Jueves 2 de junio de 2005
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus
RESEÑA
Sodomía: la invención teológica
El vocabulario sexual es particularmente rico en metáforas, ironías y alusiones. Si se dice que alguien “camina como entre flores”, le gusta “darle de topes al chivo” o “bajar al río”, sin duda entendemos a qué se refieren. Es una manera de hablar de identidades o actos sexuales sin describirlos tal cual son.

Dentro de este vocabulario sexual se encuentran las metáforas geográficas, que aluden a supuestas características o comportamientos de los habitantes de cierto lugar. En la antigua Roma la palabra meretriz era un eufemismo para puta, vocablo muy fuerte, que solía ser sustituido, hasta hace algunos años, por romana. Otro gentilicio, francés, evoca el sexo oral, supuestamente muy practicado por los originarios del país galo. La excepción es el beso polaco, que no tiene nada que ver con Polonia. Pero la metáfora geográfica más universalmente conocida es sodomita, nativo de Sodoma, cuyo significado actual es homosexual, aunque también alude al sexo anal, incluso en una relación heterosexual.

Pareciera que es una palabra en desuso, pero Mark D. Jordan, autor de otros libros, además de éste, sobre la historia de las enseñanzas cristianas acerca del sexo, nos recuerda que la invención de la palabra sodomía —que permeó antes que nada a la institución eclesiástica— es también un juicio “sobre el amor desviado”, una creación de la teología cristiana que ha sido decisiva para las legislaciones, medicina, ciencias naturales y costumbres europeas y americanas posteriores al siglo XI, cuando surgió el término con su significado actual. Esta afirmación es fácilmente constatable por la existencia de numerosas “leyes de sodomía” en todo el mundo y que en Estados Unidos se derogaron apenas en 2003.

La invención de la sodomía es un erudito recorrido por los textos de teólogos medievales que abordaron el asunto desde diferentes perspectivas, y en las que el autor encuentra términos inestables, descripciones infieles y argumentos inconsistentes, sobre todo en el terreno del discurso moral, que hace de la sodomía un “pecado específicamente estigmatizado”, además de profundamente misógino, pues un hombre que tiene sexo con otro hombre se degrada, se subordina, en la lógica de que al hacerlo “renuncia al privilegio masculino”. “Sodomía —concluye al autor— no es un nombre para una clase de comportamiento humano, sino para un fracaso de los teólogos. Sodomía es el rechazo nervioso de los teólogos a entender cómo el placer puede sobrevivir a la prédica del Evangelio.”
(Antonio Contreras).