Usted está aquí: miércoles 27 de abril de 2005 Opinión Primum non nocere

Arnoldo Kraus

Primum non nocere

Primum non nocere es, quizás, el mantra más repetido por todos los médicos en el mundo. Primum non nocere significa: "primero no dañar". La mayoría de los médicos saben que esa frase pertenece a Hipócrates, el famoso galeno griego, padre de la medicina moderna; muchos piensan, equivocadamente, que esa magnífica sentencia es de la autoría del celebérrimo Juramento Hipócratico. El quid es que los médicos aprendemos, día a día, que lo "primero es no dañar". Suena fácil, pero no es así: cuando se ejerce cualquier forma de poder dañar es muy fácil. Lo deberían saber Vicente Fox y asociados.

A partir de la embestida desaforadora y hasta el día de hoy, pasando por la marcha el silencio y por las incontables voces nacionales y extranjeras que condenan el acto, la maquinaria foxista ha sumido al país en cierto caos, donde desconfianza y repudio por la vileza y la torpeza del desafuero son temas comunes. Creo no equivocarme al afirmar que desde la aparición del movimiento zapatista no había tanto malestar en la sociedad mexicana, aunque en esta ocasión la inquina es mayor y conlleva otro tipo de desasosiegos (en plural). El gobierno de Fox -en un inicio de Fox y del PAN- fue un régimen elegido democráticamente. Fue una elección en la cual muchos sufragaron por él y otros emitieron su voto para sepultar al PRI, aunque no comulgasen con el ideario ni la personalidad -¿cuál?- de Vicente Fox. La esperanza se llamaba cambio y el apellido fin del priato. Destronar al PRI era suficiente. Pocos pensaban que el tiempo unificaría a Fox y al PRI.

Desconozco cuáles son los códigos éticos de la política mexicana, pero intuyo que poco entienden de deontología nuestros dirigentes. El desafuero es una clara muestra del desaseo ético de quienes dirigen el país y de la mayoría de quienes asisten a San Lázaro. En la coyuntura actual, al hablar del affaire desafuero y al pensar en las virtudes de los desaforadores, no pienso, ni siquiera, en cultura política, en estudios universitarios, en publicaciones prestigiosas o en el conocimiento de la historia del país y de la realidad contemporánea por parte de nuestros jerarcas. Si existiesen esas virtudes no habría por qué escribir estas líneas. Al cavilar acerca del desafuero y de sus actores hablo de algo inefable: del desaseo ético de nuestros políticos.

Primum non nocere debería ser máxima de todo político. "Primero, no dañar" debería ser el motor que rija las decisiones de cualquier persona investida de poder. Los eticistas saben bien que los valores de la ética y los intereses personales son dos fuerzas rivales que con frecuencia coliden. Cualquier político medianamente ético, y medianamente letrado, debería entender que en su labor diaria los valores del país -llamémosles democracia, justicia, libertad, lucha contra la pobreza- deben anteponerse a sus valores y necesidades personales -llamémosles poder, corrupción, antipatía por rivales políticos. Todo ser humano navega día a día entre ese vaivén de realidades: preservar los valores éticos sobre los intereses personales. En el affaire desafuero es preclaro que la matriz humana y ética de nuestros dirigentes optó por la sumisión, por la despersonalización, por el voto cómplice y descabezado, por sepultar al rival sin que importe la nación. Todo un tratado de desaseo ético.

Desaseo ético es un término que bien define a nuestros jerarcas y que así es leído allende las fronteras. De poco servirán los enviados de Luis Ernesto Derbez a las embajadas mexicanas en el extranjero: pretender aclarar la legalidad del desafuero resultará contraproducente. Estoy seguro de que sus argumentos poco inteligentes poco conseguirán ante la realidad de la tropelía y ante la mirada crítica de analistas independientes. El anuncio de Derbez y su valiente acometida me recuerda aquel proverbio inglés que el comisario de policía Raskolnikov citaba en Crimen y castigo: "Ni cien conejos hacen un caballo ni cien conjeturas hacen una evidencia". Esperemos las noticias.

El desaseo ético es nauseabundo. A estas alturas del fracaso foxista y ante el cúmulo de tropiezos y groserías, ni todos los caballos del mundo ni todos los conejos servirán para enderezar el daño causado por los desaforadores. Si acaso nuestros políticos lograsen entender el significado de "Primero, no dañar", de mucho habría servido el tremendo brete en que han sumido a la nación. Pobre Presidente Fox. Pobres diputados mexicanos. Pobre país. Pobres nosotros.

 
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