Usted está aquí: martes 31 de mayo de 2005 Opinión Dibujo como vivisección

Teresa del Conde/ I

Dibujo como vivisección

Se trata de una muestra, en el museo Carrillo Gil, integrada exclusivamente de dibujo contemporáneo. Pero no estamos hablando de dibujos como pudieran serlo los de Lucien Freud, G. Richter, Toledo o Ray Smith, por mencionar unos cuantos nombres, sino de dibujo que se confunde con la ilustración, el cartoon, la caricatura, la libreta de notas o el underground, entendiendo por esto último el dibujo de los enfermos mentales o el que suele producirse en los reclusorios.

La selección no contiene ejemplares de estos últimos dos rubros (podría haberlos, ¿por qué no?), mas los sistemas de algunos ilustradores actuales y del pasado (años 70) se les parecen. La idea que cada quien tiene del dibujo suele diferir, aun cuando se acepte que con collage se puede dibujar, con alambre, con caracteres incorporados al papel o al soporte en volumen. De esto hay mucho: la exposición vira entre la declaración escrita a veces con deliberado pulso infantil y su concomitante gráfico.

Recomiendo a quienes la visiten, llevar una lupa si es que quieren ver en detalle, por ejemplo, los trabajos de Marcel Dzama y explicarse por qué en una minúscula viñeta el autor introduce la miniefigie de Joyce añadiendo sabiamente que Winnipeg (Canadá) no es como Dublín. La obsesión por la minucia, propia de éste y de algún otro de los representados, es tal, que en su caso hay quien le solicita que ''le haga algo sobre Charlie Brown".

Dzama ya obtuvo un reconocimiento en la Bienal de Montreal. El título de la muestra, según los curadores Carlos Ashida, Marisol Argüelles y Leonardo Ramírez, se debe a que representa un ''hondo registro existencial". Si así es, yo me atrevería a decir que, con excepciones, el registro es pobre, pululan los penecitos, las vaginas, los culos, los detrito.

Hay una obra, Another bag of green shit, de Tracey Emin (Londres, 1963), quien sufrió un suicidio emocional (es decir virtual) debido a aborto. La menciono porque, pese a lo dicho, en ella sí son perceptibles capacidades que pueden considerarse inherentes al dibujo: condensación, abstracción, síntesis, economía de elementos. Sus piezas son monotipos e impresiones en pantalla y fueron obtenidos por medio de White Cube.

Da la impresión de que la curaduría de esta muestra fue realizada, salvo en el caso de los mexicanos presentes, en su totalidad mediante la red. Esto provoca cierta falta de profundidad en las presentaciones y evaluaciones. Así, el italo-americano Mark Lombardi es el único de los participantes cuyos pasos por la tierra han terminado y terminaron por autoeliminación provocada por decepción irredimible, tal vez desencadenada por gente como el ex ministro Giulio Andreotti, convicto ahora del asesinato en 1979 del periodista Mino Pecorelli, que ordenó desde su largo liderazgo político (siete periodos como primer ministro) vinculado inclusive (por omisión de la ya desaparecida Democracia Cristiana) en el secuestro y ejecución de Aldo Moro (19 de mayo de 1978).

La pieza, muy fina, de Lombardi, no es de dimensiones mínimas, se titula Banca Nazionale del Lavoro, desde 1998 semiprivatizado debido, entre otras razones, a ''prácticas corruptas". El dibujo es un plano integrado por trazos, flechas y punteados. Max Lombardi nació en 1951 y falleció en 2000.

La recurrencia a la tira cómica es una moda que practican, como se sabe, pintores de bastante reconocimiento. Es muy patente en la muestra su continua reiteración, como lo ejemplifican las elucubraciones tipo cartón de Chirs Haammelin en tiza de óleo, también pródigas en situaciones sexualoides, que la verdad ya no impresionan, combinadas con alguna evocación fallida a quien sí fue un maestro de la línea: Egon Schiele (pudieron verse obras de él en el Museo Nacional de Arte), muerto a los 28 años durante la epidemia de influenza de 1918, en Viena.

Otro que utiliza glosa para entregar sus contenidos es Raymond Pettibon (Tucson, 1957). Resalta la conocida imagen paleocristiana extraída de las catacumbas romanas: un hombre de túnica con la mano levantada. La referencia religiosa aquí se complementa con numerosos cristos, siempre acompañados de enunciados; parece ser que este productor es bastante experto en tipografía, o al menos eso revelan sus trabajos, que son los que abren la muestra.

De Laylah Alí hay cinco dibujos, sin gesto, sin expresión ni inscripciones, en vilo entre la etnografía y la ciencia ficción. Se trata de una manera de codificar que requiere detallismo y prolificación de formas mediante achurados, como pueden serlo las espinas de función fálica. Nacida en 1958, ella también es estadunidense.

 
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