Usted está aquí: miércoles 8 de junio de 2005 Opinión Marcial Maciel reloaded

Carlos Martínez García

Marcial Maciel reloaded

La supuesta reactivación en el Vaticano de las investigaciones sobre algunos de los actos de pederastia cometidos por el legionario mayor, Marcial Maciel, ha levantado distintas expectativas en el seno de las personas involucradas en esos casos y en diversos sectores de la opinión pública. Hay quienes quieren creer que por fin se va a hacer justicia a los afectados, y otros, con más cautela, piensan que la reapertura del asunto no va a pasar de revisiones insulsas para, finalmente, perderse en los laberintos burocráticos de la intrincada Roma.

Para situar mejor nuestro tema es necesario recordar algunos puntos que nos ayudan a comprender el estado de la cuestión y su desenvolvimiento actual. Marcial Maciel contó con la protección inequívoca de Juan Pablo II, y no nada más con la de él sino también con la del primer círculo de altos jerarcas eclesiales que rodeaba al extinto papa. Uno de ellos, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger, conoció de primera mano las denuncias de los abusos sexuales que un grupo de ex legionarios de Cristo presentó en contra del padre Maciel. El expediente era, y es, contundente, incluye pruebas y testimonios sólidos. Las evidencias son más concluyentes que varias de las presentadas por personas que padecieron abusos sexuales por parte de sacerdotes católicos en Estados Unidos. Sin embargo, a diferencia de lo acontecido allá con los pederastas clericales, aquí el fundador de los Legionarios recibió el decidido apoyo de conspicuos integrantes del Episcopado como Norberto Rivera Carrera, Juan Sandoval Iñiguez y Onésimo Cepeda. Pero el encubrimiento principal provino de Juan Pablo II y la burocracia católica que lo acompañó en su largo papado.

Por más que hago el intento se me hace muy difícil vislumbrar un cambio de actitud en el Vaticano hacia Marcial Maciel y lo que éste representa en el interior del conservadurismo católico. ¿Acaso Ratzinger, como Papa irá, en sentido contrario a su proceder cuando fue el encargado de encabezar el organismo sucesor de la Santa Inquisición? ¿De acontecer esto, cómo explicar sus oídos sordos al cúmulo de denuncias antes, y una apertura ahora, además de un posible fallo contrario a Maciel? ¿El hipotético cambio sería una crítica al encubrimiento de Juan Pablo II? ¿Cómo explicarle a la feligresía católica que su amado Juan Pablo II se equivocó al desechar los señalamientos de abusador sexual de infantes y adolescentes, y no sólo eso sino que al señalado de esas atrocidades lo exaltó y le dio reconocimientos públicos? ¿Ratzinger corregirá el error y/o insensibilidad de Wojtyla, al desechar éste un expediente tan sólido contra uno de sus protegidos?

En el mejor de los escenarios, el papa Benedicto XVI permitirá un fallo tibio, una condena light, contra Marcial Maciel. En primer lugar porque, desde el punto de vista de Roma, los acusadores del padre Maciel han reactivado un tema que ya fue juzgado antes por las autoridades de la Iglesia católica, y el veredicto fue favorable al fundador de los Legionarios de Cristo. Por otra parte esta orden religiosa cubre el perfil clerical que es bien visto en Roma: celosa de la autoridad vertical, devota del papado, obediente a la ortodoxia doctrinal, exitosa en cuanto a despertar vocaciones sacerdotales mientras hay crisis de ellas en otros sectores del catolicismo, eficaz para insertarse entre las elites económicas y políticas de los países donde tiene presencia, y proveedora de importantes fondos económicos a la sede de la Iglesia católica. Una condena contra Maciel necesariamente afectaría la imagen de los Legionarios, y eso cuenta en los fríos cálculos que están haciendo en Roma.

Es muy encomiable, y de reconocerse, la tenaz batalla que siguen dando quienes padecieron los arteros ataques de Marcial Maciel. Han sabido dar a conocer su causa en los medios que tuvieron la entereza de hacer pública la terrible historia. Entre esos medios destacan La Jornada y el Canal 40, que hace algunos años contaron detalladamente la red de complicidades tejida por y alrededor de Maciel, para que él siguiera gozando de impunidad y apareciendo como ejemplo de sacerdote al servicio de la juventud. Siguen en la lid y tienen la esperanza de que la anquilosada Iglesia católica escuche su clamor de justicia, y deje de herirlos cada día que pasa sin desautorizar públicamente el ministerio que sigue desarrollando el padre Maciel. A los ataques padecidos en su infancia se suman los desdenes, y francos menosprecios, que por décadas han tenido como respuesta por parte de la alta burocracia clerical en turno.

En el caso de Marcial Maciel se conjugan muchos de los peores ángulos de una institución religiosa que luego le echa en cara al mundo su alejamiento de ella. El enaltecimiento exacerbado del estado sacerdotal y la indefensión de los laicos está presente nítidamente en este asunto.

 
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