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6 de junio de 2005

GARROTES Y Z ANAHORIAS

APOLOGIA DE LA PRECARIEDAD Y LA INFORMALIDAD

Ante los ganadores del tercer Concurso Nacional de Cultura Turística Infantil, el presidente Vicente Fox aclaró con tono pedagógico: "cuando se habla de tasa de desempleo no se habla de empleos formales, se está hablando de cuántos mayores de 16 años tienen chamba". Y esta última, señaló, la gente puede "desarrollarla en casa, trabajando la tierra y ser ejidatarios, de taxistas y generar su propio ingreso, autoemplearse y ser su propio patrón, ser tianguista y pequeño comerciante, ser profesionista no asalariado".

Con base en esta concepción del empleo y el mercado de trabajo, el Presidente señaló, no es la primera vez, por lo que se presume que de veras lo cree que la de México es la tasa de desempleo más baja de América (incluidos Canadá y Estados Unidos) y de la Unión Europea.

La insistencia del Presidente y su secretario del ramo en estas extravagantes consideraciones sobre la realidad laboral del país son un verdadero elogio a la probada incapacidad dinámica del sistema económico para generar una oferta suficiente de oportunidades e integrar a la fuerza de trabajo nacional a actividades remunerativas con niveles aceptables de productividad. Son una auténtica apología del autoempleo de masas que padecemos (que es un proceso sucedáneo de la informalidad) y de la migración de nuestros trabajadores a Estados Unidos.

Tal concepción del mercado de trabajo es reveladora del dogmatismo y la insensibilidad alcanzada por los conductores de la política de desarrollo ante la inestabilidad estructural que representan para la economía el autoempleo y la emigración de masas, así como sus inevitables consecuencias en la cohesión social del país.

Una enseñanza de estos años de casi estancamiento del producto, es que sin crecimiento sostenido no hay posibilidades de crear empleos productivos. El predominio de políticas diseñadas en función de objetivos muy estrechos de estabilización determinó que el proceso de integración económica y social de la fuerza laboral se deslizara progresivamente desde el lado de la demanda hacia el de la oferta de trabajo.

En una medida muy alta, que atañe a amplios segmentos de la población, la generación de empleos ha pasado a ser responsabilidad de los trabajadores. Este rasgo del mercado laboral, ante el que las autoridades muestran hoy su complacencia, expresa en realidad una de las mayores limitaciones de la actual política de desarrollo, pues esta lógica de operación supone que los trabajadores poseen un recurso clave (educación, capacitación) que el gobierno no está en posibilidades de garantizar debido, por una parte, a las restricciones fiscales y financieras que padece y, por otra, a las orientaciones de su propia política presupuestaria.

Hay una contradicción flagrante entre la definición general de la política económica, que se centra en la competencia y la competitividad de los agentes, y el empobrecimiento y deterioro de las herramientas con que los trabajadores se enfrentan a las realidades del mercado.

Lo que existe es un mercado laboral dual, con marcadas diferencias de acceso a la vida productiva, que determina que surjan brechas de bienestar que se han ensanchado en términos relativos y absolutos en perjuicio de los autoempleados  §


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