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16 de mayo de 2005
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GARROTES Y ZANAHORIAS

BURBUJAS

El crecimiento económico experimentado en México en el transcurso de los últimos tres semestres tiene una característica que lo distingue con respecto a lo ocurrido desde 2000. Esta consiste en que la inversión fija bruta ha sido una de las principales fuerzas propulsoras de la producción y del empleo. Preservar esta característica es fundamental para garantizar un piso mínimo, pero sólido, de estabilidad con crecimiento. Un requisito para lograrlo es que las condiciones financieras internas y externas contribuyan a configurar un clima apropiado para la inversión.

Las tendencias en marcha en el mercado financiero nacional e internacional no parecen estar produciendo incentivos favorables a la inversión productiva. Como se esperaba, en su reunión del martes 2 de mayo, el Comité de Mercado Abierto de la Reserva Federal de Estados Unidos decidió incrementar en un cuarto de punto la tasa de interés de los fondos federales. Después de sucesivos incrementos desde finales de junio de 2004, el nivel de esa tasa es ahora de 3 por ciento. Es éste su nivel más alto desde septiembre de 2001. Las condiciones de la economía estadunidense, marcadas por la persistencia y ampliación de los déficit fiscal y externo, permiten anticipar más aumentos en los meses por venir, incluyendo al menos el primer semestre de 2006.

Como no podía ser de otra manera, el encarecimiento del precio del dinero en Estados Unidos arrastra hacia el alza las tasas de interés de México. Las tasas de los Cetes a 28 de días alcanzaron la semana pasada un nivel de 9.81 por ciento, lo que los ubica al borde de los dos dígitos. Esta evolución produjo que las tasas interés de estos instrumentos financieros sean también las más altas desde mayo de 2001. Lo que viene hacia delante son más aumentos, así sean marginales.

Las implicaciones de todo lo anterior para la economía mexicana son múltiples. Los mayores costos financieros que ello implica no sólo impactarán progresivamente sobre el conjunto de la economía, lo que nunca es buena noticia. También introducirán un sesgo desfavorable a la producción y el emprendimiento de proyectos de riesgo entre los inversionistas. Esta historia es bien conocida en México: a medida que la remuneración de los instrumentos financieros tienden al alza, se configura una situación de mercado favorable para la especulación, que por definición es improductiva, desviando recursos que de otra manera podrían destinarse directamente a la producción.

De persistir el encarecimiento del crédito, como todo parece indicar que ocurrirá, el gasto en proyectos hipotecarios sufrirá una baja en consonancia con las subidas de los intereses. Esto abortará la reanimación que en los tiempos recientes estaba conociendo la construcción de viviendas por medio de esquemas de crédito bancario a tasas fijas. De igual manera, se inhibirá el gasto de consumo financiado por los diversos mecanismos al alcance de los consumidores: desde crédito departamental hasta tarjetas bancarias. Una consecuencia evidente será que un importante segmento de la demanda interna se restringirá, lo que repercutirá sobre la dinámica de la producción y del empleo.

La consecuencia más importante, empero, será sobre la inversión. Los mayores costos financieros son una mala noticia para mantener una tendencia que abría una ventana promisoria en el panorama económico de México: la de empezar a crecer bajo el impulso de una ampliación de la inversión fija bruta §


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