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23 de mayo de 2005
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GARROTES Y Z ANAHORIAS

BASES DEL CRECIMIENTO

Sin la infraestructura física adecuada no es posible sostener un crecimiento económico dinámico. Pero el hecho inverso también es cierto: sin crecimiento económico es casi imposible ampliar la base de infraestructuras físicas que requiere la expansión del proceso productivo y, como consecuencia, del empleo y del ingreso. Así lo prueban una larga serie de experiencias de desarrollo exitoso a escala mundial. Piénsese, a modo de ejemplo, en los casos, hasta cierto punto contrastantes, de España y de Sudcorea.

Una razón del decepcionante desempeño económico de México en el último cuarto de siglo es la insuficiencia del gasto en creación y mantenimiento de infraestructuras físicas. Dado que las empresas privadas no tienen la misión ni la vocación de producir los bienes y servicios públicos necesarios para que su propia inversión tenga lugar, la creación de estas infraestructuras es responsabilidad de los gobiernos. En la medida en que esto no ha ocurrido más que de manera deficiente, los gobiernos mexicanos de los últimos cinco lustros no han cumplido en este rubro con una de sus responsabilidades económicas más elementales.

Si bien el origen de esta insuficiencia es múltiple, hay por lo menos dos razones claramente indentificables. Una es de orden económico e institucional y hace referencia a la fragilidad fiscal del Estado, que en México tiene ya una historia prolongada. La otra tiene que ver con la filosofía económica y política de quienes diseñan y toman las descisiones sobre cómo asignar y hacia qué programas dirigir los escasos recursos del sector público, cuyas preferencias y prioridades parecen estar muy alejadas, aunque suene paradójico, de la tarea de construir las externalidades positivas indispensables para el desarrollo pleno de la inversión privada.

Ya se sabe que un Estado pobre es un pobre Estado. La incapacidad de las fuerzas políticas y económicas más representativas para concertar un pacto sobre el cual construir un nuevo modo de gestión fiscal de la nación ­más moderno, equitativo y eficiente­, es ya insostentible. El próximo ciclo político del país, que podría coincidir con el inicio del siguiente periodo presidencial, deberá ser uno en el que se anuden los arreglos institucionales necesarios para fortalecer fiscalmente al Estado.

Entre las condiciones necesarias para ello está dejar atrás la obsoleta e inoperante filosofía que ha predominado durante el último cuarto de siglo en la facturación de las políticas públicas. La noción de un "pobre Estado" no sólo hace referencia a una situación de fragilidad fiscal, sino a una de pasividad e inacción con respecto a las tareas básicas que debe desempeñar el poder público. Entre estas tareas básicas se encuentra, desde luego, la constante ampliación de infraestructuras físicas suficientes y modernas.

Sin un Estado activo ­que no es lo mismo que un Estado intervencionista, a la manera de los años 70­ la creación de las condiciones materiales externas a la empresa que ésta requiere y necesita para su expansión, seguirá durmiendo el sueño de los justos  §


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