Usted está aquí: viernes 27 de mayo de 2005 Política En México algo "está podrido y en mal estado"

Norberto Rivera

En México algo "está podrido y en mal estado"

ALMA E. MUÑOZ

En México "algo está podrido y en mal estado" porque "por todos lados la muerte se hace presente, los vicios destruyen al hombre, y la impunidad y la injusticia se han apoderado de plazas y calles", declaró el cardenal Norberto Rivera.

Durante la celebración de Corpus Christi en el Zócalo capitalino, el arzobispo primado de México expuso: "Todos padecemos ignorancia, desnutrición, pero sobre todo inseguridad. Nos enfrentamos a un mundo desnaturalizado, desesperanzado, aburrido, donde la maldad reina y es necesario rescatar la dignidad humana ante el desastre de la corrupción".

La incredulidad, subrayó, es una atmósfera viciada que envenena. "Me duelen las familias destrozadas, los niños abandonados en las calles, los encarcelados, quienes quisiera que fueran tratados como personas, aquellos que no tienen trabajo y delinquen, cuando una sociedad rica podría aportar recursos y un poco de bienestar.

"Me duele como clavo ardiente este México que merece mucho más. Somos un país hermoso y rico, con grandes recursos, con lugares de tierra y mar que muchas otras naciones desearían. Sin embargo, algo está podrido."

Los gobernantes deben comprender que regir es un servicio que requiere conciencia recta y no medro personal, por lo que tienen que comprometerse más allá de sus partidos para ser "una gran familia donde reinen paz y justicia", agregó.

Rivera se declaró no pesimista, si bien "por todos lados la muerte se hace presente, los vicios destruyen al hombre, y la impunidad y la injusticia" se han apoderado de plazas y calles.

"Ojalá todos sean solidarios con los que nada o poco poseen; que exista en México la unión fraterna, donde reinen la paz y la justicia. La verdad nos hará libres, no el libertinaje", finalizó el mensaje de Rivera ante las ejecuciones y asesinatos ocurridos a escala nacional.

Al término de la eucaristía, el arzobispo encabezó una procesión alrededor del Zócalo, en un auto, mientras los católicos lo hacían a pie, algunos cubiertos con paraguas para protegerse de la lluvia.

 
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