Usted está aquí: domingo 29 de mayo de 2005 Opinión Cinco años del taller La Siempre Habana

Claudia Gómez Haro

Cinco años del taller La Siempre Habana

El artista plástico cubano Luis Miguel Valdés y el poeta Cuitláhuac Rangel fundaron en el año 2000 el taller de gráfica La Siempre Habana, que en pleno corazón de Coyoacán deviene importante centro de creación y difusión del grabado.

Valdés, egresado de la Escuela Superior de Arte y fundador del prestigiado Instituto Superior de Arte de Cuba, ha trabajado por casi cuatro décadas la temática de la arquitectura colonial cubana en una larga serie titulada La siempre Habana. Su labor artística y docente en el Atelier 17 de S.W. Hayter, en París, así como en las más importantes instituciones académicas de arte en Cuba, le han hecho acreedor de un gran prestigio como fundador, organizador y promotor de talleres de gráfica y actividades culturales. Maestro en la técnica del grabado de reconocidos pintores cubanos como Roberto Fabelo, Zaida del Río, Choco, Nelson Domínguez y Agustín Bejarano -por mencionar sólo algunos- ha hecho del taller un importante centro de trabajo, que con sus cinco cortos pero intensos años ha ganado un reconocido espacio en la gráfica latinoamericana, convirtiéndose en un indiscutible referente en México. Además, vale la pena señalar, como bien dijo el pintor cubano Adigio Benítez, ''ha construido un puente entre el arte de Cuba y el de México''.

Durante estos cinco años, La Siempre Habana ha ido integrando paulatinamente a su acervo a importantes creadores de México y Cuba, y cuenta ya con obra de 52 artistas, entre los que se encuentran grandes maestros de la plástica mexicana, como Raúl Anguiano, José Luis Cuevas, Sergio Hernández y Vicente Rojo, entre otros.

En el taller se trabajan básicamente las técnicas calcográficas al estilo tradicional y con propuestas modernas. El equipamiento con que cuenta permite realizar lo mismo obras de gran formato que carpetas y libros de artistas que le han merecido formar parte de innumerables colecciones privadas.

La colección de La Siempre Habana, que ha viajado al extranjero y participado en importantes ferias, como la Internacional del grabado Estampa 2003 (Madrid), estará exhibida, por primera vez completa, en Casa Lamm hasta el miércoles primero de junio, para deleite de los amantes de la gráfica.

Entre las obras de gran formato de la exposición destacan dos grabados de Luis Miguel Valdés en acero inoxidable y madera (1.07 por 1.80 centímetros): En las nubes, que nos recibe con todo su esplendor a la entrada de la galería, y Paisaje antes de la batalla (misma técnica y medidas); Sueño de sirena de Roberto Fabelo, un bellísimo retrato de Suyu, su mujer y musa, quien descansa plácidamente, cual sirena, en el malecón. La presencia de Africa la tenemos en la obra de Eduardo Roca, Choco, que ejemplifica magistralmente el sincretismo afrocubano mediante los colores y las texturas. De Raúl Anguiano sobresalen Rinoceronte, grabado en madera (26 por 37 centímetros), y La caída del rejoneador, grabado al azúcar (45 por 61 centímetros). Dentro del formato medio llaman la atención cuatro piezas de Vicente Rojo de la serie Islas de luz (50 por 50 centímetros). De José Luis Cuevas, una hermosa caja de caoba con un broche de plata diseñado por el artista y que contiene cinco grabados realizados en Madera de Teca a la fibra (36 por 27 centímetros) e impresos sobre papel Guarro de 250 gramos y un texto de Germaine Gómez Haro. Cabe mencionar que esta obra fue expuesta en el Palacio de Lombillo, en La Habana Vieja, actual sede del Historiador de la Ciudad, y pertenecen a la serie Los fantasmas del Centro Histórico.

Felicidades a Luis Miguel Valdés y su importante equipo de trabajo, y esperamos, como bien dijo Vicente Rojo, "que sin perder su entrañable acento cubano, el taller pueda también llamarse "El Siempre México".

 
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