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Miguel Concha
La visita de la relatora

16 de febrero de 2002 LOS ASESINATOS DE MUJERES en Ciudad Juárez son una de las muestras más crudas de la ineficacia del sistema de procuración e impartición de justicia en México, así como de la discriminación y violencia hacia las mujeres que todavía persisten en todos los niveles de nuestra sociedad. Gobiernos locales han ido y venido sin acertar con una respuesta que esté a la altura de la magnitud de la tragedia. Como dice el periodista e investigador Víctor Ronquillo en su libro Las Muertas de Juárez. Editorial Planeta, 1999: "Nadie sabe cuántas mujeres han sido asesinadas en Ciudad Juárez desde la primavera de 1993. Lo peor es que esta noche puede ocurrir otro crimen, una nueva tragedia e inscribirse en un listado de horror, encabezado por mujeres que llegaron a la frontera a buscar la vida y allá en el norte se toparon con la muerte. En un país de impunidades, la historia de los crímenes perpetrados en contra de mujeres de Ciudad Juárez resulta la más atroz por la vulnerabilidad y el número de sus víctimas. Muchachas solas, sin pasado, con un futuro que se ve truncado por la muerte. Todas las muertas de Juárez fueron agredidas, violentadas, ultrajadas". Parecería que actualmente en Ciudad Juárez ser joven y ser mujer es poner en peligro la vida.
Existen muchas versiones acerca de cuáles son los motivos y las circunstancias de estos asesinatos repugnantes, que van desde el tráfico de órganos hasta videos pornográficos, desde deficiente seguridad pública y falta de las condiciones más elementales de trabajo en las maquiladoras, hasta precariedad de condiciones e instalaciones urbanas. Pero, independientemente de cuáles sean éstos, lo más preocupante es que el Estado mexicano ha tolerado estos actos y ha fomentado, por lo mismo, que sigan ocurriendo, cobijados por la impunidad. Lo que es intolerable es penalizar a las víctimas, responsabilizándolas por sus horarios de trabajo, su condición social, su manera de comportarse o de vestir. La Convención para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belem Do Pará), que fue ratificada por México el 12 de noviembre de 1998, estipula muy bien qué se entiende por violencia contra la mujer. De su artículo 2 puede concluirse la directa responsabilidad que tiene el Estado en la violencia hacia las mujeres en Ciudad Juárez, por tolerar los asesinatos, que desde 1993 suman ya más de 250.
El ambiente de corrupción, tráfico y consumo de drogas, violencia e injusticia social, traslado ilegal de personas, ineptitud policiaca, investigaciones que nunca dan resultados satisfactorios, cientos de irregularidades en la integración de expedientes, pruebas que son desechadas, testimonios que no han querido ser escuchados, han alejado la posibilidad de justicia, que parece nunca llegará para las víctimas y sus familiares, que se han encontrado en la más completa indefensión. Ello explica la "decepción" y la "congoja" de Marta Altolaguirre, relatora sobre los Derechos de la Mujer de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), al abandonar el país el pasado jueves, luego de tres días de visita, en los que se entrevistó con autoridades, familiares de víctimas y organizaciones de derechos humanos.
El sistema interamericano de protección de las garantías individuales ha sido una herramienta fundamental para lograr avances concretos en la materia en México. Su visita abre un proceso de seguimiento de esta situación en la CIDH, en el que participarán organizaciones no gubernamentales y el Estado mexicano, que puede contribuir a revertirla y al restablecimiento del estado de derecho en aquella ciudad. El que las ONG hayan tenido la iniciativa, aceptada por el gobierno federal, de acudir a ella, no debe entenderse como si a nivel interno ya no hay nada que pueda hacerse. Todo lo contrario. La cooperación con la CIDH se plantea como un esfuerzo para fortalecer las instituciones nacionales, con el fin de que sean éstas las que sean capaces de investigar y castigar a quienes resulten responsables, y garantizar plena seguridad y respeto hacia las mujeres de Ciudad Juárez y de todo el país. Es por ello indispensable que el Estado mexicano en su conjunto ponga especial atención a esta situación y tome las medidas necesarias para que se detenga y evite que vuelva a ocurrir. *

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