Usted está aquí: domingo 29 de mayo de 2005 Opinión Me gusta trabajar

Carlos Bonfil

Me gusta trabajar

Ampliar la imagen En la cinta Me gusta trabajar Anna (Nicoletta Braschi) es sometida a varios empleos degradantes, como el de solicitar los datos de quienes utilizan una fotocopiadora

La cinta más reciente de la realizadora Francesca Comencini tiene un título escueto, desangelado, que puede hacer pensar en una comedia ligera o en otro producto rutinario de un cine italiano muy de capa caída actualmente. Me gusta trabajar (Mi piace lavorare, 2004) es en realidad el grito de protesta de Anna (Nicoletta Braschi), una empleada sometida en una empresa al hostigamiento de los cuadros superiores, quienes han decidido un recorte de personal al más bajo costo posible. La cinta lleva un título alternativo en inglés, Mobbing, término que designa precisamente la práctica abusiva, el atropello laboral, que consiste en degradar paulatinamente a un empleado, haciéndole asumir tareas cada vez más inferiores, hasta obligarlo a renunciar. En un seguimiento de corte casi documental, Comencini muestra paralelamente la rutina laboral de Anna y su vida familiar al lado de su hija de 10 años. A medida que se incrementa la presión del jefe de servicio, un modelo de pragmatismo deshumanizado, y que crece la distancia entre Anna y sus colegas, quienes por un momento parecieran cómplices de los patrones, la directora afina el perfil sicológico de su protagonista. Ciertamente no se trata de una empleada rebelde, consciente siquiera de sus derechos laborales, sino de una trabajadora temerosa ante la perspectiva de quedarse sin empleo, resignada incluso a soportar estoicamente la humillación de la gerencia y la indiferencia de sus compañeros que prefieren, por un temor similar, no tomar partido.

Me gusta trabajar es el reclamo, primero apagado, lleno, luego, de indignación, que la protagonista dirige a quienes alegan su incompetencia laboral, su ausentismo (forzado por el estrés), y su negligencia, para descalificarla física y moralmente. Una de las tácticas más sórdidas de la gerencia es asignarle un puesto de control del rendimiento de un grupo de obreros varones, quienes de inmediato la perciben como espía patronal y la someten a un escarnio cotidiano. Anna había sido humillada previamente al obligarla a aceptar un puesto frente a una fotocopiadora, con la tarea única de registrar el número de usuarios, sus datos personales y el destino de las fotocopias. Un trabajo innecesario y degradante. La actriz Nicoletta Braschi tiene un desempeño notable en este relato kafkiano que exhibe el mobbing como una práctica común en la administración neoliberal de las empresas. Todos los empleados se sienten vagamente amenazados; la suerte de Anna bien puede prefigurar la de muchos colegas, y de hecho se menciona en la cinta desplazamientos colectivos a otros centros laborales fuera de Roma. El miedo, la incertidumbre, la indefensión laboral ante decisiones que rebasan a los empleados, todo esto constituye el núcleo de esta narración de Comencini. Su contraparte es un difuso ánimo de solidaridad entre algunos colegas, como la empleada incapaz de amamantar a su niño, quien pronto recibe la ayuda de Anna, o el empeño del sindicato por desarticular el mobbing en curso, o la formidable madurez de la hija consciente del hostigamiento que sufre su madre en el trabajo.

Alejada por completo de los dramas sentimentales de algunas de sus cintas anteriores (La luz del lago, 1989; Annabella compartida, 1991), la realizadora incursiona con fortuna en la crónica social y el retrato intimista, sugiere sin enfatizar demasiado las cuestiones de género y la brutalidad del machismo en un medio laboral. Sus tomas breves, concisas, despojadas de todo manierismo estético, evitan el escepticismo radical y la vocación tremendista. Me gusta trabajar muestra el proceso de recuperación paulatina de una dignidad casi perdida, rescata acentos del mejor realismo social italiano y los ambienta en el clima inhóspito de una empresa corporativa moderna, en la que el mobbing -la humillación laboral programada-, es sólo un aspecto más de su rentabilidad y eficiencia.

Me gusta trabajar se exhibe un solo día, el miércoles próximo, en la Cineteca Nacional.

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