Usted está aquí: domingo 29 de mayo de 2005 Opinión A LA MITAD DEL FORO

A LA MITAD DEL FORO

León García Soler

Decir que sí allá. Y para cuándo acá

TAN SENCILLO COMO decir sí o no a la Constitución de la Unión Europea. Poder constituido que ha elaborado esa norma para hacer frente al imperio cuya Constitución escrita es la más vieja del mundo. Ninguna vigente es más antigua que la de Estados Unidos de América, la república laica constituida en el siglo XVIII, no en nombre de Dios, sino de Nosotros el Pueblo.

EL DESTINO MANIFIESTO dejó atrás las previsiones de Monroe, y el Pacífico "es un lago americano", no hay disputa bipolar, no hay potencia que contenga el impulso mesiánico de los cristianos renacidos, los que hablan directamente con Dios y a cuyo nombre manda George W. Bush en la globalidad de la verdad única y el unilateralismo que no reconoce límites a su poder. Europa pudiera ser contrapeso, volver a ser fuente de los derechos del hombre, de todos los hombres. Aún sujetos al estrecho margen que permite el neoliberalismo rampante, a los miedos de dirigentes que prefieren seguir que conducir, que optan por lo que dicen las encuestas de los augures del tercer milenio; aún bajo la ética de mercaderes, hace falta Europa para que el mundo no se hunda en larga noche de servidumbre y el fundamentalismo religioso no nos lleve a la batalla final entre "el bien y el mal".

VIEJA HISTORIA, ANTIQUISIMOS prejuicios. Pero las armas de hoy hacen realidad los miedos, las pesadillas de ayer y siempre. Armageddon no es campo de batalla de fantasías apocalípticas. Ahí reside la importancia del referéndum con el que los franceses dirán hoy sí o no a la Constitución de la Unión Europea. Constitución escrita, elaborada por un grupo de notables encabezados por Valery Giscard D'Estaing, el tecnócrata de lujo y de inegable talento que gobernó Francia antes de que llegara la victoria de Francois Mitterrand. Para qué recordar cómo el poder tomó al socialismo; cómo logró Mitterrand disolver el Partido Comunista, a la izquierda de Francia, mucho antes de que cayera el Muro de Berlín y la migración masiva del Este condujera a la disolución de la Unión Soviética. "Gorbachov perdió el poder y ganó la historia", diría en sus memorias el socialista de infancia católica.

PERO MITTERRAND Y Kohl hicieron el milagro de unir Europa, de lograr la unidad de propósitos y la de la Alemania que perdió la guerra y había perdido la historia con la locura criminal del "Reich de mil años", que afortunadamente duró menos de tres lustros. Francia, después de todo, dio vida a la visión de Europa unida. Víctor Hugo fue poético profeta de "los Estados Unidos de Europa". En el muy terrenal acuerdo aduanero del carbón y otros menesteres del trasiego de bienes surgió la Unión Europea, la que pudo acordar la moneda común, el euro, porque el genio de los franceses supo ver, entender y promover "una Europa a distintas velocidades". El destino de ese largo tránsito se juega hoy en un referéndum que Jacques Chirac no tenía por qué haber hecho.

EN LUGAR DE APOSTAR a la volátil voluntad popular, a la voz del pueblo que según los clásicos es la voz de Dios y por eso mismo no muy confiable en el marco de lo real y lo posible, en lo político, en la política de los hombres, Chirac debió haber hecho lo que hizo Schroeder en Alemania: votar la aprobación del texto constitucional en el Bundesrat, en el Parlamento. En la Asamblea Nacional no hubiera habido ocasión de que el fracasado y vanidoso Fabius, presunto delfín de Mitterrand, inclinara la baza con base en la irracionalidad, en las ambiciones oscuras y amargas de lo que pudo haber sido y no fue. Cosas de encuestas y del vuelo de las aves. Allá el no del socialista Fabius. Acá el quién sabe de Francisco Barrio, de Manuel Camacho, de Francisco Labastida. Y la apuesta innecesaria y burda del sí o no a Roberto Madrazo.

CONTRA TODAS LAS encuestas, yo apuesto en favor de la ley de probabilidades y digo que en Francia ganará el Sí. Por aquello de la famosa apuesta de Pascal. Puede que el imperio de la unilateralidad, del poderío global incontestado, sea prudente y no fundamentalista, sea capaz de superar a tiempo el mesianismo de la ultraderecha del dinero y los acólitos del cristiano renacido; pero puede que no. Y en tal caso, como en el de la existencia de Dios en la pura y dura racionalidad de Pascal, ya nos llevó el demonio. Van a votar por el Sí los indecisos: por aquello de las dudas. El triunfo del No sería apenas un obstáculo en el camino, tiempo perdido en el proceso de unión que pasó hace tiempo el punto de no retorno.

EN ESTOS DIAS SE volvió a hablar de Charles de Gaulle, de su firme defensa del Estado francés y de la soberanía de la nación. Hablan de soberanía en pleno concierto global. Los fuertes también se atrincheran en defensa de su libertad y la voluntad popular, de sus poderes constituidos, esgrimiendo el argumento de la soberanía. Cuando lo hacemos los de pueblos pobres, los de países débiles, dicen que es por nostalgia del pasado, por no entender que llegó el fin de la historia, o al menos el fin del Estado-nación como lo instituyeron y constituyeron ellos, como lo hicimos nosotros en la Insurgencia, en la Reforma, en la Restauración de la República y en el acto superior del Congreso Constituyente de 1917, que no sólo restableció el orden constitucional, la soberanía violentada y negada por el huertismo usurpador y criminal, sino agregó los derechos sociales a los del individuo, estableció firmemente al moderno Estado mexicano.

QUE AHI ESTA, AHI sigue a pesar del deslumbramiento de los que antes hacían como que hacían política y ahora hacen como que saben lo que están haciendo en el desquiciado apuro por desmantelar las instituciones y disolver los poderes constituidos. Al fin y al cabo, la soberanía estorba. Basta con ser socios y si se puede ser amigos de los vecinos del gran poder. La otrora severa y digna política exterior de nuestra República es hoy farsa de fantoches genuflexos a los pies de George W. Bush. En la política interna, más allá de la megalomanía ritual de culpar al Congreso y a los partidos políticos de todo lo que no ha podido ni sabido hacer el Ejecutivo, en especial en materia de seguridad pública, el ánimo belicoso se diluye bajo los reflectores de la televisión.

EL ESTADO DE DERECHO es agua de borrajas para una clase política, para los encumbrados por el poder del dinero en el poder político, que acuden al ágora electrónica para montar una trágica farsa tras otra y dejar constancia en cada una de ellas del nulo respeto a la ley. Lejos de someter al imperio de la ley a quienes tienen a su cargo cumplir y hacer cumplir lo que manda la norma constitucional, dan palos de ciego. Llevan ante el Congreso la solicitud de juicio de procedencia al jefe de Gobierno del Distrito Federal y cuando la Cámara de Diputados vota privar de fuero constitucional, el Supremo Poder Ejecutivo se asusta con la movilización de masas y resuelve instruir públicamente al Ministerio Público y destituir al procurador general de la República, para que no produzca efecto alguno lo ya resuelto por el Poder Legislativo y asunto subjudice ante el Poder Judicial.

DECISION DE GRAN estadista, dijeron los sicofantes desde el Hudson hasta el río de La Piedad. Terca que es la realidad, resulta que el señor don Andrés Manuel López Obrador no tiene fuero alguno; el procurador general designado en aras de la cercanía familiar se enreda en definiciones aldeanas, mientras la Suprema Corte de la Unión resuelve, seis votos contra cinco, que no procede la controversia constitucional presentada por la Asamblea del Distrito Federal que reclamó la primacía para conocer y resolver si procedía o no privar del fuero al jefe de Gobierno: No ha lugar, señores. Con el azaroso tocar de flauta o resolución digna de Solón, los ministros de la Corte tuvieron a bien no modificar la Constitución, no añadir estados libres y soberanos a los que enumera y enlista como parte y todo de la Federación.

MENOS MAL, AUNQUE deja mal a quienes confiaron en que había salido del oscuro bosque el candidato favorito de las encuestas, el más popular y querido, el que encabeza un nuevo proyecto de nación, primum inter pares en la cotidiana confrontación de aspirantes a la Presidencia de la República. No ha salido. Pero no hay por qué abandonar toda esperanza, basta no cruzar el umbral y dejar que fluya el pragmatismo del Macabeo abajeño, cuyo indudable fervor democrático le permite hacer el milagro del estado de derecho con la razón de Estado como muletilla maniquea para pasar por encima de la ley con el ánimo pragmático de no provocar las iras de los medios de comunicación, especialmente los del norte rico que nos califica y descalifica al son de la democracia sin adjetivos y la política sin objetivos.

LOS NAVEGANTES DE LA transición han demandado rango constitucional al referéndum. ¿Sí o No? Nada mejor que jugarse el presente y el futuro a un ¿águila o sol? Sobre todo si no hace falta, si nadie lo pide, si la ley otorga derechos a los ciudadanos y reduce a los funcionarios a cumplir obligaciones, a ejercer las facultades que la ley les otorga y les señala expresamente. Nada más y nada menos. Chirac apostó todo al referéndum de hoy domingo. Contra toda probabilidad, sin haber avalado la vigencia y el vigor de la representación popular. Si en la Asamblea Nacional no están quienes fueron elegidos por el voto popular y son por eso representantes de la soberanía del pueblo, de la nación, entonces la democracia es fin y no medio, juego de abalorios para diversión de los ricos. Después de todo, la derecha extrema y fundamentalista ha logrado que los pobres voten en favor de las políticas y programas que favorecen a los ricos.

Todo cambió en julio de 2000. Y dentro de un año, cuando los mexicanos vayamos a las urnas, los del crucigrama cotidiano de las encuestas a modo pretenderán que optemos entre quien representará a la coalición de la derecha que se dice izquierda y la de quien representará a la coalición de la izquierda que se dirá de derecha. Entre un centro y otro centro. Aunque sea oximoron como el del "poder unipolar".

¿SI O NO? ¿Aguila o sol? ¡Total! Lo que favorece al rico tarde o temprano descenderá para saciar el hambre de los de abajo. Reagan y Thatcher a la beatitud, a los altares.

 
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