Usted está aquí: domingo 24 de abril de 2005 Opinión LA VIDA (BREVE) EN SAN LAZARO

LA VIDA (BREVE) EN SAN LAZARO

José Agustín Ortiz Pinchetti

Las manifestaciones del silencio

Democracia, justicia y libertad, ejes de la lucha

AL FILO DE la marcha convocada por Andrés Manuel López Obrador y por la junta de resistencia civil que se opone a su inhabilitación política, es imposible no recordar la otra manifestación del silencio, que fue el apogeo del movimiento estudiantil de 1968.

EN SEPTIEMBRE DE ese año, ante el acoso de los medios de comunicación y la diatriba del gobierno federal, la dirección estudiantil decidió una forma inesperada de resistencia: en lugar de la algarabía insultante de las primeras marchas, se optó por caminar en silencio desde el Museo de Antropología hasta el Zócalo. Fue un acto de autodisciplina que recibió el aplauso de la población. El ruido de los pasos resonó en el corazón de México. Su éxito fue tal que el régimen se desesperó y decidió destruir aquella iniciativa, para lo cual acudió a la ¡defensa del estado de derecho! Gabriel Zaid escribió entonces: "la corrupción ciega de furia a dos puños, con la espada y la balanza".

HOY, FOX Y su partido, asociados con el viejo régimen, traicionan la causa que les permitió alcanzar la Presidencia. Intentan una regresión: anular la competencia política, impedir que un candidato que tiene las preferencias del electorado pueda competir. No se trata de defender la modernidad contra el populismo. Se intenta restringir las opciones. Garantizar que el presidente de México que sea electo en 2006 respete la impunidad y los privilegios de una reducida oligarquía.

AUNQUE HAY CIERTAS similitudes de esta marcha con la de 1968, las circunstancias son totalmente distintas. Aquel movimiento fue una protesta juvenil contra la esclerosis del régimen político, y se desarrolló en forma simultánea en muchas rebeldías en el mundo. El actual movimiento de resistencia es masivo; abarca todas las clases sociales, ideológicas, edades, profesiones y regiones. Aunque todavía hay hostilidad de un sector de la prensa, de la radio y la televisión, los medios ya no están entregados como en la época de oro del PRI. La gente puede decir, oír y leer la verdad. Las fisuras en el aparato de propaganda y coacción son numerosas.

EN EL 68, los estudiantes se convirtieron en la conciencia del pueblo. Hoy, el pueblo expresa su propia conciencia y su voluntad de defender la democracia como condición para la convivencia pacífica y el progreso. Hemos vivido una revolución cultural silenciosa. En 1968 aislaron al movimiento, que no alcanzó a los sindicatos y a otras organizaciones populares, cuyos líderes condenaron a los estudiantes. Hoy la vieja estructura corporativa está en liquidación. Numerosos sindicatos y dirigentes acudirán a la manifestación. Entonces, la única Iglesia se quedó callada; hoy, las iglesias católica y evangélicas condenan al gobierno.

HOY, LOS MEDIOS de resistencia pacífica pueden ser innumerables, pueden interconectarse, actuar de modo sincronizado, presionar, hacerse presentes y triunfar. Hoy como entonces no se propone un cambio revolucionario. El tono de la propuesta es pacífico y a la vez radical e intransigente: no toleraremos una contrarreforma. Esto no se puede negociar. No queremos regresar al régimen por el cual el Presidente o una pandilla defina quién puede ser el sucesor y qué política económica tendrá que aplicar.

EL PODER DE seducción de nuestra causa reside en la defensa de valores fundamentales que hoy son paradigmáticos en todo el mundo: democracia, justicia y libertad. De ahí surge la dura crítica en todos los países democráticos al régimen de Vicente Fox, y de ahí también se ha generado la enorme simpatía por la resistencia. Por supuesto que para muchos este movimiento contiene latente la esperanza de crecer con justicia. Es decir, de desencadenar un verdadero desarrollo económico en el que el interés nacional sea el eje de las políticas públicas.

LOS DOS MOVIMIENTOS y las dos manifestaciones se inscriben en la misma corriente histórica: la repetición del camino ritual entre el Museo de Antropología, que representa simbólicamente nuestras raíces, y el Zócalo, que es el espacio del poder. Esto no puede ser más elocuente.

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