Usted está aquí: sábado 30 de abril de 2005 Opinión Reflexiones sobre un domingo de sol en la ciudad

Adolfo Gilly

Reflexiones sobre un domingo de sol en la ciudad

Ampliar la imagen Panorama de la marcha del silencio el pasado 24 de abril. En la gr�ca, Bernardo B�z, Jes�tega, Cuauht�c C�enas, Pablo G�, Alejandro Encinas, Leonel Cota, Leonel Godoy y Mart�atres FOTO Carlos Ramos Mamahua

Regocijo: es tal vez la palabra que define el estado de ánimo del millón de personas que, a furor di popolo, como dicen los italianos, restablecieron a An-drés Manuel López Obrador en su cargo de legítimo jefe de Go-bierno del Distrito Federal.

Esa multitud, organizada y no, salió a las calles a defender su voto, pasado y futuro, a restablecer la democracia y a re-parar el agravio a la ciudad cometido por los tres poderes de la Federación: el Ejecutivo, el Legislativo (con sus 360 bu-fones llamados diputados) y el Judicial (con su bufón solitario, el ex subprocurador Carlos Javier Vega Memije).

Era una inmensa movilización con mu-chas iniciativas y figuras originales y conmovedoras, entre ellas la de innumerables ancianos que salieron a defender su derecho y su conquista, la pension universal, y la afirmaron así para el futuro próximo en todo el territorio nacional. Una de tantas pancartas, escrita a mano, decía: "Nosotros los López, ustedes los ricos".

Teniendo de su parte la razón, la fuerza y el mandato popular, retomó el jefe de Gobierno el cargo para el cual fue elegido en julio de 2000. Con la renuncia del procurador Rafael Macedo de la Concha, la derrota de los 360 bufones es completa. ¿Renunciarán a sus curules?

La gran manifestacion del domingo 24 dio tambien la forma de masas en que, hoy por hoy, ha cuajado la crisis política de los partidos, las instituciones y los medios: la afirmación de la figura de un dirigente popular que se alza por encima de partidos e instituciones, y se comunica directamente con sus seguidores en tanto que masa movilizada.

Es una figura clásica en la historia política que suele aparecer en los mo-mentos de crisis catastróficas del mando institucional y que puede tomar orientaciones diferentes según las naciones y las épocas. Carlos Marx, Max Weber, Antonio Gramsci y Elías Canetti, entre otros, se ocuparon de esa figura. Pero este es otro tema.

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El domingo 24 López Obrador se apoyó, por supuesto, en el PRD, ahora dirigido por un hombre suyo, Leonel Cota. Pero relegó a todo su cuadro dirigente, sin ex-cepciones, a un segundo plano. No caminó con ellos en lo que hubiera sido la descubierta, sino que se adelantó, se separó y marchó solo, acompañado por sus tres hijos y por Yeidckol Polevnsky, la dirigente empresarial que es su candidata, y también del PRD, a la gubernatura del es-tado de México. No le faltaba razón, pues el PRD de hoy, por su propia cuenta, nun-ca habría logrado esa convocatoria.

Ya en el Zócalo, y tomando a todos por sorpresa, Andrés Manuel López Obrador volvió a imponer su mando personal. El único orador, aparte de él mis-mo, fue nada menos que Porfirio Muñoz Ledo. Orador es un decir, porque esa multitud, que no es una masa amorfa de incondicionales encandilados, sino el pueblo de una ciudad que tiene memoria y experiencia acumulada, no lo dejó ha-blar, como ya lo habían hecho no hace mucho en Querétaro los miles de militantes de organizaciones de trabajadores reunidos en el diálogo nacional.

¿Ignoraba López Obrador este antecedente? ¿No supo tomar el pulso o intuir el estado de ánimo de ese Zócalo desbordante? ¿Creyó que pese a todo acatarían su voluntad sin decir palabra? Tal vez no lleguemos a saberlo, pero más allá de las conjeturas podemos imaginar la razón política profunda de esta decisión, en apariencia improvisada en el momento, de recuperar y relanzar la figura de Porfirio Muñoz Ledo en el mayor acto de ma-sas de los tiempos recientes.

Muñoz Ledo representa a una corriente política histórica de la izquierda estatal y desarrollista. Su momento cenital estuvo en 1975, cuando fue secretario del Trabajo del presidente Luis Echeverría y los salarios de los mexicanos, como proporción del producto interno bruto, alcanzaron su mayor nivel en el siglo XX.

De esa izquierda leal a las instituciones en las cuales nació, y cuyo lema es combatir la desigualdad y la pobreza, y no la explotación, el despojo y el racismo, proviene el pensamiento político de Andrés Manuel López Obrador. Contra lo que a veces se dice, se trata de un pensamiento sólidamente configurado que no depende de sus asesores o escribidores. Ese pensamiento también cuajó en el discurso del Zócalo, que merece ser analizado en detalle y está escrito en los términos en que el mismo López Obrador piensa, imagina y razona.

Muñoz Ledo fue puesto en el lugar en donde debía estar, aunque la plaza no pensara lo mismo.

Por eso uno de los intérpretes y colaboradores más cercanos del jefe de Go-bierno, Manuel Camacho, regente del Distrito Federal bajo el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, hizo una precisa y bien pensada declaración: "López Obrador no habla en el aire. En el momento de mayor fuerza en el Zócalo, frente a cientos de miles respaldándolo el pasado do-mingo, le dice a la gente: 'vámonos por la vía pacífica; si somos gobierno, no habrá represalias; no soy hombre de rencores; debemos defender las instituciones; es necesario mantener los equilibrios ma-croeconómicos" (El Universal, 27/04/05).

Tal vez para no desdibujar ese perfil del discurso, en éste no aparecieron la autonomía y los derechos indígenas ni la política exterior. Sin embargo, hace apenas cuatro años la causa y la lucha de los indígenas mexicanos había colmado también ese mismo Zócalo, con ese mis-mo pueblo, que no ha olvidado ni se ha disuelto.

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En un fino artículo ("Caballo de Troya", La Jornada, 27/04/05), en el cual festeja el éxito de la marcha del domingo 24, Alejandro Nadal se pregunta si ya permitió López Obrador que "los corruptos, los oportunistas, los arquitectos de los pactos de la nación", cuyo "dizque análisis es una farsa, un engaño para el pueblo", se introdujeran cual caballo de Troya en su campamento.

Con cierta melancolía se responde: "Los postulados para un proyecto alternativo de nación indicarían que eso efectivamente ya sucedió. Los 'postulados' son un embrollo de lugares comunes, producto de un deficiente análisis del momento por el que atraviesan México y el mundo. Quizá todavía hay tiempo para destruir ese se-gundo caballo de Troya, escuchar otras voces y leer bien las señales".

Me atrevo a pensar, junto con Manuel Camacho, que López Obrador "no habla en el aire": sabe lo que dice y dice lo que piensa. No hay malos asesores que lo desvíen. Cada quien, con pleno derecho, forma sus equipos y escoge a sus asesores conforme a sus ideas y sus proyectos: así lo hizo Carlos Salinas con Manuel Ca-macho y Socorro Díaz, así lo hizo Vicente Fox con Porfirio Muñoz Ledo y Rafael Macedo de la Concha, así también lo hace Andrés Manuel López Obrador con los suyos propios.

Sin enfrentar ni quedarse al margen del movimiento popular que está luchando por la democracia, por sus derechos y por la soberanía nacional, sin ponerse a la cola o sumarse a la cargada como seguidores incondicionales, la izquierda autónoma e independiente de las instituciones, las asesorías y los partidos de este ré-gimen en crisis, necesita hoy una vez más organizar sus propias ideas, defender el presente, preparar el porvenir.

Donde dice "desigualdad" hay que escribir "explotación"; donde dice "po-breza", "despojo" y "racismo"; donde di-ce "política exterior", "alianza y unidad con América Latina".

La izquierda autónoma necesita hoy hacerlo por su cuenta, fuera de las instituciones, a partir de su larga experiencia y del patrimonio de ideas y de hombres y mujeres que ha acumulado en sus luchas desde 1968, 1988, 1994 y 1999 en adelante, incluida esta fortísima movilización por la democracia.

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A la altura del Palacio de Bellas Artes un hombre avanzado en edad, fuerte de físico y blanco de cabellos, vino y me dio un abrazo: "¡Cómo estás, Adolfo, qué gusto verte aquí!". "¿Y tú quién eres", le dije en el abrazo a ese rostro sonriente y amistoso, vagamente presente en mi recuerdo.

Me recordó su nombre y agregó: "Estuvimos juntos en la Tendencia De-mocrática de los electricistas, con Rafael Galván, allá por los años 70, ¿recuerdas? Yo estaba en el STERM de Zacatecas, después en Comitán. Ya me jubilé y ahora estoy aquí con mis hijos y mis nietos, todos manifestándonos".

Con cierto orgullo me los presentó. Claro que me acordaba. Como decían en sus tiempos los comunistas italianos: "Venimos de lejos y vamos lejos". En la experiencia y las ideas de las tres generaciones de familias de trabajadores como ésta, y en muchas otras individualidades y comunidades parecidas, que piensan con cabeza propia y actúan por propia iniciativa, tiene que nutrirse una vez más el pensamiento y la organización de nuestra izquierda mexicana.

Nueva York, 28 abril de 2005.

 
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