Usted está aquí: martes 17 de mayo de 2005 Política Le llueve a los emigrantes, ¿alguien tiene un paraguas?

Jorge Santibáñez Romellón*

Le llueve a los emigrantes, ¿alguien tiene un paraguas?

En Estados Unidos han surgido en meses recientes una serie de medidas en contra de los inmigrantes que, en conjunto, presentan un panorama poco alentador y demandan una reflexión general del lado mexicano, seguida de un conjunto de acciones para mitigar los posibles efectos de tales medidas. Un ligero y por desgracia no exhaustivo recuento de lo que nuestros vecinos han propuesto, acordado o desarrollado recientemente, dizque para controlar el proceso migratorio, da un panorama de la situación.

La conformación de un grupo civil armado que patrulla, persigue y captura inmigrantes indocumentados en la frontera de Arizona con México; la elaboración de una propuesta, en ese mismo estado, que limita el acceso de éstos a servicios públicos básicos como salud o educación; una propuesta de ley que asocia la expedición de licencias para conducir a la tenencia de documentos de residencia, y que autoriza la construcción de otra barda más en la frontera entre los dos países. Por si todo lo anterior no fuera suficiente, el gobernador de California apoya al grupo Minuteman y exige al gobierno federal estadunidense el control rígido y armado de la frontera entre los dos países.

La lista no terminará ahí. Por desgracia ya se están fraguando otras iniciativas igualmente absurdas y peligrosas para los inmigrantes en Estados Unidos, en particular para los cientos de miles de mexicanos que año con año llegan a ese país. Las justificaciones son variadas. Se afirma que responden a la necesidad de incrementar la seguridad de Estados Unidos o bien que los inmigrantes dejan más costos que beneficios y eso sin tomar en cuenta los argumentos de corte racista que de manera más o menos velada se utilizan en contra de los inmigrantes mexicanos, indicando que ponen en riesgo la cultura estadunidense (¿cuál?).

Se sabe que todas esas medidas son "fachada" y que prácticamente no existe relación entre la argumentación que sustenta la propuesta y sus impactos, es decir, no se incrementa la seguridad, por el contrario, se podría demostrar que se genera inseguridad y se sabe perfectamente que en el balance los inmigrantes dejan más beneficios que costos. De prosperar, estas medidas significarán mayores riesgos para los emigrantes mexicanos, nuevas rutas, polleros más caros y mejores beneficios para quienes lucran con el proceso migratorio.

El hecho indiscutible es que se está gestando de manera clara un escenario contrario a los inmigrantes, sobre todo a los de origen mexicano y en particular a los indocumentados. Aunque hay opiniones en contra de las anteriores medidas y propuestas, ya que siempre existe el senador, el gobernador, la organización o el líder de origen hispano que argumenta en sentido contrario, sus voces se escuchan cada vez menos y algunos están agazapados o por lo menos están esperando que México les dé argumentos para poder defender a los inmigrantes mexicanos; alguna medida, algún programa, aunque sea también "fachada" para por lo menos decir que en México se está haciendo algo.

Por otra parte, valdría la pena preguntarse: ¿qué hacemos en México ante este escenario? En mi opinión muy poco. Dos o tres programas de protección (Beta, Paisano, Repatriación Voluntaria), algunos mecanismos de vinculación (Instituto de Mexicanos en el Exterior) y el posicionamiento del tema en el debate (que no en la agenda) nacional.

En México, además de nuestro tradicional antiyanquismo, partimos de posiciones equivocadas frente al proceso migratorio. Mencionaré solamente tres:

a) No asumimos la emigración. No preparamos a nuestros emigrantes para enfrentarse al proceso migratorio y competir en otro mercado laboral. No les decimos cuáles son sus derechos o a qué servicios tienen acceso. En consecuencia, los mandamos a los peores empleos, totalmente desprotegidos y desorientados.

b) Creemos que es obligación de Estados Unidos recibir a todos los emigrantes que enviemos y derecho de cualquier mexicano ir a ese país a buscar trabajo, como si nosotros aplicáramos esos mismos principios a los inmigrantes centroamericanos o del Caribe que llegan a México. Ni se nos ocurre que debemos dar o hacer algo a cambio.

c) Les generamos a los emigrantes, como sociedad, una especie de deuda moral. Se "tienen" que seguir sintiendo mexicanos, están "obligados" a enviarnos puntualmente las remesas, a visitar su patria, no deben integrarse a la sociedad estadunidense y ahora hasta tendrán que votar en elecciones mexicanas.

Así las cosas, lo que está ocurriendo en ambas sociedades no parece que se encontrará en algún punto o en algún momento; por el contrario, parece que se aleja cada vez más y, por si no nos habíamos dado cuenta, los que perdemos, en todos los sentidos, somos nosotros. Urge hacer algo. ¿Por qué no empezar revisando la vigencia y validez de las tres posiciones mencionadas anteriormente? Sin demagogia, sin hipocresías, sin cálculos políticos. Con una visión de Estado, ahora que está de moda.

* Presidente de El Colegio de la Frontera Norte

 
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