Usted está aquí: lunes 2 de mayo de 2005 Opinión Derrota triunfal

Armando Labra M

Derrota triunfal

Técnicamente tal vez se trata de un oxímoron, es decir, un concepto esencialmente contradictorio, como un alto chaparro, un círculo cuadrado o una verdad mentirosa. El hecho es que el jueves pasado nos amanecimos con el despido del procurador Macedo y sus directos colaboradores en lo que, hasta ahora, se puede leer como una derrota del Presidente acompañada de un triunfo de la razón, la democracia y de López Obrador.

También se puede apreciar el hecho como una derrota triunfal del Presidente, quien arrastraba una cauda de inefables dislates, disparates y errores a lo largo de su permanencia en Los Pinos. No digo a lo largo de su gobierno, porque, como ignora Fidel Castro, Fox se jubiló al abdicar como gobernante de México hace ya varios años. De ahí que en el discurso en el que Fox anunció el retiro del ahora ex procurador reiteró dramáticamente su condición de jefe de Estado, como si alguno ignorase que, políticamente, Los Pinos es un cascarón vacío. No hay duda, no tenemos jefe de Estado, aunque alguien habite la casa oficial.

Sin embargo, como lo que importa en política son los saldos, es necesario reconocer que finalmente todos salimos ganando en la medida que el cese del procurador viene acompañado de dos compromisos: no impedir a nadie que participe como candidato en las elecciones de 2006 y reunirse, pronto, con López Obrador.

¿Perdurará la palabra del señor Fox esta vez? ¿Cumplirá sus compromisos o sucederá como en tantas otras ocasiones? La gravedad del tema hace suponer que no habrá marcha atrás, afortunadamente. El desplome de la popularidad de Fox y de las preferencias favorables a los panistas son razones menos importantes para los mexicanos, pero con certeza pesan mucho en las decisiones del inquilino de Los Pinos. Incumplir significaría el derrumbe de Fox y el PAN, pero cumplir apenas evitará en alguna medida esa tendencia. Por ello es de suponer que en esta ocasión habrá coherencia, sobre todo si Acción Nacional pretende sobrevivir en la vida política nacional. El precio en términos de desprestigio ya es inmenso, pero puede crecer hasta anular sus posibilidades en 2006, en caso de que prosigan las torpezas a que nos tienen acostumbrados. A ver.

Comparte una buena tajada de la derrota el PRI, en la exacta medida que colaboró con los despropósitos en que ha incurrido el gobierno en su obsesivo afán de sacar de la carrera presidencial a López Obrador y de pasada descarrilar al PRD. El PRI ha jugado maliciosamente, sin incurrir en riesgos, operando a trasmano. A corto plazo apostó a que el gobierno foxista le sirviese gratuitamente al eliminar a su principal adversario, y a más largo plazo, al mismísimo PRD, reviviendo el añejo y putrefacto proyecto de arribar en México a un sistema bipartidista semejante al estadunidense. Para el PRI no hay triunfo desde ninguna óptica en los acontecimientos recientes que comentamos y así lo revelan las airadas declaraciones de Roberto Madrazo aparecidas en la prensa el viernes pasado, en las que pide a Fox no meterse más en la sucesión.

Quien más sale ganando de los acontecimientos recientes es la ciudadanía. No sólo porque a través de concentraciones masivas sin precedente en cuanto a número, orden y contundencia convoca a la comunidad nacional y mundial en torno a una lucha claramente popular y justa, sino porque la sociedad comienza a organizarse y a perfilar un quehacer político inédito en el país.

La tensión innecesaria y torpe a la cual se ha empujado a la vida política nacional en tan sólo cinco años ha desatado un amplio repudio que, como suele suceder en México, provoca en la sociedad reacciones colectivas de gran vigor y efectividad. Es usual evocar la reacción ciudadana en los sismos de 85, cuando el gobierno careció de respuesta mientras la gente salió a la calle y organizó las tareas de rescate que no pudo imaginar ninguna autoridad.

Algo similar sucede ahora. Esa idiosincrasia comunitaria frente a las crisis es un rasgo esencial de los mexicanos, que ahora se expresa en la proliferación de grupos que se organizan, reflexionan y construyen alternativas políticas para la nación, ante la mediocridad o inexistencia de ofertas políticas provenientes de los partidos políticos o del gobierno, y ante la inoperancia real del quehacer gubernamental para el cual fueron electas las autoridades del país. Las personas en el gobierno hacen, se sirven, pero no sirven. Por ello no sólo está harta la sociedad, sino que se organiza y milita en un ejercicio político que previsiblemente será creciente y permanente.

El surgimiento de foros y frentes ciudadanos políticamente activos es un evento singular y dialéctico que repercute en demérito de los partidos, pero en beneficio de una democracia que anuncia ser singular y, sin duda, con adjetivos.

¿Qué desenlace tendrán estos esfuerzos sociales en 2006? Lo único cierto es que darán sorpresas insólitas y mucho de que hablar. Por lo pronto vemos emerger un refrescante cauce alterno a la pastosa, agotada y agotadora perspectiva que nos ofrecen hoy las opciones partidarias, todas. Bienvenido, pues, este promisorio saldo del oxímoron que estamos compartiendo.

 
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