conocimiento.

Este triste panorama, resultante de la aplicación al campo de la educación de las políticas neoliberales que buscan el "adelgazamiento" del papel del Estado en campos vitales para el desarrollo de México, contrasta fuertemente con la orientación formulada para la educación por el presidente argentino Néstor Kirchner en su visita de esta semana a Alemania. Como se sabe, Argentina tiene menos riqueza que México, menos población y problemas económicos más graves pero, a pesar de eso, hace hincapié en la educación pública, universal y gratuita, como derecho social y como necesidad económica y política.

Kirchner, por ejemplo, dijo que no se fomentaría ni privilegiaría a las instituciones privadas de enseñanza y que en un próximo futuro su país dedicaría 0.5 de su producto interno bruto a la investigación, y 6 por ciento del mismo a la educación pública, cifras que no tienen relación alguna con las correspondientes a México, a pesar de que sobre nuestro país pende la espada de Damocles del agotamiento en una o dos generaciones de la riqueza petrolera y, por tanto, es urgente investigar cómo remplazarla. El sesgo gubernamental contrario al reforzamiento de la educación y la investigación públicas en México conspira así contra el presente ­al reforzar la dependencia a las investigaciones extranjeras­ y contra el futuro nacional, porque un país sin cultura propia y sin capacidad técnica para resolver sus problemas, se convierte en simple objeto de decisiones ajenas.

 
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