Usted está aquí: lunes 30 de mayo de 2005 Opinión El voto inútil

Néstor Bravo Pérez

El voto inútil

Hace cinco años, antes de que tuviéramos que ir a votar para las elecciones del cambio de partido político, había cierta efervescencia en el Centro Nacional de las Artes que generó algunas discusiones en torno de cuál sería un proyecto idóneo para el país. Fundamentábamos con ahínco en favor de nuestras ideas que en esos entonces se concentraban en la simpatía por dos candidatos: Vicente Fox y Cuauhtémoc Cárdenas.

Se había conformado alrededor del candidato del Partido Acción Nacional una imagen de personaje preocupado por el bienestar de la población que tenía claro cuál era su objetivo como presidente y el papel que debería cumplir una vez adquirido el poder; una especie de halo de empresario, trabajador incansable lo que muchos traducían como un rotundo demócrata. Por lo menos así lo veían los ciudadanos que después se aferraron a la idea de que votar por Fox era lo más útil, en cuanto que era lo pertinente para sacar al PRI de Los Pinos y lo más adecuado como posición social.

En ese momento nada sabíamos de su ignorancia y de su falta de interés por los aspectos culturales, de su obsesiva necesidad de ficcionar la economía y la realidad que lo rodea; para ese entonces nada sabíamos de foxilandia. No habíamos oído hablar del señor Borgues y el señor Fox en la campaña para la Presidencia no había manifestado su desprecio por la lectura y por la información deprimente que sale todos los días en los periódicos. El entonces candidato ofrecía hacer crecer a economía al 7 por ciento y corregía sus errores de campaña repitiendo de manera obsesiva y preocupante ''hoy, hoy, hoy".

Tampoco sabíamos que sus amigos, con el fin de que lograra la Presidencia, harían los gastos necesarios para que triunfara en las elecciones. Estábamos enfrascados en ese entonces en la pertinencia de que el PRI saliera de Los Pinos y de esa manera poder lograr una transformación del país, un cambio de políticas y una distribución de la riqueza eficiente por no decir equitativo. En algún momento los discursos se preocupaban por la necesidad de que los artistas exigiéramos lo propio y nos olvidarnos de cualquier otra preocupación como si no nos incumbiera todo lo demás, como si nos fuera a contaminar pensar en la comida, como si nosotros los artistas no debiéramos preocuparnos e involucrarnos en la solución de los problemas políticos del país.

Creo que a todos nos ha quedado claro que el cambio más claro, si no es que el real y único, que se dio en Los Pinos fue el de toallas y sábanas. La elección que se hizo en el año 2000 fue para mal. El cambio famoso por el que gran parte de la población optó fue en detrimento del país y un retroceso. Así lo marcan los indicadores económicos y las nociones de cultura y educación que definen las políticas de Estado de este sexenio.

Los partidos políticos ya están en campaña para la Presidencia y observamos con cierta angustia cómo están dilapidando los recursos. Topes de campaña altísimos que son el presupuesto de 10 años de educación superior para varias escuelas de arte; hay otros equivalentes más angustiantes.

Sería importante saber a cuántos años de inversión en el campo a escala nacional equivale lo que están dispuestos a gastarse las tres alianzas partidistas en la elección para gobernador del estado de México. Vamos a ver recursos económicos evaporarse en los aires y de nada nos va a servir; se elegirán gobernadores, secretarios de educación pública, encargados de la cultura y el arte que harán monumentos a la gloria de algún prócer de la cultura.

Las instituciones educativas, conjuntamente con el sindicato, otorgarán algún día del año para conmemorar la gloria del maestro anémico y otra fecha al del educador neurótico. Se ha generado una confusión y se ha sustituido los proyectos artísticos por el glamur de los artistas que sólo interesan para que el Presidente y su esposa se saquen la foto en las grandes exposiciones.

¿Sólo nos queda contemplar? Cuál será la estrategia para manifestar nuestra opinión y darle cauce a nuestras ideas y necesidades. ¿Tenemos que depender de los partidos políticos que sólo nos convocan para apoyar al candidato en turno?

Se plantea de nuevo el dilema de saber utilizar nuestro voto adecuadamente y hacer lo posible para que las cosas cambien. Ya no malgastemos nuestros recursos.

 
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