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LA UNION DE DOS GIGANTES 2 de mayo de 2005
China se ha convertido en un voraz consumidor de materias primas. Brasil, la mayor economía latinoamericana, ha visto abrirse una ventana de oportunidad. Provee a ese país de insumos, pero al tiempo ha buscado asociaciones estratégicas que incluyen un acuerdo entre empresas de aviación y productores de acero. Mientras, México lamenta la pérdida de capacidad de competencia ante las mercaderías chinas.

Jonathan Wheatley, Sao Paulo

La economía china es al parecer incapaz de crecer a una tasa menor de 10 por ciento al año y, así, afecta el crecimiento global y succiona materias primas y capacidad productiva de todo el mundo.

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Para algunos en América Latina esto representa grandes desafíos. Muchas de las maquiladoras en México, por ejemplo, han transferido sus operaciones a China casi de modo inmediato, causando reducciones del empleo y de ingresos por exportación.

Para otros, el crecimiento chino es una bendición. En América del Sur la exportación de productos minerales y agropecuarios están proveyendo de materias primas a China, que las necesita para la construcción o para producir alimentos, en la medida en que decenas de millones de personas se trasladan del campo a las ciudades.

Brasil está entre los mayores beneficiarios. El aumento de la demanda global impulsada por China llevó el año pasado a un incremento de 30 por ciento de las exportaciones y de su balanza comercial. Así llegó al nivel más alto de 96.5 mil millones de dólares de ventas al exterior y a un excedente comercial de 33.7 mil millones. El crecimiento exportador ha aminorado la presión sobre el pago de la deuda del gobierno, calmando a los inversionistas y ayudando a generar un periodo sin precedente de estabilidad económica.

El comercio no es todo. La necesidad china de largo plazo por una oferta confiable de materias primas significa que está dispuesta a invertir en la infraestructura requerida para hacerlas llegar a su mercado. Delegaciones chinas que viajan a Brasil han hablado de hacer inversiones en ferrocarriles, puertos y otro tipo de infraestructura por unos 8 mil millones de dólares. Inversiones conjuntas están en discusión entre compañías brasileñas y chinas. Algunas operan ya en ese último país.

Entre los pioneros está el fabricante brasileño de aviones Embraer. Entró en China en diciembre de 2001, gastando 25 millones de dólares para adquirir 51 por ciento de una empresa china Aviation Industry Corporation II sobre la base de una demanda estimada de 635 aviones jet de pasajeros para rutas regionales durante los próximos 20 años. Pero el proyecto ha empezado lentamente y Mauricio Botelho, presidente de Embrear, dice que han incurrido en problemas financieros: "Era el momento adecuado para hacerlo ­declaró­, pero tomará más tiempo de lo que pensamos para que haya utilidades".

En otros campos, el movimiento hacia China ha sido también de arranque y freno. Marcopolo, fabricante brasileño de autobuses, ha pospuesto empezar a fabricar partes y refacciones en China como primer paso para la manufactura completa.

Los planes más ambiciosos corresponden la Companhia Vale do Rio Doce (CVRD), grupo minero brasileño que es el mayor productor mundial de hierro.

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"La demanda de China pone a empresas como la nuestra en posición privilegiada", dice Fabio Barbosa, de CVRD. "Tenemos 20 por cieno del mercado chino por la calidad de nuestro producto, ya que necesitan hierro de alta gradación".

CVRD planea producir coque metalúrgico en China con socios locales como Yankuang Group e Itochu Corporation. En Brasil planea construir una acerera en la región norte con Baosteel of Shanghai por 1.5 mil millones de dólares. Con Chalco, productor chino de aluminio, planea construir una planta, también en el norte brasileño por mil millones de dólares.

Estos proyectos también requerirán tiempo para madurar. Roger Agnelli, presidente de CVRD, admitió en marzo que los altos impuestos en Brasil ­equivalentes a 20 por ciento de los costos de instalación del proyecto­ han generado inquietudes acerca de la viabilidad de las plantas de Baosteel y Chalco, aunque dijo que las negociaciones con el gobierno para retrasar el pago de impuestos hasta que las plantas entren en producción podría ser una solución.

La mayor pregunta que se cierne sobre los proyectos de infraestructura es cómo serán financiados. Algunos recursos para proyectos en Brasil podrían ser ofrecidos por el BNDES, el banco de desarrollo gubernamental. Otras fuentes incluyen el BID que recientemente ha instituido un fondo de inversión de infraestructura para Brasil de 575 millones de dólares, para el cual ha contribuido con un préstamo de 75 millones.

El comercio, enfrenta igualmente algunos obstáculos. El rápido incremento de los precios de las materias primas en los dos últimos años llevó a muchos agricultores brasileños, por ejemplo, a destinar más tierra a sembrar soya. Los precios han bajado de nuevo debido a la mayor oferta y muchos han visto crecer los costos de producción por encima del precio en el mercado. Y China ha mostrado ser un socio comercial muy pragmático. Cuando los precios llegaron al nivel más alto el año pasado devolvió cargamentos de soya a Brasil, alegando motivos sanitarios.

Más allá de los problemas cíclicos y de corto plazo, China necesita asegurar la oferta de largo plazo de materias primas y productores como los de Brasil, Argentina y Chile requieren de compradores de largo plazo. Las ventajas de la cooperación son claras desde ambos lados. Para México, el resultado del crecimiento imparable de China es mucho más incierto §


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