Usted está aquí: domingo 8 de mayo de 2005 Opinión El lío con el "Sr. López"

Guillermo Almeyra

El lío con el "Sr. López"

Todo comenzó como un pleito de familia, como una tormenta en el plato sopero del establishment, como una diferencia política electoral entre sectores diferentes de las clases gobernantes. El "Sr. López" (como le llama despectivamente la derecha y el vocero de la Presidencia de la República) es un hombre del sistema. Su libro-proyecto no va más allá del desarrollismo y no roza, ni con el pétalo de una hoja escrita, al imperialismo y a la política de Estados Unidos, ni propone soluciones de fondo para problemas como la migración (cuya raíz reside en el papel de procurador de altas ganancias mediante la provisión de bienes-salario baratos que, desde siempre, el desarrollismo ha atribuido al sector campesino y que las políticas neoliberales han hecho insostenible), ni para la banca (que si debe ser palanca del desarrollo debería ser estatizada). Es un proyecto apto para hacer una alianza con un sector capitalista interesado en el mercado interno (y por eso no les gusta a los que en cambio lucran con la importación y exportación, y están ligados al capital financiero y, por tanto, desean mantener los salarios bajos, reducidos los controles y reglamentaciones y altísimas las ganancias). Si incluye al primer sector excluye, sin embargo, la autorganización de los trabajadores y la autonomía, desde los municipios hasta las comunidades indígenas.

Su supuesto proyecto de país es en realidad una redición del proyecto nacionalista desarrollista del priísmo clásico y es, antes que nada, sólo una plataforma electoral. Las movilizaciones que ha promovido han tenido un doble carácter: presionar y asustar a sus adversarios demostrando que tiene poder de convocatoria y, al mismo tiempo, demostrar a éstos que puede frenar, evitar desbordamientos. No es un enemigo de los capitalistas: es sólo un adversario del grupo de éstos más ligado al capital financiero mundial y que gobierna. Es, lo repetimos, un hombre del sistema.

Pero la gente, el más de un millón de personas que se apiñó en el Zócalo y calles aledañas, no quiere el sistema y puede ser enemiga del mismo si comienza a organizarse por su cuenta y con sus propios objetivos. Porque no toda esa gente iba sólo a apoyar al jefe de Gobierno del Distrito Federal. Me atrevo a decir que la mayoría repudiaba el fraude, la prepotencia, la ilegalidad (y respaldaba por consiguiente a López Obrador en su combate contra el desafuero ilegal), pero unía ese sentimiento democrático-electoral con exigencias económicas y sociales que no son bienvenidas por ningún sector del capitalismo. De modo tal que si las clases dominantes están divididas en cuanto a la candidatura presidencial del "Sr. López", apoyada por un partido que demostró ser inocuo para ellas, como el PRD, están unidas en cambio en el temor a la intervención del hasta ahora convidado de piedra -el movimiento popular- y a su maduración política antiestatal y anticapitalista. Por eso los consejos (u órdenes, según el caso) de sectores muy conservadores del exterior al gobierno mexicano en pro del diálogo con López Obrador, por eso el alivio de Televisa y TvAzteca ante la posibilidad de una negociación política a mitad de camino que evite a aquél recurrir al apoyo popular y que deje todo en el marco de una contienda electoral.

Los gattopardo comprenden que a veces hay que cambiar para que todo siga igual. Y que lo que deben evitar a toda costa es que en esta pelea en el establishment alguien recurra a la potente mano de la movilización popular. Porque no sería la primera vez que en una pelea entre "los de arriba" intervienen los de abajo en apoyo a una facción y después terminan oponiéndose a todas ellas, como lo muestran las revoluciones francesa y rusa, y más cerca, la mexicana, que empezó como pleito electoral.

La defenestración del general Macedo de la Concha y de su subprocurador (y provocador) Vega Memije es un triunfo de la manifestación del 24 de abril, una victoria lograda desplegando las fuerzas en el campo y sin necesidad de utilizarlas. Ahora López Obrador, que tiene una vieja alianza con sectores del gran capital, se esforzará por expropiar esa victoria popular actuando como aceite sobre el agua encrespada. Su voluntad de negociar dará lugar a un compromiso podrido que prescindirá de los problemas de los mexicanos "de a pie". Muchos de éstos, sin duda, respirarán con alivio al haber ganado una batalla incruenta, pero cuando se vean las consecuencias de la negociación se sentirán defraudados.

En cuanto a las posibilidades de victoria de la candidatura del tabasqueño, éstas dependían de la campaña que en su favor hacía la estupidez del gobierno al convertirlo en mártir. En cambio, ahora, en el terreno de los pactos en lo oscurito y dependiendo del PRD, tan proclive a embarrarse en ese campo lodoso, tiene menos posibilidades que el PRI, que conserva un aparato a escala nacional que el perredismo no tiene. A no ser que se mantengan las movilizaciones, ahora por los programas que agitan obreros y campesinos, programas nacionalistas (defensa de las empresas energéticas y repudio al TLCAN) y sociales (contra la modificación a la Ley Federal del Trabajo, por los acuerdos de San Andrés, contra la destrucción de los campesinos), López Obrador podría ver desinflarse su apoyo popular y ahogarse su campaña electoral. Con la gran marcha del 24 de abril habría obtenido sólo una victoria a lo Pirro.

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