Usted está aquí: sábado 30 de abril de 2005 Opinión Las peculiaridades del golpe de Estado en Ecuador

Gonzalo Martínez Corbalá

Las peculiaridades del golpe de Estado en Ecuador

El deterioro en Ecuador ha venido acentuándose desde diciembre pasado. Las protestas callejeras en contra del ahora ex presidente del país, Lucio Gutiérrez, se hicieron cada vez más violentas hasta llegar al punto de la oposición frontal y directa al propio mandatario, y a toda la clase política completamente desacreditada.

Se habló ya de un golpe de Estado, el cual es tan atípico, en todo caso, que verdaderamente no se sabe realmente quién se lo dio a quién, puesto que el principio del fin empezó por el cese en sus funciones del tribunal supremo en su totalidad, argumentando precisamente un golpe de Estado institucional.

Las raíces de todo van hacia el año 2000, en el que quien ahora es presidente de la nación dio también un golpe en diciembre de ese año, en alianza con Abdalá Bucaram, conocido nacional e internacionalmente como El Loco, quien gustaba de componer música y disfrutar del baile en las discotecas de Quito siendo presidente, y derrocado también en un conjunto de actitudes que en Ecuador no son ya precisamente tradiciones antiguas, sino normas actuales de la vida diaria de conducta política y social en ese país.

Condoleezza Rice, la secretaria de Estado estadunidense, está en estos momentos en Chile en juntas con el presidente Ricardo Lagos, presentándole a sus acompañantes en el Palacio de la Moneda, precisamente en donde se escenificó el trágico golpe de Estado que asestó Pinochet al entonces presidente Salvador Allende, quizás precisamente en el mismo salón en el que murió el mandatario elegido por el pueblo de Chile.

El derrocamiento del presidente de Ecuador, Lucio Gutiérrez, no se ajusta exactamente a los múltiples modelos de golpe de Estado que han tenido lugar, excepción hecha de México y de otros pocos países latinoamericanos, a pesar de todas las críticas que se nos han prodigado por algunos escritores e intelectuales, que habrían acertado si se hubieran quedado cumpliendo -brillantemente por cierto- esta función en lugar de incursionar en la política con muy poco éxito. No cuadra este caso tampoco con el golpe chileno, ni con los varios que tuvieron lugar en el vecino país tras la cordillera de los Andes, Argentina, en diversos tiempos y modos, ni con los venezolanos o los bolivianos. Por mencionar únicamente algunos de los países que han sido víctimas de derrocamientos o golpes de Estado, que muy frecuentemente han sido alentados, y hasta financiados, desde el exterior.

En el caso de Chile, Kissinger cuenta en sus Memorias, con toda frialdad y con mucho detalle, cómo se organizó y se financió desde Washington, y por intermedio del embajador Nathaniel David, el golpe al que eufemísticamente se llamó "pronunciamiento militar" durante la dictadura de Pinochet, por disposición del gobierno estadunidense, por supuesto.

Condoleezza Rice habrá podido observar desde los balcones de La Moneda, del despacho del presidente ejemplarmente demócrata Ricardo Lagos, la estatua de Salvador Allende, que se levantó por órdenes suyas frente a la puerta misma por donde salió el cuerpo del mandatario, con los pies por delante, como él mismo solía decir que sería la única manera en que saldría del palacio de gobierno antes del término de seis años para el que fue elegido por el pueblo chileno. El monumento fue inaugurado por el propio presidente Lagos, con la asistencia de la viuda de Allende, doña Tencha, y de la familia toda, así como de muchos de los colaboradores del presidente mártir.

Hace apenas una semana que el ahora ex presidente de Ecuador Lucio Gutiérrez huyó en medio de la revuelta, y el vicepresidente Alfredo Palacio asumió el poder. Al intentar huir del país, el presidente derrocado, en medio de la violencia generalizada en las calles de Quito, fue detenido unas dos horas después, en un cuartel del ejército, cuya intervención en todo este movimiento está todavía confusa, y de cualquier manera no fue completamente definida, como en el caso de Chile, desde que se inició el golpe en la clandestinidad.

Alfredo Palacio había tomado posesión en el Parlamento desde antes de la detención de Gutiérrez, quien impidió la salida de éste y de Abdalá Bucaram, a cuyo regreso a Ecuador se atribuye el desencadenamiento de la violencia en Quito. La destitución de Gutiérrez provino del Parlamento. El trató inútilmente de huir en un helicóptero con destino a Chile o a Panamá para pedir asilo político. Es completamente innecesario intentar hacer una comparación con el valor personal de Salvador Allende, que llegó hasta la heroicidad del sacrificio de su propia vida antes de rendirse y entregarse a la junta militar presidida ya por Pinochet.

Los manifestantes, que se mantuvieron en pie de lucha aun después de la caída de Gutiérrez, se organizaron para vigilar al nuevo gobierno, y para exigirle que se convoque a nuevas elecciones y que se plantee de inmediato una moratoria al pago de la deuda externa. Estos fueron llamados Los Forajidos, y al grito de: "Quito despertó y no nos para nadie" pidieron que los objetivos centrales de la insurrección no se desvirtuaran, haciendo suya la destitución de Gutiérrez por el Parlamento y creando un movimiento popular de gran fuerza, que estaba ya imponiendo sus planes y objetivos inmediatos al nuevo gobierno encabezado por el ex vicepresidente Alfredo Palacio.

Lo que inicialmente pudo considerarse un golpe de Estado, ciertamente atípico, se convirtió en la revuelta popular de Los Forajidos. Una de sus primeras tareas fue la de invalidar a toda la clase política ecuatoriana, y luego superar la enésima crisis política que ha tenido lugar en ese país, creada en realidad, esta vez, por los abusos del poder de Gutiérrez, quien con la destitución en masa de los jueces integrantes del Poder Judicial desencadenó todo el movimiento en su contra culminando con su derrocamiento y su huida del país hacia Brasil, en donde se le ha concedido finalmente el asilo político. Están por verse todavía las consecuencias en otras esferas del poder y de la economía. No hay que olvidar que Ecuador es un país productor de petróleo. Como dice el viejo dicho popular mexicano: "ya éramos muchos y parió la abuela", pensando en los problemas que ya tiene el mercado internacional del petróleo con los problemas geopolíticos en otros países suramericanos, como Venezuela y Colombia.

 
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