Usted está aquí: domingo 5 de junio de 2005 Mundo Nueva York, una ciudad administrada desde la trivialidad de un Rey Midas

Bloomberg no tiene dinero para los maestros, pero sí para un estadio de 2 mil 400 mdd

Nueva York, una ciudad administrada desde la trivialidad de un Rey Midas

DAVID BROOKS CORRESPONSAL

Ampliar la imagen Nueva York aspira a ser sede de los Juegos Ol�icos en 2012. Con ese prop�o su alcalde impulsa la construcci�el estadio m�caro del mundo FOTO Archivo de La Jornada

Nueva York, 4 de junio. En formación, unos 40 músicos marchan. A la cabeza van tres bailarines, plenos de alegría en sus movimientos, seguidos por una fila de flautistas, otra de percusionistas, una más de trompetistas y, al final, las tubas --la práctica de una banda de guerra.

Varios espectadores, atraídos por la música en un parque deportivo público de concreto, en la esquina de Hudson y la Calle 12, en Manhattan, mejor dicho, en el West Village, interrumpen sus incesantes y urgentes tareas para ver el espectáculo. Es una sesión de práctica de este contingente para el gran desfile anual de Orgullo Gay en Nueva York, uno de los más atendidos y enormes. Un hombre en traje observa con una sonrisa, vuelve la cara y dice: "sólo en Nueva York".

Poco después, en Washington Square, en una esquina, un conjunto interpreta una combinación de música folk, irlandesa y gitana, y cerca de allí, un grupo de estudiantes rodea a un tipo que toca el bajo de manera experta, otro que ejecuta una guitarra, junto con un cantante lead cuya voz se escucha en todas direcciones, y un coro espontáneo, ofreciendo, compartiendo, Every breath you take (Cada respiro que tomas) cantada por Sting cuando estaba con The Police.

Pocos observan con gran interés la etapa inicial de las campañas electorales para alcalde, donde los principales contendientes buscan derrotar al Rey Midas, o sea, al actual alcalde Michael Bloomberg, uno de los hombres más ricos del mundo (con una fortuna personal de más de 4 mil millones de dólares), quien busca la relección. Cuando Bloomberg ganó, sorprendiendo a muchos, hace cuatro años, gastó unos 75 millones de dólares en su campaña, algo que implicó una inversión de su propia fortuna de unos 100 dólares por voto (¿quién dice que la democracia es un juego de iguales y no un juego donde Don Dinero cuenta más que los votos?).

Tres contrincantes demócratas y otro republicano decidieron acudir el jueves a Madison Square Garden a un mitin de unos 20 mil maestros quienes demandan que el gobierno municipal negocie un nuevo contrato colectivo. Los 80 mil maestros del sistema de educación pública de esta ciudad, el más grande de Estados Unidos, con más de un millón de estudiantes, han laborado sin contrato durante dos años (y no han recibido ningún aumento durante ese periodo).

''Reforma educativa'' sin recursos

Mientras tanto, el alcalde celebra que sus reformas educativas -principal carta para su relección- están rindiendo fruto, ya que los exámenes de lectura y matemáticas han registrado mejoras por primera vez en una década. Pero sus reformas tienen un solo enfoque: elevar las calificaciones en estos exámenes, y casi no tienen nada que ver con la pedagogía y el contenido de la educación. La falta de respeto al magisterio, demostrado en los salarios más bajos y las peores condiciones de toda la región -lo cual provoca un alarmante éxodo de los mejores maestros y de novatos que no aguantan más que un par de años en la profesión- comprueba que la educación se ha vuelto sólo otro juego político.

Pero, a la vez, uno de los sindicatos más poderosos y, por definición, "educados", el de maestros, provoca poca simpatía entre el público, ya que carece también de propuestas para resucitar un pésimo sistema educativo (aun en los términos del alcalde, la celebración de los "buenos" resultados de los exámenes es patético: sólo un poco más de la mitad de los estudiantes logró superar los requisitos mínimos de lectura y matemáticas).

Claro, el multimillonario alcalde insiste en que no hay suficientes recursos para ofrecer mejores sueldos, y cualquier alza salarial, dice, tiene que ser a cambio de mayor ''productividad'' y ''flexibilización'' de las normas laborales (deshacerse de plazas garantizadas, por ejemplo).

Pero sí hay lana para proponer la construcción de un nuevo estadio de futbol americano para el equipo Jets en medio de Manhattan, a un costo de más 2.4 mil millones de dólares (los contribuyentes de esta metrópolis pagarán por lo menos 600 millones de esta cuenta). Claro, el potencial gran negocio para los constructores, las compañías de bienes raíces y la empresa del equipo no es la meta, dicen. No, el alcalde y sus amigos están promoviendo esta construcción como un gran monumento a la ciudad y un proyecto de desarrollo económico, y además es la pieza clave para que Nueva York pueda concursar para ser sede de las Olimpiadas de 2012 (el Comité Olímpico, otro negocio trasnacional más, puso como condición para considerar Nueva York la construcción de este estadio).

Como escribió este vienes uno de los mejores columnistas deportivos del país, Mike Lupica, del New York Daily News, cualquiera que se atreva a decirle no a Bloomberg "es presentado como un mal neoyorquino", y disputa que el futuro de Nueva York dependa de las Olimpiadas, aunque en eso insiste el alcalde. "Eso es una mentira construida desde la obsesión de Bloomberg. De la misma manera que es una mentira que este estadio, el estadio deportivo más caro de la historia del mundo, se autofinanciará...''.

Lupica condena esta obsesión de Bloomberg al señalar que lo único que lo motiva es establecer un monumento a sí mismo. ''A fin de cuentas, no es el alcalde de todo Nueva York. Es el alcalde de esos 13 acres del lado oeste de Manhattan (donde se propone construir el estadio)'', concluye.

Miles de millones para estadios, torres para llenar el vacío dejado por las torres gemelas, millones para los museos más ricos del mundo, pero, eso sí, casi nada para maestros, para los sin techo, para los miles con hambre, para los servicios sociales, y menos para las artes públicas, particularmente en las escuelas. A fin de cuentas, un multimillonario cuya única experiencia es la empresarial (su encargado del sistema de educación pública es un ex abogado de Wall Street --esos si saben mucho de educación, dicen), está manejando la ciudad como una gran empresa.

Pero sí hay "pasión" por las artes entre los ricos y famosos; o sea, los "cultos". El viernes, en medio de todo este gran drama, en Times Square llegaba limusina tras limusina para dejar a personalidades, como la reina de Jordania; el presidente de Harvard, Larry Summers; estrellas de cine como Denzel Washington y Sally Field; el juez de Suprema Corte, Anthony Kennedy; el procurador general del país, Alberto Gonzáles, y los escritores Toni Morrison y Tom Wolfe, entre otras figuras, para recibir un galardón por algo llamado la Academia de Proeza. También estaban algunos ganadores de otros años, como la pareja Clinton y el alcalde Bloomberg. El simposio se llamaba Pasión, creatividad y artes.

Mientras los ricos y famosos se otorgaban premios por su pasión y creatividad, y continuaban promoviendo el espíritu empresarial, perdón, olímpico, los maestros pasaban por otro día enfrentando aulas repletas de estudiantes, que todos los días aprenden de los ejemplos de liderazgo político y empresarial de este país, la lección de que la única manera de lograr éxito en esta vida es mentir, engañar, ocultar, distorsionar, robar y esconderse detrás de las ''artes'' para simular que todos son cultos.

Pero la cultura está en las calles, en la música de Washington Square y en el Metro, y mientras los poderosos hablan de ''pasión, creatividad y artes'', éstas viven en las esquinas de esta ciudad, como en el parque de concreto donde la banda de guerra continuaba practicando sus rutinas y sus bailarines festejaban el movimiento del cuerpo humano y lo regalaban a cualquier espectador.

Mientras daba vueltas el conjunto de músicos -de varias razas, edades y género, pero bailando/marchando al mismo ritmo-, una niña de unos cinco años avanzaba justo detrás de las tubas, y saludaba con la mano a los que gozaban del espectáculo. Por lo menos una neoyorquina estaba averiguando qué es la esperanza de esta ciudad, y no necesitaba ir a ningún simposio o estadio para ver el futuro posible.

Sólo en Nueva York.

 
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