Usted está aquí: viernes 13 de mayo de 2005 Opinión Woody Allen tropieza otra vez, mientras Salma roba cámara

Leonardo García Tsao

Woody Allen tropieza otra vez, mientras Salma roba cámara

Ampliar la imagen Woody Allen y su esposa Soon Yi dejan la sala donde se proyect� m�reciente producci�el director estadunidense, Match point, en Cannes. La cinta se present�era de competencia FOTO Afp

Cannes, 12 de mayo. Se dice que, como estrategia, el segundo día de un festival competitivo debe ser flojo para no quemar cartuchos y dedicar el primer fin de semana, cuando ha llegado la mayoría de los acreditados, al material fuerte. Eso se ha cumplido cabalmente, por lo menos, en la presente edición.

Proyectada fuera de concurso, Match point es la más reciente película de Woody Allen y uno debe reconocer ciertos intentos de renovación: es un melodrama, no una comedia. Se sitúa en el ambiente de la gente privilegiada y pedante de Londres, no de Nueva York. Los diálogos siguen haciendo citas culteranas pero sin chistes aparentes. Y la partitura no contiene temas de discos viejos de jazz, sino discos viejos de ópera.

Por otro lado, se trata del más risible esfuerzo de Allen por hacer algo serio, al centrarse en el dilema de Chris, un joven arribista (Jonathan Rhys-Meyers), que se casa con la hija simplona (Emily Mortimer) de un acaudalado hombre de negocios, pero se enamora de Nola, la frívola novia gringa (Scarlett Johansson) de su cuñado. El conflictivo amasiato entre Chris y Nola tendrá el mismo desenlace trágico de Crímenes y pecados, para reiterar que el cineasta suma a Dostoievski entre sus influencias inalcanzables.

Tal vez sin querer, Allen ha demostrado una tesis contraria a la de su anterior Melinda y Melinda, pues en este caso la tragedia deviene en comedia debido a sus diálogos de ridícula pretensión, pronunciados por actores desmedidos en situaciones grotescas. Varios espectadores -quien esto escribe incluido- nos reímos en los momentos dizque intensos como si se tratara de una de sus viejas y buenas comedias. Eso sí, al final hubo una corta ovación. Nuevamente Allen tenía razón: los franceses son capaces de aplaudir hasta algo dirigido por un ciego si este tiene status de auteur.

El par de películas en concurso no mejoraron el panorama. Ambas tratan temas de relevancia política, indirectamente relacionados con la guerra en Irak, pero no convencieron. La coproducción franco-kurda Kilomètre zéro (Kilómetro cero), de Hiner Saleem, pretende ser una alegoría bufa sobre un kurdo reclutado, durante la guerra con Irán en 1988, a pelear con el ejército iraquí y luego cumplir la misión de llevar a un soldado muerto a sus familiares. La narrativa se pierde tanto como el protagonista en el desierto y nunca encuentra su ritmo o su sentido.

Mientras que la japonesa Bashing (así en inglés pues el título original en japonés no se ha puesto en el catálogo) trata un tema de interés teórico. Basado en un hecho real, el director Masahiro Kobayashi -no confundir con el gran maestro Masaki Kobayashi, ya fallecido- describe el desprecio general sufrido por una joven, otrora voluntaria en Irak que fue hecha rehén y luego liberada. Filmada con cámara en mano entre desdramatizados tiempos muertos, la película es un tratamiento superficial -y terminalmente aburrido- de esa extraña noción del honor, propia del pueblo japonés.

Ayer fue la presentación en sociedad del jurado oficial, con conferencia de prensa y ascenso por la escalinata al Palais. Nuestra paisana Salma Hayek ha sido el miembro que ha acaparado la atención de los medios por un par de obvias razones: es la única estrella hollywoodense del jurado y quien ostenta el físico más llamativo (la otra actriz, la india Nandita Das, no es competencia, francamente). Por otro lado, el bosnio arrepentido Emir Kusturica, quien funge de presidente, ha sido el más entrevistado dada su tendencia a hacerse el fantoche. En la ceremonia de inauguración declaró que esa noche su nombre había cambiado a "Monsieur Le Cinéma". ¿Te cae?

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