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PROYECTOS MUTANTES DEL CANCILLER 25 de abril de 2005
En el otoño de 2000, Luis Ernesto Derbez acudió como representante del recién electo presidente Fox a la reunión anual del FMI y el Banco Mundial en Praga. Allí ofreció que la nueva administración daría pasos importantes para mejorar la competitividad de la economía. Luego fue nombrado secretario de Economía y los resultados no aparecen por ningún lado. Como canciller, ni qué decir. Las ocupaciones que ha recorrido en los últimos cuatro años resumen en parte lo que ha sido este gobierno: muchos planes y pocos resultados.

Víctor M. Godínez

Derbez P7Un objetivo declarado al inicio del gobierno del presidente Fox en política exterior fue aumentar la presencia de mexicanos en los organismos internacionales. Se decía que con ello se incrementaría la influencia de México en el mundo. No se conoce información que permita verificar si este objetivo en verdad se persiguió y, si así se hizo, qué tanto éxito se obtuvo hasta ahora. Lo que sí se conoce es el intento, emprendido en la primera fase de este periodo presidencial, de colocar a la cabeza de la Organización Mundial de la Salud al secretario del sector. El fracaso fue rotundo y el doctor Frenk sigue despachando en sus oficinas de la calle de Lieja.

Ahora, al aproximarse la etapa final de su gobierno, el presidente pretende aupar a su canciller a la cabeza de la Organización de Estados Americanos (OEA). Esta decisión es sin duda legítima, pero la opinión pública no sabe bien cuál es su utilidad para el país ni cómo se articula ese propósito con los intereses de largo plazo de la nación. El activismo mostrado por Derbez para promover su candidatura en varios países del continente contrasta con la falta casi total de explicaciones a sus conciudadanos acerca de las razones de su postulación. Dado que ni el Presidente ni el secretario han creído necesario aclarar por qué es importante y pertinente esta candidatura y qué se persigue con ella, crece la impresión de que sólo se trata de una ocurrencia.

Es lugar común entre los internacionalistas decir que la política exterior de un país es una prolongación de su política interna. La ocurrencia de colocar al canciller Derbez a la cabeza de la OEA guarda coherencia con uno de los escasos proyectos desplegados con mayor constancia y consistencia después de 2000 por la clase política mexicana, en especial por los grupos más identificados con la retórica del cambio y la transición. Me refiero al proyecto que en los hechos sustituyó al de la reforma del Estado y que consiste en ocupar, para perpetuarse en ellos, todos los espacios de poder que estén al alcance de los políticos.

No debiera sorprender por consiguiente que, apenas unos días después de haber anunciado su aspiración de ser considerado por el PAN, su partido, como precandidato a la Presidencia de la República, Luis Ernesto Derbez haya cambiado de manera súbita su preferencia para optar por contender por la secretaría general de la OEA.

OEAP7En algunos sectores se presenta la candidatura del canciller como asunto de interés nacional. "Si el dilema es que la secretaría general de la OEA la ocupe un chileno o un mexicano ­comentó un periodista de los medios electrónicos­, no tengo ninguna duda: estoy con el mexicano". Tal opinión no compromete más que a su emisor y a alguno que otro nacionalista despistado, pues lo cierto es que las pretensiones de Derbez sólo cuentan en México con el aval político del Presidente, de sus amigos y quizá de su partido. Debe reconocerse que en este punto hay una diferencia sustancial con la situación de su contrincante chileno, que al presentar su programa al Consejo Permanente de la OEA el pasado 1° de febrero fue acompañado por líderes políticos de los partidos de oposición y de los que forman la alianza gubernamental, como una manera de hacer constar que su candidatura refleja consenso nacional. Nuestro canciller no podría pagarse ese lujo, pues su proyecto tiene una fuerte connotación personal y de grupo, y hasta el momento ni él ni el gobierno han adelantado ningún argumento que permita vincular seriamente su candidatura con las prioridades políticas, sociales y económicas del país.

La desconexión de este proyecto con las grandes prioridades nacionales es un tanto más lamentable si se toma en cuenta el desgaste innecesario que ha supuesto para las relaciones exteriores de México a escala continental. Es un hecho que la contienda entre el secretario Derbez y José Miguel Insulza, el ministro chileno del Interior, introdujo una lamentable rivalidad con un país con el que se había construido un puente de interlocución con América Latina al momento en que, a raíz de la suscripción del TLCAN con Estados Unidos y Canadá, se percibía en el subcontinente un alineamiento de la diplomacia mexicana en torno a la gran potencia continental y mundial.

Las circunstancias particulares en que se ha llevado a cabo la disputa por la secretaría general de la OEA (retiro del candidato original de Estados Unidos, el salvadoreño Francisco Flores, y apoyo activísimo de este país al canciller mexicano, que funge como el auténtico second best de nuestro poderoso vecino), hacen que se extienda por todo el continente la imagen del postulante Derbez como un incondicional de la Casa Blanca. Dadas la polarización de las preferencias y del voto, así como la aparente irreductibilidad de las posturas de los contendientes y sus principales valedores, esta imagen no es la mejor para competir con buen cartel en la segunda vuelta de las elecciones. Pero, sobre todo, no es la mejor imagen para que, en caso de ser elegido secretario general de la OEA, Derbez encabece con credibilidad la reforma que esta organización demanda hace ya muchos años para salir de la irrelevancia y contribuir a superar los grandes déficit institucionales del sistema interamericano.

La OEA podría ser muy importante en el concierto continental de las naciones, pero lo cierto es que hoy tiene un dudoso prestigio. Cada vez que se presentan crisis en el hemisferio ­como las producidas en tiempos recientes por las fricciones entre Venezuela y Colombia o por las convulsiones político-sociales de Haití y Bolivia­ su falta de eficacia se evidencia.

Una condición necesaria, aunque insuficiente, para que la organización desempeñe un papel más eficaz y apegado a su misión institucional es tener un secretario general que ejerza un liderazgo político reconocido y avalado por los estados miembros. Para superar el prolongado letargo de la OEA se requiere además de un proyecto innovador que posibilite su reforma y su puesta al día con los grandes asuntos y problemas continentales. Son escasas las ideas que se han avanzado al respecto en la actual disputa por la secretaría general. En su comparecencia del 12 de enero ante el Consejo Permanente, Derbez presentó un extenso catálogo de buenas intenciones generales en campos tan dispares y disímiles como la prevención de desastres naturales, educación, turismo sustentable, seguridad estratégica y perspectiva de género. Nada dijo, sin embargo, sobre la reforma, el fortalecimiento y la modernización del organismo. Falta saber si fue un olvido o una definición programática §


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