Usted está aquí: martes 10 de mayo de 2005 Opinión El modelo Kerry de legitimación

Marco Rascón

El modelo Kerry de legitimación

Las brujas, al igual que los modelos idénticos, no existen, pero... de que los hay, los hay.

El neoliberalismo económico, como todo proceso vivo y complejo, no es perfecto ni infalible; por tanto, siempre está expuesto al peligro de las rupturas, no sólo provenientes de la competencia y la disputa de mercados, sino también de las que se originan desde el ámbito de lo social y lo político. Un problema de fondo que debe resolver el neoliberalismo radica en dos preguntas: ¿cómo legitimar políticamente el orden injusto y llevar a las urnas a las grandes mayorías de votantes sin arriesgar las reglas económicas? ¿Cómo convencer a los más desfavorecidos por el orden económico de que deben acudir y legitimar con votos el yugo que les aprieta?

La más reciente elección presidencial en Estados Unidos y el modelo de relección de George W. Bush parecen responder a esas preguntas; si movemos arbitrariamente algunos factores de esa elección, apreciaremos que ese proceso no fue parte de una democracia, sino una maniobra de legitimación de los poderes centrales que mueven la política belicista de ese país, tanto externa como internamente.

En la elección de 2004, el sistema político estadunidense vivía las consecuencias de la crisis de 2000, cuando la elección de Bush resultó confirmadamente fraudulenta. En la relección el principal peligro no era el candidato demócrata, sino el abstencionismo como expresión de repudio y la crisis de legitimidad externada por un amplio sector de esa sociedad opuesto a la invasión de Afganistán e Irak.

¿Qué hubiera pasado si las encuestas y el poder mediático ponen como ganador a Bush desde el inicio de las precampañas? Si movemos ese factor, la oposición hubiese llamado a la abstención. Por tanto, el modelo Kerry resultó una respuesta al peligro: levantar al demócrata y ponerlo a competeir con Bush, a manera de anzuelo, para revertir el peligro de la abstención y llevar a los opositores a las urnas.

La tarea de "sacar a Bush" llevó a desarrollar impresionantes y nuevas formas de lucha, manifestaciones y expresiones contra el Partido Republicano y su candidato. Con gran imaginación, los intelectuales progresistas, sindicatos, universitarios se organizaron por miles y sitiaron la Convención Republicana en Nueva York.

El llamado responsable era votar por John F. Kerry. La definición general era: "Kerry no es una alternativa, pero es menos peor que Bush" y, bajo el simplismo binario y la esperanza de derrotar a los republicanos en las urnas, miles y miles realizaron una campaña "ciudadana" más allá de la estructura demócrata. ¿Qué sucedió?

Al día siguiente de la elección, Kerry se tiró al piso y el sistema no dijo que había ganado Bush, sino que "había sido la elección con mayor cantidad de votantes en la historia de Estados Unidos". A la siguiente semana, con la legitimidad de los votos a favor y en contra, Bush lanzó el ataque sobre Mosul -una de las matanzas de civiles más grandes de los últimos tiempos y en particular en Irak-, ratificando el camino de la guerra.

El desconcierto por la maniobra y la derrota aún perduran en la sociedad civil estadunidense y sus intelectuales. En ese estado de ánimo se ha forjado la siguiente frase pesimista: "si las elecciones sirvieran para cambiar algo, no nos dejarían votar".

En México, luego del desencanto por Fox, la pobreza política de los partidos y la corrupción generalizada en los partidos políticos, 2003 fue un escenario de abstención de más de 62 por ciento del padrón electoral. ¿Cómo revertir el peligro de la abstención para 2006?

Está visto que bajo las nuevas reglas de la "gobernabilidad" y la "transición" el sentido del voto ciudadano poco hace cambiar las políticas de los gobiernos. En la esfera de la política-política puede haber insultos, abrazos, escándalos, soluciones en 20 minutos (lo cual prueba que sí pudo haber de 15 minutos en Chiapas), pero eso no toca la esfera de lo económico-financiero ni la estructura de las fuerzas de seguridad ni el control de los medios de comunicación. Sobre éstos se aplica la sentencia de Noam Chomsky respecto a los medios estadunidenses: "vivimos bajo la mayor libertad de expresión, pero nunca como ahora hubo tanto control del pensamiento".

Medios y encuestas determinan lo que no hace una política estructurada y alternativa de largo alcance y por ello el principal problema de los poderes económicos de facto no es perder las elecciones, sino legitimar el orden económico y llevar a las urnas a la mayoría. Si para ganar el PRI necesita la abstención, el modelo económico requiere legitimación con votos; por ello el reto es obtener una derrota estructurada, diseñada, basada en alta votación y competencia, igual que sucedió en Estados Unidos en 2004.

El programa del pasado 24 de abril se centró en la defensa del fuero. Al transformarse en campaña electoral, nuevamente se convirtió en "el menos malo" con una definición de "centro" y un programa tan neoliberal como los otros, respaldado por los residuos de lo que quedó de la izquierda en México.

El modelo Kerry ya tiene candidato para 2006, y es, en ciernes, la crisis de los intelectuales y la sociedad civil en México, al haber cambiado la convicción por la fe.

 
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