Usted está aquí: domingo 22 de mayo de 2005 Opinión ANDANZAS

ANDANZAS

Colombia Moya

Carmen, la flor y el torbellino

SI EL PARISINO Georges Bizet, por esos milagros de la transmutación del arte en las culturas, pudo crear su extraordinaria ópera Carmen, obra que en sus miles de interpretaciones y versiones en diversos estilos escénicos, cinematográficos, musicales, plásticos etcétera, a partir de 1875 en que fue creada, ya se ha convertido en parte del imaginario colectivo universal, la Carmen, Carmela de Antonio Canales; Miguel Narros, director, y Juan V. Rodríguez, en la adaptación musical, con Lola Greco y Diego Llori como Escamillo, y un conjunto extraordinario de músicos y cantores; en un prodigioso sincretismo contemporáneo, ha sabido absorber y transmitir de manera arrebatadora la esencia de la pasión del alma ibérica, su ternura y tragedia, rompiendo todos los esquemas y arquetipos dramáticos y académicos de los personajes de esta obra que ya bien puede considerarse de manera importante en el repertorio universal de la danza. Pero el salto cualitativo de esta Carmen, Carmela va más allá de las pardéicas definiciones de si es "teatro o danza, coreografía o teatro danza etcétera"... Carmen, Carmela es la síntesis maravillosa de lo esencial. Es entraña abierta, alarido y amor desenfrenado. El diseño de los personajes, sus movimientos sencillos traductores corporales del sentido exacto de los impulsos del alma, con extraña belleza, desnudan el artificio gratuito de la propia danza para mostrarnos la poderosa pero impactante efectividad de lo genuino.

CADA DISEÑO, SECUENCIA, figura o ritmo, son el tiempo, dinámica y espacio, una especie de obra arquitectónica del monólogo interno del turbulento océano de las pasiones humanas, producido por la combinación asombrosa de un equipo de personas de harta vida, talento y, seguramente, de amor en todas sus tonalidades, porque solamente así, ellos sin duda, han hecho recordar a mucha gente lo que es ese amor a mordidas, violento y devorador, sublime y doloroso, que obnubila y magnifica, que desenmascara los velos de la cordura y los modales de la sociedad superviviente. Canales, ahora más crecido y maduro que nunca, baila sin bailar, desde adentro, simplificando todo y por lo mismo agigantándolo, macho cabrío, bestia, toro en brama, caballo salvaje y tierna criatura enamorada hasta la ceguera, ama, viola, golpea y envuelve en amor infinito el cuerpo mágico de Carmen, mientras en contraparte, Diego Llori, Escamillo, enorme, de soberbia elegancia y fuerza serena, en la más pura secuela de zapateos, como Canales, rescata el ancestral origen de este lenguaje corporal que es más que danza pura. Con la divina Lola Greco, la Carmen bruja, hechicera, niña temerosa y amante irrefrenable, golpetean la tierra para impregarse de su magia y se retuercen en herencias totémicas como animales salvajes transgrediendo así los límites de la danza pose, estilo, escuela o técnica, dando nueva significancia a los grand plies, developés enormes, arabescos y giros fundiéndose en el cante alarido, grito desgarrado, guitarras, palmas y percusiones como sólo la imaginación nos puede llevar a un ritual más allá de la historia del tiempo; en un desarrollo dramático que, como remolino, nos va poniendo los pelos de punta.

INDISCUTIBLEMENTE LA MANO maestra del director Miguel Narros, que ha montado todas las obras de los mejores autores del mundo, cargado de medallas y distinciones, con Canales, ha dado un nuevo giro al tradicional asesinato, "merecido" para muchos aún, de la heroína, pues es ella quien decide y sabe escoger su muerte ante el conflicto de amar apasionadamente a dos hombres, dándose muerte ella misma dejando en la absoluta desolación a José, al macho dominante, arrogante y sobrado, castigador de mujeres que una vez fue. Esta propuesta, por demás interesante, rebasa asimismo las concepciones que van desde la primera versión danzada en 1949, de Roland Petit, con Reneé Jeanmarie, sur les pinte; la de Alberto Alonso para Alicia Alonso con el Ballet Nacional de Cuba, y el Bolshoi con Maya Plesetskaya en la versión musical de su esposo Rodion Schedrin, así como la versión hollywoodense Carmen Jones, siempre fluctuando entre la coquetilla cascos ligeros, piruja mancornadora etcétera ya fuera obrera tabacalera deseosa de su libertad laboral y sexual, o la aún ahora víctima de la bestialidad y arrogancia de los matadores y golpeadores de mujeres (Ciudad Juárez) en todo el mundo.

LA ALTURA DEL elenco, la estirpe gloriosa del gran José Greco en su hija Lola, cantaores, músicos, diseñadores y empresarios, Ari Becker Feldman y Julio Rivarola con Integrus y demás patrocinadores, han dado un gran paso más allá en la difusión del buen arte que no hay que perderse. Bravo, bárbaro, salud matadores, hasta el 22 de mayo en el Teatro de la Ciudad, vea la cartelera.

 
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