Usted está aquí: domingo 17 de abril de 2005 Opinión ¿LA FIESTA EN PAZ?

¿LA FIESTA EN PAZ?

Leonardo Páez

Regresa El Indultado

LA TARDE DEL 24 de diciembre de 1960, en la placita de San Francisco Zapotitlán, de la vecina Guatemala, el novillero mexicano Manuel Ureña, sufrió una cornada insólita: el novillo que enfrentaba, al tirar el derrote, se encontró con la oreja izquierda del joven, arrancándosela de cuajo. En los anales de la tauromaquia no se sabe de otro caso en que haya sido el toro el que cortó la oreja de su presunto matador.

TRAS ESE PERCANCE, al que sucedieron semanas de insoportables dolores y de ninguneo a cargo de la Asociación de Matadores, que al decir del escritor taurino Jaime Rojas Palacios querían echarlo del sanatorio de toreros porque les costaba muy caro mantenerlo allí, Manuel Ureña recibe el apodo, tan raro como su cornada, de El Indultado. Con ese alias continúa Ureña recorriendo las plazas del país, en actuaciones que, por el temperamento del muchacho, eran de contrastes: o cortaba orejas o fracasaba estrepitosamente, no obstante sus buenas maneras frente a los astados.

EL DOCTOR ANGEL González Rodríguez -continúa Jaime-, eminente cirujano, después de varias operaciones logró componerlo y Manolo le prometió que algún día, en agradecimiento, le entregaría la Oreja de Plata cuando la ganara en la Plaza México. Y lo cumplió, olvidándose del calvario aquel pero no de su promesa, al triunfar con Rajatablas, de La Laguna, el 15 de noviembre de 1964, no sin llevarse una herida en el muslo. Casta de torero en un hombre cuya vida no se caracterizó por la consistencia sino por la dispersión, paradójicamente por estar sobrado de cualidades.

CONOCI A MANOLO, añade Rojas Palacios, por medio de Don Dificultades, el taurino más inteligente que he conocido, pues don José Jiménez Latapí fue un agudo periodista y un apoderado incomparable. Antes de mi primer viaje a España, en 1959, don Difi me dio varias cartas para toreros importantes de allá, mismas que me sirvieron muchísimo. Ese mismo año falleció el gran crítico taurino, quien me dijo de Ureña: "es muy cabrón pero creo que puede servir". Acertó en lo primero.

AL AÑO SIGUIENTE, relata Jaime, hablé con el doctor Alfonso Gaona, empresario de la México, y le pedí una oportunidad para Ureña. Accedió y me dijo que lo pondría el próximo domingo. Sólo que cuando busqué a Manolo para informárselo, éste se había ido de juerga con algunas gachís, perdiendo esa oportunidad para la México. Tuvieron que pasar cinco largos años para que pudiera presentarse en ese coso.

MARIA ELENA GOMEZ describe a Ureña como torero, enamorado, rebelde y bohemio, a quien su desesperación por triunfar y su frustración por no lograrlo lo hicieron cometer infinidad de errores. Su amargura trataba de ahogarla en borracheras. Tenía gran tristeza por la falta de comunicación con su madre, a la que quiso como a nadie y hasta tenía una foto de ella en su altarcito torero. Lloraba mucho, es un sentimental irredento, grandes turbulencias en su interior lo perjudicaron siempre. Los toreros jodidos, decía, no necesitamos novias pobres, con nuestras carencias basta y sobra.

LO ANTERIOR Y otras muchas anécdotas acerca de tan temperamental personaje, refirió Jaime Rojas Palacios durante la presentación del conmovedor libro El Indultado, Manolo Ureña, escrito por María Elena Gómez Mondragón, título que se puede adquirir marcando el 5558-2408.

 
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