Usted está aquí: domingo 8 de mayo de 2005 Opinión JAZZ

JAZZ

Antonio Malacara

Astillero - McFerrin - Luri Molina

La música sólo se transforma

Bellas Artes se abre al jazz

Ampliar la imagen El Palacio de Bellas Artes acogi�ce unas semanas al jazz. Bobby McFerrin -a la derecha en la imagen- tuvo como invitados al grupo Triology y al quinteto de Jorge Luri Molina, aunque el resultado no fue el �mo FOTO Archivo

HACE TIEMPO MI subconsciente y yo co-mentábamos que la música no evoluciona, que só-lo se transforma en el tiempo (¿dónde más?) y el nuevo disco de Astillero nos permite ahora retomar la idea.

LO UNO Y LO OTRO, octavo título en la discografía del cuarteto defeño, es una suerte de dualidad anímica, en la cual Astillero se muestra mucho menos meticuloso que de costumbre, soltando amarras para zambullirse en la primera corriente que le salga al paso del interior y para improvisar y abstraerse sin reparos alrededor del todo.

EL GRUPO SE ACERCA como nunca a la plenitud, aunque esto no quiere decir, ni mucho menos, que su música haya evolucionado, sencillamente es diferente.

PROBABLEMENTE LO UNO y lo otro hable de interiores y exteriores, de luz y oscuridad, pero resulta también que si la acepción más común de Astillero (la que asume el grupo) se refiere al establecimiento don-de se construyen y reconstruyen los buques. Astillero es también un mexicanismo que se refiere al único lugar del monte donde está permitido cortar leña. Así, la nueva nave se hace a la mar y se va pa'l monte; se permite alucinar y moderar a la vez cada uno de sus cortes.

SUS CUATRO TRIPULANTES aportan composiciones y cada cual encuentra extraordinarios momentos. De inicio, Santiago Derbez (piano) voltea hacia los timbres prehispánicos en El hacedor de lluvia. Remi Alvarez, culpable confeso de múltiples mutaciones en ésta y otras bandas, dirige los lúdicos y saltarines alientos de Astarté hasta pisar momentáneamente los rumbos del free.

ALEJANDRO PEREZ-SAEZ (ba-jista fundador) desciende entre arriesgadas líneas mestizas y árabes insolaciones para entregar Ojo de tigre, mientras que Pablo Anguiano (baterista y patriarca fundador), entre otras, deja constancia de una deslumbrante catedral de percusiones (ya habíamos hablado un poco de este tema) llamada Rampora. Astillero quiere que sus nuevos y viejos escuchas se involucren y se comprometan más en el mentado proceso de dar y recibir música. Salud por eso.

AUNQUE SEA DE manera periférica, las puertas de la sala principal del Palacio de Bellas Artes se abrieron para un grupo mexicano de jazz. Esto se dio durante el pasado Festival de la Ciudad de México, el 20 de abril, cuando Bobby McFerrin tuvo como invitados al grupo Triology, que anduvo medio extraviado todo el tiempo, y al quinteto de Jorge Luri Molina, que dio una serena cátedra de improvisación y buen jazz.

BUENO, EN REALIDAD ninguno de los grupos fue invitado por McFerrin, ya que éste los conoció apenas dos minutos antes de iniciar su clase magistral. No obstante, el contrabajo de Luri, el trombón de Rey David Alexandre (que llegó un cuarto de hora tarde), el piano de Mario Patrón, el sax tenor de Otis Ganzeda y la batería de Yuriani Sobrino sonaron es-tupendamente.

DE HECHO, ELLOS acababan de integrarse como quinteto, y sin ensayo de por medio, sin mayor preámbulo que platicar sobre los estándares que conocían mutuamente, salieron a escena (todavía como cuarteto). McFerrin pide algo en si bemol y el grupo inicia el bud blues de Sonny Stitt. De un lado la empatía es automática, mientras que los violines y el chelo de Triology, acostumbrados a la egregia precisión de la música clásica, no saben qué hacer y se envuelven en un sonriente y angustiante ri-dículo de dos horas.

ESA TARDE NO HUBO clase magistral. Bobby McFerrin se la pasó contestando amablemente las preguntas que abordaron desde su técnica de respiración hasta patéticos cuestionamientos sobre su estado civil. En la reducida parte mu-sical, el quinteto propuso te-mas como Bye bye blackbird (donde el vocalista hizo cantar a su manager), Anthropology y un ovacionado encore en el que sólo aparecieron Luri y Bobby para trazar a dúo el All blues de Miles Davis.

JORGE LURI MOLINA forma parte actualmente del grupo La Tricota del Ritmo, con el argentino Guillermo Perata en la corneta y el brasileño Alex Kautz en la batería. Su repertorio gira alrededor del jazz tradicional de los años treinta y cuarenta con recurrentes temas de Hoagy Carmichael, Louis Armstrong y Sydney Bechet. Si te interesa escucharlos, se presentan todos los lunes por la noche en Pata Negra (Tamaulipas esquina Juan Escutia, en la Condesa).

EL QUINTETO DE Bellas Artes fue uno de los tantos ejercicios efímeros con los que se nutre nuestra historia. Ojalá que se repita, ahora sin McFerrin.

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