Usted está aquí: sábado 14 de mayo de 2005 Espectáculos Obit unifica opiniones: la puesta no logra cuajar en el escenario

Opositores y seguidores coinciden en que la obra "no cierra el círculo que propone"

Obit unifica opiniones: la puesta no logra cuajar en el escenario

La nueva propuesta de La Fura es polémica y catárquica, pero en el desenlace la tensión cae

ANGEL VARGAS

Ampliar la imagen Uno de los momentos de Obit FOTO Francisco Olvera

La euforia, el desconcierto y la ligereza. Esos son los tres momentos de Obit, la obra que marca el retorno de La Fura dels Baus a México y que tantos comentarios controvertidos ha suscitado entre el público desde su estreno nacional, el martes pasado.

Controversia, sí, pero no en el sentido de otros de los montajes producidos por la compañía catalana, acaso los más Justine o XXX. Polémica más bien desde el punto de vista de las reacciones y conclusiones profundamente contrastadas o disímbolas entre quienes han asistido a vivenciarla en el Museo Universitario del Chopo, donde concluye su breve temporada este domingo 15.

Para muchos resulta una propuesta "muy interesante y catártica, liberadora", con "un mensaje provocador, irreverente, y varios momentos visuales alucinantes". Otros, los críticos, censuran el incumplimiento entre lo prometido y lo presentado, y se dijeron desilusionados por la inconsistencia en el desarrollo de la propuesta.

Hay, sin embargo, un punto de consenso entre ambos bandos: la propuesta que La Fura plantea a lo largo de los más de 60 minutos de Obit no termina por cuajar.

Es, como coincidieron varios espectadores consultados por este diario al término de la primera función, "una obra que no cierra el círculo que propone".

Tiene un principio vibrante, de alta euforia, representado por una especie de agresiva competencia entre cuatro equipos; una parte intermedia introspectiva, de caos y gran desconcierto, en el que los espectadores andan a la deriva en busca de quiensabequé entre la oscuridad y ruidos estridentes.

Y es en el desenlace donde la tensión y las emociones decaen, y con ello la obra, luego de que todas las acciones se reducen a una especie de orquesta de percusiones, integrada por la concurrencia, que con botes, metales y maderas sigue los ritmos que dirigen los actores. Se trata de un momento muy largo que deviene por lo mismo tedioso. Es "como si todo se saliera de control y no supieran qué más hacer", opinó una estudiante universitaria.

Esta puesta se inscribe en la línea de los trabajos más recientes de La Fura, al transgredir el esquema convencional del público como ente pasivo y convertirlo en cómplice y protagonista de la obra, con lo que se ahonda en la ruptura de una de las reglas no escritas del teatro, la de la imaginaria cuarta pared del escenario.

Obit trata sobre la muerte, según dijo en días pasados su director artístico, Perá Tantiñá al corresponsal de La Jornada en España, Armando G. Tejeda.

"Todos identificamos la muerte como pérdida de la vida, pero de esa muerte física no podemos hablar porque la desconocemos. No sabemos qué va a suceder después, así que de lo único que sí podemos hablar es de nuestra vida", especificó.

"Porque entre nuestro nacimiento y nuestra inevitable muerte, durante la vida, las pérdidas y los cambios se suceden. Cada cambio es una muerte. Cada uno de nosotros sufre grandes y pequeñas pérdidas personales. No sólo perdemos a nuestros seres queridos, sino también perdemos lo establecido, lo que consideramos nuestro", abundó Tantiñá.

La expectativa incondicional que generó la reaparición de La Fura en México se mantuvo hasta momentos antes de entrar al espacio que fue acondicionado en el Museo del Chopo.

Se incrementó aún más cuando para poder entrar cada espectador debía llenar una encuesta sobre tópicos relacionados con la pérdida, la muerte y el dolor. Y finalmente los ánimos se enfebrecieron cuando, conforme a ese sondeo, cada persona era destinada a uno de los cuatro equipos que se crearon y allí se encontraba con que era protegida con una bata y pintado su rostro de diferentes colores.

Ese fue el principio del juego y la catarsis, aspectos que al final terminaron por desinflarse y con ello provocar las contraposiciones de percepciones y gustos.

 
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