Usted está aquí: miércoles 27 de abril de 2005 Opinión Un horizonte para la izquierda

Luis Linares Zapata

Un horizonte para la izquierda

Los mexicanos que salieron a las calles de la ciudad capital el pasado domingo 24 de abril manifestaron con furia, imaginación, número y silencio su inconformidad con la irresponsable tentativa que pretende negarles derechos electorales. Pero, también, dieron abultada presencia a todo un movimiento de arraigada visión política. La izquierda nacional, como parte del conglomerado plural de la sociedad, tiene y está dispuesta a defender su derecho de llegar al poder y gobernar de acuerdo con una determinada visión de país. Después de la demostración de su músculo nadie podrá, sin incurrir en graves consecuencias, coartar, con argucias legales, desplantes publicitarios y uso indebido de las instituciones públicas, lo que se han ganado de diversas, duras maneras y en lo que ha perseverado durante años, décadas quizá.

La transición democrática de México ha sido larvada, no siempre trabajada con claridad, con avances notables seguidos de tironeos y dudas, pero de inmediato vuelta a rencauzarse con reciedumbre admirable con las aportaciones de miles de individuos. Cuarenta años cuando menos le ha tomado si aceptamos como su punto de partida los años 60. Aquellos preñados años que vieron la protesta estudiantil y las masacres ordenadas desde el poder, ante las cuales muchos todavía penan, pues quieren llevar a los criminales ante los tribunales para que reciban su merecido castigo. Aunque pueden ser todavía más lejanos esos orígenes si volvemos a los albores de su insurgencia, allá por los años 50, cuando irrumpieron en la escena pública los ferrocarrileros y los maestros con su golpeteo al modelo autoritario.

Pero el 2000 fue, sin duda, uno de los momentos estelares de la transición. Lo que ha seguido después de la expulsión del PRI de Los Pinos ha caído en contradicciones y hasta francos retrocesos. Las rutas abiertas, que presagiaban modificaciones de estructura, se han nublado, achatado en sus ambiciosas metas y vaciado de profundidad en sus contenidos. Lo peor, sin embargo, es la intención, avistada en el desafuero y la inhabilitación, de volver a las épocas del líder nato, del coágulo de poder que decide, impelido por un grupo de notables, por una camarilla de privilegiados, quién puede ser o no ser candidato a la Presidencia de la República. Tal como lo hemos visto, de manera repetida, en estos aciagos y peligrosos días que deforman la actualidad del país.

El movimiento que tomó las calles citadinas es sólo una parte del río humano que se viene fraguando a golpes de deseos ciudadanos por afianzarse como tales. Quiere, porque así lo empieza a expresar, dar pruebas fehacientes de su voluntad de concretar un gobierno apegado a justiciera igualdad. Tal movimiento chocó, de frente, con la coalición de intereses, disfrazados de legalidades imperiosas y buena fe, que alentó una parte de la elite directiva del país. Esa colisión va dejando una estela de caídos en desgracia, de incredulidades para con aquellos que provocaron, y una rabia contenida que apenas puede encontrar canales de salida. Pero, al mismo tiempo, ha ido acelerando la toma de conciencia de una que ya es, en verdad, mayoría popular.

No se trata sólo de apoyar al señor López Obrador para que encabece, en la forma de una candidatura partidaria, las esperanzas de ese movimiento de la izquierda tras el poder y hacerse con la oportunidad que hoy le presenta la historia. Se trata de posibilitar la llegada al poder de una corriente que modele la cultura ciudadana en el cuerpo colectivo y retome la validez de conceptos tan mal honorados como la soberanía y la independencia nacional. Sabedores de que para ello es indispensable lograr mejores niveles en la calidad de la vida cotidiana de los mexicanos.

Ha llegado la hora, porque estamos al borde de lo que Muñoz Ledo catalogó de catástrofe, de oír lo que murmuraron, lo que gritaron, lo que escribieron, lo que transmitieron con su acalorada marcha callejera los cientos de miles de corajudos y ofendidos ciudadanos que salieron a rechazar las maniobras represivas de la oficialidad y sus aliados partidistas y privadas. Exigen la oportunidad, que entrevén a su alcance, de ayudar a construir una mejor patria para todos, en especial para los que han sido dejados fuera del reparto. Ese es el horizonte tras el cual caminan esos ciudadanos que desbordaron las calles citadinas y que ningún insensato podrá negarles.

 
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