Usted está aquí: domingo 29 de mayo de 2005 Cultura El año seminal de Shakespeare

En 1599, el escritor isabelino preparó Enrique V, Julio César, Como gustéis y Hamlet

El año seminal de Shakespeare

Un trabajo de James Shapiro explora cómo los sucesos de la época repercutieron en el dramaturgo

DAVID LISTER /THE INDEPENDENT

Ampliar la imagen David Bradley como Enrique IV, en un montaje del Teatro Nacional de Londres FOTO Ap

Londres. En el año final del siglo XVI Londres tenía 200 mil habitantes. Los dos teatros principales alojaban 3 mil personas cada uno. Si una obra popular se representaba durante una sola quincena, ello significaba que alrededor de 15 por ciento de los londinenses la habían visto. Es una estadística asombrosa. En otras palabras, era muy probable que 15 por ciento hubiera visto una obra de Shakespeare, la cual es, de nuevo, una estadística a la que ahora no se podría siquiera empezar a aspirar.

Es probable que el teatro en Gran Bretaña jamás haya ejercido tanta influencia en la sociedad a la que servía ni la haya reflejado tanto. El erudito shakespeareano James Shapiro argumenta este aspecto con solidez y gran fuerza narrativa en un libro titulado 1599: a year in the life of William Shakespeare (1599: un año en la vida de William Shakespeare), en el que se concentra en un año en el cual se libraba una guerra inmoral en Irlanda, en el que la renovada Armada Invencible española amenazaba, la reina envejecía y se volvía lo bastante aprensiva como para ordenar la quema de libros satíricos, la población se preocupaba por la sucesión y un dramaturgo se acercaba a la cúspide de su carrera.

Desde las primeras páginas, de deliciosa vividez, en las cuales un grupo de teatreros armados se aventura de noche a través de la nieve para hurtar el marco de madera de un teatro para transferirlo al sitio del Globo, Shapiro teje una deliciosa narrativa con lo que pudo haber sido un documento erudito bastante árido.

Durante 1599 Shakespeare escribió Enrique V, Julio César, Como gustéis y Hamlet. De manera inevitable en un libro que se propone mostrar la naturaleza seminal de un año, Shapiro a veces se esfuerza más de la cuenta. Sí, un año en el que Shakespeare esbozó Hamlet debe contarse como clave, pero resulta cuesta arriba deducir de allí que lo que había venido antes tuvo menos valor que el resto de la producción de 1599.

Ricardo II puede considerarse, punto por punto, tan madura y política como Enrique V, así como Sueño de una noche de verano y Romeo y Julieta son igual de poéticas que Como gustéis. La trayectoria de Shakespeare no se presta a una simple progresión lineal.

Lo que este libro logra mostrar es que era un hombre influido por su tiempo y por los acontecimientos. En nuestra propia era de directores decididos a dar relevancia actual a Shakespeare, casi nos hemos olvidado de mirar lo que ocurría en la propia época del dramaturgo y percibir el efecto de sus obras. Shapiro pone en dramático relieve esa relación.

Con mucho, el vínculo más fascinante y convincente entre una obra y los sucesos contemporáneos concierne a Enrique V. El intento de aplastar la rebelión irlandesa de 1599 resultó una guerra sumamente impopular. Shapiro cita el sermón del obispo Lancelot Andrewes en la corte, en el que demanda apoyo para la guerra. El eco de sus ritmos y la repetición de las palabras ''este día'' resuenan en el discurso del día de San Crispín.

Más importante: Shapiro nos recuerda que en Enrique V el coro se refiere realmente al comandante de Isabel en el conflicto, el duque de Essex, ''el general de nuestra graciosa emperatriz (...) que viene de Irlanda/ trayendo la rebelión ensartada en su acero". Es la única vez en toda su obra que Shakespeare se sale de la época de un drama para referirse ante el público a un suceso contemporáneo.

Shakespeare, según Shapiro, era un dramaturgo que entró frustrado a ese año. Cita los poéticos tributos que le rindieron críticos que disfrutaron Romeo y Julieta y Venus y Adonis, obras de fuerte carga sexual. ¿Consideraba Shakespeare un débil elogio su fama de poeta del amor, y se decidió por ello a demostrar que era un gran autor trágico? No lo sabemos. Cualquier aseveración de Shapiro en contrario es mera especulación. Como el autor reconoce, Shakespeare no dejó diarios ni cartas. Ni siquiera sabemos cuál era su aspecto, pues los únicos retratos que existen son póstumos. El físico, la personalidad, la motivación y los sentimientos de nuestro mayor genio son un misterio.

En cambio, el físico y los sentimientos de otros protagonistas están documentados. La sensibilidad de Isabel a la vejez, a sus 67 años, está capturada en un camafeo. El informe de un embajador refiere cómo "traía unas enaguas de damasco blanco, ceñidas y abiertas por el frente, al igual que su mantilla, en tal forma que a menudo se le abría el vestido. Se le podía ver toda la panza, e inclusive el ombligo".

Ni siquiera Shakespeare se hubiera atrevido a parodiar esos detalles en escena. Pero, gracias al trabajo ejemplar de Shapiro, podemos ver con exactitud la forma en que los personajes y temas de su tiempo afectaban las obras, y en que los públicos isabelinos habrían sonreído ante las alusiones que escapan a sus equivalentes modernos.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
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