Usted está aquí: jueves 9 de junio de 2005 Opinión Los feminicidios y la sociología

Sergio Zermeño

Los feminicidios y la sociología

Esta semana estarán dictando conferencias en nuestro país dos sociólogos famosos, el francés Alain Touraine y el brasileño Fernando Henrique Cardoso. Del libro más reciente del primero (Un nuevo paradigma: cómo comprender el mundo actual, Fayard, París, 2005), resumimos el siguiente relato: hacia 1990 en los barrios parisinos de fuerte inmigración árabe las mujeres solteras no estaban sometidas a un control tan fuerte, hombres y mujeres se pasea- ban tranquilamente. Pero de entonces a la fecha los padres, y sobre todo los hermanos, han redoblado su control sobre las jóvenes, cerrando el grupo de pertenencia, volviendo las uniones de pareja un asunto de arreglos entre familias con base en certificados de virginidad (lo que ha empujado a las jóvenes a cirugías de reconstrucción del himen y al sexo anal). El objetivo es prohibir la vida sexual de las mujeres solteras y expulsarlas del espacio público, de manera que las que se atreven a usar una minifalda estarían consintiendo ser violadas. Vivimos en estos espacios, dice Touraine, una regresión.

Por su lado, la Premio Nobel guatemalteca Rigoberta Menchú, ante la escalada de violencia contra las mujeres que sufre su país (526 mujeres asesinadas en 2004, contra 220 en 2001: un horror que Ciudad Juárez ha sufrido en 10 años), asegura que las agresiones contra estas mujeres "pretenden detener un proceso de reivindicación que les ha permitido ocupar espacios cada vez más importantes en la sociedad guatemalteca. Quienes han creado esta espiral de violencia buscan mantener sojuzgadas a las mujeres, preservar un sistema que las margina y las relega a un papel secundario en la estructura social" ("El odio que mata").

El desastre en el que vive la sociedad guatemalteca se parece al desastre de la sociedad mexicana en la frontera norte: aquí, 30 millones de nuevos pobladores, entre 1980 y 2010, habrán ocupado en condiciones deplorables de vivienda, transporte, alimentación, salud, relaciones familiares, etcétera, las regiones inmediatamente contiguas a la franja fronteriza; allá, la ciudad capital ha pasado de 700 mil habitantes en 1970 a 2 millones en la actualidad, pero más importante que eso, Guatemala atravesó por 36 años de guerra que dejó 200 mil muertos, y durante ese tiempo la saña contra las mujeres fue brutal y la mayoría de los asesinatos fue cometido con armas de fuego. Pero, ¿por qué ahora que existe una paz relativa estos asesinatos persisten? En Guatemala, los hogares encabezados por mujeres representan 40 por ciento del total. La enseñanza es que la guerra es tan destructiva como un sistema social degradante y excluyente, y Guatemala ha sufrido los dos impactos. México sólo el segundo, pero de qué manera. La mayoría de las veces, allá, la culpable de los asesinatos es la pareja, explica Mario Gutiérrez, pues los problemas sentimentales aparecen como el móvil principal, y desde esa anomia se va extendiendo la muerte como una moda entre bandas, maras, traileros, policías... ¿Por qué en México seguiremos pensando que los culpables son asesinos seriales, traficantes de órganos, elites perversas, y no aceptamos que el enemigo está en la sociedad misma? (no se nos vaya a manchar el modelo maquilador).

Alain Touraine y Fernando Henrique Cardoso creen en la modernidad, o al menos en una etapa evolutiva posterior, en donde estos flagelos serán atemperados por un orden político y cultural mejor construido (alguna versión mejorada del "tránsito a la democracia"), convirtiendo a los males antes descritos en algo pasajero que conducirá hacia un orden posterior, más evolucionado, sin necesidad de renunciar a la idea de que tal como van las cosas, sin grandes cambios y sea como sea, habrá un arreglo más conveniente para estas víctimas de un mundo en regresión. Touraine piensa que en el nuevo estadio (postsocial, debido a que el orden de la modernidad ha sido destruido por la violencia, la delincuencia, el narco y las guerras), las mujeres sabrán acomodarse mejor, debido a que se trata de un mundo complejo, ambiguo, que exige un recogimiento predominantemente cultural y menos político, en donde la reconstrucción desde lo privado, desde la producción de sujetos, favorece el posicionamiento de las mujeres frente al pensamiento simple y bipolar de los hombres. La pregunta es si las cosas estarán yendo hacia allá, por sí solas, en medio de este panorama de exclusión y barbarie crecientes (ya hoy con 80 por ciento de sus habitantes en regresión), o si imaginar otro mundo es posible, no en evolución sino en equilibrio, humanizado y densificado socialmente, no por medio de la ruptura ni del cambio violento, sino mediante la reconstrucción paulatina, centrada en la calidad de vida de las regiones sociales medias, y no en el desarrollo sin freno y la competitividad sin fronteras.

 
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