Usted está aquí: martes 26 de abril de 2005 Política Hacia la cultura de la legalidad

José Blanco

Hacia la cultura de la legalidad

La estrella del poder compartido de Fox y su cónyuge declina ya precoz y verticalmente. Los tropiezos políticos y jurídicos del Ejecutivo son cada vez más aparatosos y producen ya no sólo indignación en una franja creciente de la población, sino también hilaridad en otra, que no alcanza a entender la desmesura de los disparates y los bumeranes que el Presidente y colaboradores lanzan como precisas ocurrencias para que el poder se les vuelva agua y se les escurra entre las manos.

El gobierno del cambio que nada cambia, la conducta insultante y el enriquecimiento completamente explicable de los hijos de la primera dama, la PGR navegando en los carritos locos de las ferias, las pretensiones y actuaciones parlanchinas del canciller, y mil decisiones más sin futuro para la nación, como telón de fondo de la descomunal equivocación política que está perpetrando Fox con el caso de López Obrador, van disminuyendo a un Presidente ahora casi mudo y azorado por el callejón sin salida en el que se metió a tranco largo, que así lo permiten su extensas extremidades inferiores.

Todos los días la perinola de Los Pinos, después de terminar su giro, dice en su cara superior: el Ejecutivo pierde. Y es que la perinola de Los Pinos dice eso en todas sus caras. Fox no tiene salvación posible. Si hoy mismo echa para atrás el pequeño compló que armó contra el tabasqueño y para en seco el muy poco brillante procesillo penal que se inventó; en una palabra, si recula como hizo en el caso del aeropuerto de Atenco, habrá sufrido una contundente derrota política frente al jefe de Gobierno; si continúa aferrado a eliminarlo de la lid electoral -más aún si lo mete a la cárcel-, su derrota será mayor, porque AMLO crecerá políticamente como nunca en el pasado. Si es negro pierde y si es blanco también, y aquí no hay grises.

Es previsible que el presidente Fox ya no pueda frenar porque se halla en una pendiente cercana a la línea vertical. Estamos así frente a la crónica de una espectacular derrota política anunciada. Una cosa distinta es si este affaire le basta a AMLO para llegar a Los Pinos.

La mayor paradoja del caso es, sin duda, la forma lastimosa en que Fox se le volteó el chirrión por el palito. AMLO fue acusado de violar la ley y, frente a una proporción creciente de la población y aún de la opinión pública del exterior, es Fox quien está empeñado en una fragante violación de la ley para eliminarlo, en condiciones tales que quien mayormente siente violados sus derechos es la población misma. Los derechos electorales, los derechos de elegir y ser elegido, parecen haber llegado para quedarse en la cultura legal de la población. Frente a la sociedad, el Estado de derecho del que Fox ha hablado sin parar resultó arbitrariamente pisoteado como tepocata o víbora prieta, por unas botas vaqueras. Esa es la lección política que está configurándose y que en Los Pinos no pueden ni podrán ver.

Suele ocurrir, es verdad, que no hay mal que por bien no venga. Como diversas voces han captado, las chicanadas legales contra AMLO, provenientes de una coalición de intereses con nula legitimidad frente a la sociedad, han mantenido a la población -extrañamente, porque México ha carecido históricamente de una cultura de la legalidad- en una actitud de defensa auténtica de la ley. Las violaciones a la legalidad que haya cometido AMLO durante su gestión hoy son invisibles para su creciente número de seguidores y, en cambio, les resulta obvia la violación a la ley por el Presidente. Hoy nadie puede ver en México al Ministerio Público sino como lo que es: un apéndice de Los Pinos, y empieza a ser claro: es el medio para violar la ley desde el Ejecutivo.

¿Podemos estar asistiendo en nuestro país al alumbramiento incipiente de la cultura de la legalidad? Es quizá la absolutamente involuntaria aportación del presidente Fox. Sin duda el gobierno dividido ha contribuido como factor estructural, pero ahora parece poder traducirse en parte de la cultura cívica de los ciudadanos. Si era imposible visualizar de qué modo podía nacer la cultura de la legalidad en la sociedad mexicana, la liebre parece haber saltado en el punto menos esperado del camino: la fatigosa contienda entre Fox y el jefe de Gobierno.

En adelante, los funcionarios públicos tendrán que extremar sus cuidados en los fundamentos legales de su actuación, y acaso los partidos sean capaces ya de llevar a cabo una reforma judicial que implique la efectiva autonomía del Ministerio Público. Acaso todo esto sea demasiado optimismo y, en cambio, tengamos una traslación del poder en 2006 repleta de peligros no conjurados hoy por los partidos políticos.

En tal sentido son de reconocerse los esfuerzos de AMLO por llamar a la población a pelear su espacio político mediante procedimientos no violentos. Es ése el espacio donde todos los partidos políticos tendrían que contender, sin lo cual no tendremos gobernabilidad por falta de la conformación de un régimen de gobierno legítimo.

 
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