Usted está aquí: domingo 24 de abril de 2005 Opinión En silencio por la nación de la esperanza

José Antonio Rojas Nieto

En silencio por la nación de la esperanza

En el silencio de hoy está la fuerza y la oportunidad. Está el riesgo, pero también la esperanza. Sí, nos unimos hoy para protestar -como lo han hecho siempre los sin voz- en silencio contra la injusticia, la arbitrariedad, la barbarie. Puede ser que Armando Bartra acierte al criticar a quienes nos oponemos a la inhabilitación del jefe de Gobierno del Distrito Federal y, sin embargo, manifestamos una visión crítica de su estilo, su gestión, y la de algunos de lo suyos. Pero tiene absoluta razón en su nota de ayer en La Jornada al caracterizar como libertario, el movimiento contra el desafuero. Más, cuando subraya que éste devino masivo precisamente porque se identifica con la adhesión al jefe de Gobierno.

En este marco de su crítica le acepto que la nueva apuesta de hoy -me atrevo a decir que la única- es la apuesta por el acceso democrático a un gobierno honesto, de vocación popular, de talante nacionalista, comprometido con la justicia económica y el bienestar social, encabezado por López Obrador. Sí, estoy de acuerdo. Y, sin embargo, no podremos dejar de observar, analizar, sugerir y proponer -con el mayor rigor y cuidado posibles- algunos de los lineamientos que un gobierno honesto, popular, nacionalista y comprometido con la justicia económica y el bienestar social, debiera seguir para lograr, ya no sólo el predominio de los sin voz de la ciudad, sino de los sin voz de todo el país, que -con mayor razón- nos dan más y más esperanza. Por eso hay que comprometerse a no dejar de anotar y señalar -con la mayor sencillez posible y sin el fariseísmo hoy tan propio de los cenáculos presidenciales- las acciones, las políticas, los lineamientos y -claro que también- las actitudes y las conductas que cercenen las bases para establecer ese nuevo gobierno. Y en el ámbito del petróleo, del gas natural, de la electricidad, de la energía, me siento comprometido con ello. Y no sólo con los compañeros de nuestra querida Mesa Ciudadana de Observación de la Energía que cumple cuatro años de "dar guerra". También con muchos otros trabajadores, empleados, obreros, sindicalistas, jubilados, académicos, estudiosos e, incluso funcionarios y directivos, persuadidos del desastre y la regresión que ha representado este sexenio -pese a muy limitados elementos virtuosos- para el sector energía. Un delicado botón de muestra: la sobrexplotación y el deterioro crónico de Cantarell.

El segundo yacimiento petrolero más productivo del mundo se descubrió en 1976. Empezó a producir en 1979. Entre 1980 y 1984 su producción fue un tanto errática, pero tendió a estabilizarse a partir de 1985, con cerca de un millón de barriles al día durante casi 10 años. A partir de 1996 comenzó a elevarse su producción (Adrián Lajous podría dar una buena explicación de ello). Y durante tres años su producción creció en poco más de 100 mil barriles al día, hasta alcanzar un millón 280 mil barriles diarios en 1998, con una fertilidad natural de casi 7 mil barriles al día por pozo, una de las mayores del mundo.

En 1999 su volumen diario extraído bajó en 70 mil barriles. Y es que durante sus primeros 20 años de vida, Cantarell registró una constante caída de presión (oficialmente, en el año 2000 tenía un tercio de su presión inicial en 1979, aviso importantísimo para atender a Cantarell con mayor cuidado a partir de 2001).

Mediante el costosísimo proyecto de inyección de nitrógeno (mil millones de pies cúbicos al día), a partir de 2000 logró frenarse esta caída y, en consecuencia, mantener estable la presión del yacimiento e incrementar su producción. Los aumentos logrados fueron de 200 mil barriles en el último año del anterior sexenio y los dos primeros de éste.

En 2003 se logró un incremento histórico de 710 mil barriles al día y produjo 2 millones 561 mil barriles diarios, 76 por ciento de la producción nacional. Pero mostró señales claras de decaimiento que se confirmaron en 2004. Por tercera vez en su historia registró un descenso. Pero, a diferencia de los dos anteriores, éste registró dos características muy delicadas: 1) fue mucho mayor que en 1995 y en 1999: 419 mil barriles al día; 2) se experimentó en etapa de caída del yacimiento, pues sólo queda 43 por ciento del total recuperable, luego de que en 2004 ingresamos a la delicadísima segunda etapa de explotación de Cantarell, la dramáticamente descendente y con costos crecientes y -todavía peor- con una tasa de recuperación de reservas de sólo 23 por ciento, una de las más bajas de la historia.

De seguir así y suponiendo que se lograra una producción estable del orden de los 2 millones de barriles al día, el crudo se terminaría de extraer en dos sexenios más, o menos si se actuara en la misma línea sobrexplotadora y descuidada, pero captadora de dólares de este gobierno. (Un gobierno que, sin el mayor pudor, al informar el pasado 18 de abril sobre nuestras reservas, ofrece oportunidades de inversión en la página web de Pemex). Sí, sólo dos sexenios del yacimiento más rico de México, siempre y cuando -en números oficiales redondos- el volumen de crudo remanente del yacimiento fuera de 9 mil millones de barriles, de un total original recuperable de 20 mil millones, de los cuales ya se han extraído 11 mil. Recordémosle a la Secretaría de Hacienda que, en adelante, la explotación tendrá un agravante terrible: costos crecientes de producción, con efectos dramáticos para el ingreso fiscal. ¿Realmente es necesario otro ejemplo para mostrar la irresponsabilidad de este gobierno y la urgencia de otro gobierno honesto, popular, nacionalista y comprometido con la justicia económica y el bienestar social? ¡Sin duda que no! Por eso, tras el silencio, la exigencia. Y con el riesgo, la oportunidad. ¡Por la nación de la esperanza!

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