Usted está aquí: martes 19 de abril de 2005 Cultura La magia de Sigfrido mantuvo cinco horas al público en el filo de la butaca

Se estrenó el montaje de la tercera parte de la tetralogía de Richard Wagner

La magia de Sigfrido mantuvo cinco horas al público en el filo de la butaca

El rendimiento canoro del elenco, más allá del elogio; el trazo escénico, pulido como un diamante

Una poética monumental acontece durante cinco tardes-noches en Bellas Artes

PABLO ESPINOSA

Ampliar la imagen Una escena del montaje de Sigfrido, �a que se estren� domingo en el Palacio de Bellas Artes, con direcci�e Sergio Vela FOTO Jos�arlo Gonz�z

Con la puesta en escena, el domingo por la tarde en el Palacio de Bellas Artes, de la ópera Sigfrido de Richard Wagner se materializó una epifanía: la puesta en vida de una de las estructuras más monumentales de todo el arte, y se escribió un capítulo glorioso de la cultura en México.

Fascinación, maravilla, asombro, delectación de los sentidos y elevación del espíritu y de la conciencia. El rendimiento artístico de todos los elementos involucrados en este prodigio cultural completó una velada de privilegio, un acontecimiento creativo mayúsculo.

Gracias al Festival de México en el Centro Histórico, que conjuntó los elementos necesarios para lograr este proyecto epopéyico, el público mexicano pudo disfrutar de una representación operística antes sólo destinada a las grandes casas de ópera en el mundo.

Ver en casa, es decir en México, la tetralogía completa wagneriana lo debemos al talento, imaginación, poder de convocatoria, prestigio y decisión del maestro Sergio Vela, quien inició hace tres años el montaje de la tetralogía y lo completará en 2006 con el capítulo culminante, El crepúsculo de los dioses. Una consecución catedralicia de alarido. Una manifestación del alma en estado puro. Este montaje, en consecuencia, lo dedica Sergio Vela ''a la única mujer amada, Marta Fuentes", su esposa.

Hito en la cultura nacional

La tercera parte de esta gesta, de cinco horas y 15 minutos de duración, mantuvo en el filo de la butaca al público que llenó el Palacio de Bellas Artes, poseído por la magia del montaje.

Si bien en aras de la coherencia estilística de la tetralogía el maestro Vela mantiene el recurso escénico de las máscaras que nulifican por completo la gestualidad de los cantantes-actores, éstas se han modificado un poco en cuanto a ligereza y trazo minimal, pero aún así se mantienen como el único pero que se le puede poner a este montaje magistral.

Si en las primeras dos óperas que componen el ciclo esas máscaras desviaban la atención hacia lo chusco, ese elemento se redujo considerablemente a algunos, pocos, matices de chistes involuntarios: por ejemplo el personaje de Wotan, majestuoso en el original, quedó reducido aquí, por causa de lo estrambótico de las máscaras usadas en el montaje, a una suerte de Diego Fernández de Cevallos en sus lucubraciones oscuras, en sus grillas por debajo de la mesa que lo hacen de todos tan temido como abogado capaz de inventarle cargos al más desaforado.

Una vez mencionado ese elemento distractor, que tuvo su máxima expresión en la mascarada en que se convirtió el dragón mitológico devenido en otra materia de caricatura, el resto del montaje está preñado de consecuciones artísticas de grandes dimensiones conceptuales, de una poética inconmensurable que la convierte en lo más grandioso y logrado de toda la historia de la ópera en México.

De manera tal que los 315 minutos que dura la ópera Sigfrido mantienen en el paraíso al público, con una decantación genial del arte operístico, con un rendimiento canoro del elenco que rebasa todo elogio y con un trazo escénico pulido como un diamante. El arte total de Wagner materializado a cabalidad.

Todos los elementos alegóricos, todas las metáforas, la filosofía completa wagneriana, la revisión integral de la naturaleza humana, la poética de ensueño y el pensamiento estético que rebasa al mismísimo Nietzsche, están plasmados en el montaje que se presenta durante cuatro funciones en Bellas Artes. Las siguientes tres representaciones ocurrirán hoy martes y después los días 21 y 24 de abril, siempre a las cinco de la tarde.

En escena, los elementos constructivos de la teoría de Opera und drama wagneriano, los cimientos del Sturm und Drang, los componentes completos del Gesamstkunswerke, o el arte total, el arte del futuro, hoy, están en Bellas Artes.

La envidia del poder, las pasiones más oscuras y sus contrapartes, el amor, la redención de las fuerzas supremas del amor, del Eros y el Thánatos, el círculo de fuego que circunda la emoción humana. La emoción que, en la concepción filosófica de Wagner, es lo que sublima la materialidad física del sonido, sea palabra, sea música, la palabra cantada que adquiere categoría universal por la virtud emocional y se convierte en vehículo o camino para la idea poética, que de esa manera constituye la expresión directa del sentimiento.

Una poética monumental. Eso es lo que acontece durante cuatro tardes que se adentran de manera sublime hacia cuatro noches en el máximo recinto cultural del país. Una gesta histórica en nuestra cultura.

Gloria in excelsis.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.