Usted está aquí: domingo 24 de abril de 2005 Opinión Enseñanzas de Ecuador

Editorial

Enseñanzas de Ecuador

¿Qué presenciamos en el caso ecuatoriano? En primer lugar, una grave división en el seno de las clases dominantes ­entre los
partidarios de la dolarización y del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), exportadores-importadores, financieros de la costa y los sectores (terratenientes, comerciantes, industria incipiente) dependientes del mercado interno, en Quito y la sierra, así como gran división entre el grupo de la derecha tradicional y los que intentaban desplazarla apoyándose en el aparato estatal­. Esa división tuvo también expresiones regionales y la crisis estalló, sobre todo, en las zonas altas, más que en Guayaquil.

En segundo lugar, la división y el desgaste de los órganos de dominación y de mediación, pues la Iglesia estaba dividida no sólo verticalmente, entre el alto y bajo clero, sino también horizontalmente. Además el ejército y los partidos sufren una agudísima crisis y un grado inaudito de desprestigio, del cual sólo se salvan, en parte, Pachakutik, el partido ad hoc de los indígenas, y algunos grupos de izquierda que, sin embargo, no aparecen como alternativa.

En tercer lugar, el desprestigio total de la justicia, manipulada a su vez por un Ejecutivo sin autoridad moral y repudiado, por traidor a sus promesas electorales, mentiroso, corrupto, servil ante Estados Unidos y por su política antipopular. La llamada "sociedad política" estaba así dividida por un foso de la sociedad civil, y a la crisis del Estado (resultante de la lucha "arriba") se agregó la crisis de dominación, es decir, la decisión de las mayorías urbanas ­los que ahora se autocalifican de "forajidos"­ de hacer política fuera de las instituciones y contra éstas, así como de organizarse dando forma a su idea de autonomía. Esta intervención de las clases medias pobres urbanas, como en Bolivia, inclinó los platillos de la balanza hacia una alianza popular entre indígenas y sectores urbanos (sobre todo estudiantes, juventud desorganizada y cuadros de base del ejército).

Las asambleas populares y los comités ciudadanos en la capital buscan dar forma y continuidad a la ocupación del espacio público por la parte más activa de la ciudadanía, al poder político en las calles. Las fuerzas armadas no se animaron a reprimir por temor de ser desbordadas, y ahora mismo han tenido que aceptar que el nuevo presidente, para tener apoyo popular, imponga la destitución de los altos mandos militares y policiales.

El último ingrediente fue el nacionalismo, compartido y estimulado también por los indígenas: o sea el repudio al ALCA, la exigencia de desmantelar la base estadunidense de Manta y de romper con el Plan Colombia, la defensa de la estatización del petróleo y de la utilización de las exportaciones de hidrocarburos para desarrollar el país, la subordinación del pago de la deuda externa a las necesidades sociales, la exigencia de acabar con la dolarización que hizo riquísimos a pocos a costa del hambre y del aumento de la emigración a escala masiva.

Ahora el movimiento popular exige elecciones en las que no puedan participar quienes en los pasados 25 años ocuparon cargos públicos o representativos, y una Asamblea Constituyente para decidir pacífica y legalmente qué país quieren los ecuatorianos. Estos han decidido "ser todos dirigentes".

 
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