Usted está aquí: viernes 13 de mayo de 2005 Opinión Homofobia y género

Gabriela Rodríguez

Homofobia y género

La Jornada Mundial de Lucha contra la Homofobia será el próximo 17 de mayo en diversos países. Tiene por objetivo la articulación de acción y reflexión para luchar contra todas las violencias físicas, morales y simbólicas ligadas a la orientación sexual o a la identidad de género. Se trata de una agenda de defensa de los derechos humanos que nos interesa a todos y todas, pues desnuda prácticas de abuso de poder que imponen formas binarias de ser "masculinas vs. femeninas" sobre la base cuerpos sexuados.

El género es una categoría que organiza las relaciones sociales en esferas separadas discriminando a toda persona que se aparte del concepto de hegemonía masculina: el hombre exitoso económicamente, racialmente superior y visiblemente heterosexual. Con estas ideas no sólo se justifica la discriminación de todas las formas de masculinidad que no cumplan tales requisitos, sino también se acredita la denigración de las mujeres.

La homofobia es el odio y terror hacia los homosexuales y hacia lo femenino. Está enraizado en las mitologías, que son la base de nuestra civilización: la narración de Eva y Adán, mito de origen común a la concepción judía, cristiana y árabe. Cuando Dios presenta a Eva, Adán dice: "¡ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!, por eso un varón abandona a padre y madre, se junta a su mujer y se hace una sola carne". Así se expresa una interconexión insuperable entre varón y mujer, unidad de la carne que se vive en el matrimonio y que concibe a la homosexualidad como antinatural.

Este mito se impone sobre la narración mítica griega que, por el contrario, menospreciaba, siglos antes, la esfera heterosexual. Platón expone en El banquete un paraíso donde los seres humanos eran tres tipos de criaturas esféricas: varón-varón, mujer-mujer y varón-mujer, las cuales fueron seccionadas por la mitad para que cada quien busque después, en la pareja, sus otros dos brazos, sus otras dos piernas. Los varones que son un pedazo de un hombre y que van tras lo masculino, son los mejores niños y adolescentes. El mito griego califica de natural lo que el cristianismo condenó en la hoguera como castigo a lo que se consideró un vicio antinatural.

El desprecio del cristianismo hacia la homosexualidad no se explica sino por concordancia con el menosprecio de la mujer en el mundo griego, que consideraba a las mujeres incapaces para la amistad, suprema relación entre adultos que, según Aristóteles, sólo es posible entre varones.

El judío Pablo consideró a la homosexualidad y el lesbianismo vicios repugnantes de los griegos, y ya para el siglo cuarto el cristianismo amenazaba a los homosexuales con la muerte en la hoguera. Más aún: la búsqueda del placer sexual, aunque sea entre hombre y mujer, se consideró una bajeza moral que sólo podía ser superada por el celibato. En los tribunales de la fe cristiana para condenar el pecado de concupiscencia se argumentaba la aversión al placer de Jesucristo El Redentor y el valor de la concepción virginal de María.

El universo simbólico de las mitologías proyecta un orden sagrado, ya que es depósito de los valores y conocimientos de una sociedad para regular y dar significado a los comportamientos humanos. Las narraciones arriba descritas son raíces culturales en que se basa la actual hostilidad al placer, la discriminación a las preferencias sexuales, la permanencia de las inequidades de género y la pederastia entre sacerdotes y seminaristas.

Entre los jerarcas católicos se siguen resignificando esos mitos. Afirmaba Juan XXIII en su Diario del alma: "Después de 40 años son todavía absolutamente familiares las conversaciones edificantes que mantuve en el palacio episcopal de Bérgamo" -entiendo que no es albur- "con mi venerado monseñor Radini Tedeschi. Sobre las personas del Vaticano, del Santo Padre para abajo, ni una expresión que fuera menos reverente, desagradable o irrespetuosa; de las mujeres, de su figura o de lo tocante a ellas, jamás se pronunció una palabra. Como si no hubiera mujeres en el mundo. Este silencio absoluto, esa ausencia de toda familiaridad respecto del otro sexo fue una de las lecciones más fuertes y profundas de mi juventud sacerdotal, y todavía hoy conservo agradecido el excelente y benéfico recuerdo de quien me educó en esta disciplina".

Como rasgo cultural construido y producido durante siglos, en la homofobia está la pretensión de negar la equidad de género como reconocimiento de la necesidad de todo hombres y de toda mujer de ser uno mismo, de ser una misma, aunque puede expresarse con mayor nitidez en los hombres y mujeres homosexuales y bisexuales. Se trata de una estrategia para impedir que la vida sexual sea expresión de las libertades individuales, de cerrar oportunidades para trazar los propios proyectos más allá de los límites institucionales, de participar y compartir un mundo donde hay espacio para todos y todas. Representa en el fondo, el ideal por regresar a esa época del paraíso en que Dios aún no había creado a Eva.

 
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