Usted está aquí: martes 31 de mayo de 2005 Opinión Resumiendo

José Blanco

Resumiendo

Celebro que mi "error" o el estar "mal informado" respecto de algunas tesis que para Adolfo Gilly son sus propias certezas, en realidad eran nuevas coincidencias entre nuestros puntos de vista, según aclara el propio Gilly.

Muy bien estaría, asimismo, cuando la ocasión se presente, poder discutir con él -y acaso con la propia autora- el libro de Rhina Roux, El Príncipe mexicano. Subalternidad, historia y Estado (que no he leído).

De otra parte, mucho me temo que nuestro intercambio de ideas, que Adolfo Gilly califica de significativo, no lo sea para la izquierda realmente existente: basta otear sus actuales debates y los motivos de los mismos; basta mirar penosamente sus acciones y resortes políticos. Ojalá me equivoque de medio a medio, pero es posible que para esa izquierda este intercambio corresponda al plioceno temprano. La explotación, la alienación, los abismos inmensurables de desigualdad del mundo, vistos, entendidos y teorizados en el idioma de este intercambio, bien pueden parecer, a izquierdas actuales y derechas que los acompañan, obsesiones de extraños templarios con pesadillas teóricas, de druidas adocenados, o de tonsurados de alguna iglesia luciferina.

Tengo también mis aclaraciones a "errores" o "malas informaciones" de Gilly respecto a algunas de mis tesis, y las centro en lo que él llama "el real punto de nuestra divergencia"; el asunto del "sujeto".

Mi punto de vista: la imperiosa necesidad de la organización libre de los trabajadores y los éxitos de las luchas de los asalariados constituyen la principal palanca del desarrollo capitalista: ahí ha estado históricamente la fuente principal del desarrollo tecnológico y del desarrollo económico y social. Sin esa relación social conflictiva trabajo-capital no hubiera habido desarrollo. El desarrollo social y económico sostenido en el largo plazo y la atemperación de las desigualdades sociales caminan juntos.

Conforme las luchas de las clases subalternas son exitosas, su nivel de vida mejora, y éste puede ser un proceso permanente. En los países más ricos del orbe, los bienes salario pueden incluir casa, auto, electrodomésticos, educación, salud, y más. Esta tendencia va acompañada de una tasa de explotación creciente. Lo hace posible la altísima productividad derivada del track actual: revolución científica-revolución tecnológica-producción, que provoca que el valor por unidad de producto en los bienes salario decaiga verticalmente. Concomitantemente el producto excedente crece; así se explica que haya viajes a la luna, a Júpiter, a Marte, al Sol, o que los gringos devasten cantidades inconmensurables de trabajo acumulado en las armas que destruyen en sus guerras imperialistas. Así se explica que haya palacios de ensueño para la gran clase del planeta, o que se fabrique el Airbus A380, francés que transportará a más de 500 pasajeros. La magnitud del producto excedente anual planetario no puede imaginarlo ni Michael Ende.

La competencia entre capitalistas es una segunda palanca del desarrollo. En algunas coyunturas la competencia entre capitalistas, hoy a nivel mundial como nunca en el pasado, resulta un factor más poderoso del desarrollo científico tecnológico: es el caso del presente, con la tercera revolución tecnológica. En este caso el desempleo crece como la espuma y junto con ese crecimiento la solidaridad clasista entre trabajadores decae también verticalmente.

La condición de base en el largo plazo es, pues, la libertad de las clases subalternas y su organización. Pero hablamos de luchas de estas clases así, en plural. No la lucha unificada de UN sujeto. Estas luchas son dispersas y con orígenes y dinámicas distintas. Estas luchas, por sí mismas, no pueden cambiar la forma del aparato productivo y, por tanto, tampoco pueden cambiar la forma del producto excedente, sin lo cual las luchas contra la de-sigualdad se vuelven extremadamente ineficientes. Es indispensable la mediación política de la arena institucional del Estado. La creación de instituciones y la inversión pública, sí que pueden cambiar la forma del aparato productivo. Pero es igualmente indispensable la presencia, especialmente en el Congreso, de un partido o partidos que efectivamente luchen a favor de las clases subalternas y sepan cómo hacerlo. Partidos de esta orientación, acompañados de luchas y movilizaciones de grupos de las clases subalternas redundarán en mayores éxitos en la lucha contra la desigualdad.

Ocasión habrá de discutir si de veras, como dice Adolfo Gilly, "el sujeto no cambia". Dicho así, tan absolutamente, obliga a revisar el hecho de que los trabajadores ligados directamente a la producción de bienes materiales es una fracción de la población que va volviéndose minúscula en los países desarrollados.

Un final acuerdo con Adolfo Gilly: "ojalá podamos continuar esta discusión en otros ámbitos y con nuevos interlocutores". Un día será. "Hay más tiempo que vida" (aunque no tanta para nosotros los del plioceno, mi estimado Adolfo).

 
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