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INVASION NARANJA
13 de junio de 2005
Después de varios meses de planeación, Chedraui tomó posesión plena de las 29 tiendas que adquirió a la firma francesa Carrefour. Junto con la regiomontana Soriana, estos competidores en el segmento de supermercados tratan posicionarse en la capital del país, donde las reglas del juego son dictadas básicamente por Wal-Mart.

Ronald Buchanan

Desde el norte y el sur preparan la invasión de la capital. No con carabinas 30/30 y dobles cananas, pero sí con importantes descuentos en ventiladores y lentejas.

El arribo al valle de México de Chedraui, la cadena con sede en Jalapa, y de los norteños de Soriana ha suscitado temores y ­en el caso de los consumidores­ esperanzas de una guerra de supermercados.

La verdad, sin embargo, se perfila como algo mucho más prosaico.

kartPuede que caiga alguna bala perdida entre las cadenas ya establecidas en la capital, pero hay poco que indique la necesidad de montar barricadas.

De los dos invasores, Chedraui es el más débil. Con una presencia restringida en el sureste del país, queda muy a la zaga de los líderes nacionales. Todavía en el centro comercial Interlomas queda la placa de su otrora cadena de tiendas departamentales, Las Galas (vendida hace ocho años a Liverpool), como recuerdo de su primer fallido intento por conquistar la capital.

Sin embargo, la compra de los 29 supermercados de la cadena Carrefour ­número dos mundial detrás de Wal-Mart­ ha dado a Chedraui presencia nacional instantánea. Mucho se ha hablado de que los Carrefour, sobre todo por su ubicación, iban dirigidos a las clases medias y altas, mientras los supermercados Chedraui han tenido por meta los sectores más pobres.

Efectivamente, pero Chedraui también tiene 32 centros comerciales de los cuales algunos ­como Plaza Las Américas, en el puerto de Veracruz­ únicamente se diferencian de los más lujosos de la capital por su menor tamaño.

Sin embargo, Wal-Mart, Comercial Mexicana y Gigante apenas van a parpadear por la llegada de Chedraui a México. No representa competencia nueva, sino un cambio de la existente.

Diferente es el caso de Soriana. Desde su sede en Monterrey ha extendido su presencia por casi todo el país a tal grado que ya es la cadena número dos a escala nacional, aunque todavía muy distante de Wal-Mart, cuya facturación es más grande que las de Soriana, Comercial Mexicana y Gigante juntas.

El valle de México es la última región importante donde Soriana no tiene presencia, pero esa deficiencia se va a remediar este año con la apertura de unas cuatro o cinco tiendas. Sin embargo, una presencia tan reducida en el mercado que es por mucho el más grande y rentable del país no va a quitarles el sueño ­por lo menos, en un futuro próximo­ a sus competidores.

CHEDRAUIY si todavía es muy pronto para hablar de una guerra, también lo es para señalar a los caídos. Gigante obviamente tiene problemas y sus dueños, miembros de la familia Losada, tienen otros negocios más rentables.

De hecho, mientras sus competidores crean valor para sus accionistas (sobre todo Wal-Mart), los que han invertido en Gigante han visto encoger sus capitales en términos reales. Las ventas no repuntan e incluso hay temores de que puedan caer en un hoyo negro por falta de innovación. Una situación clásica para que adquiera la empresa otra más dinámica.

Lo mismo, sin embargo, se pudo haber dicho hace cinco años, y todavía no pasa nada. Por una parte es difícil prever quién compararía Gigante, por lo menos en un precio que fuera atractivo para los Losada. La salida de Carrefour, y la anterior de sus paisanos de Auchan, comprueba que México es un hueso muy duro de roer para cualquier recién llegado del extranjero. Y una compra por parte de Wal-Mart crearía un cuasimonopolio que las autoridades que regulan la competencia en los mercados no podrían permitir.

Pero tampoco hay que ver las dificultades de Gigante de modo tan fatalista. Sus problemas tienen solución, y allí está el ejemplo de Comercial Mexicana.

Hace apenas tres años también se hablaba de Comercial Mexicana en términos de una compra inminente, hasta que llegó Santiago García para relevar a la familia González al mando de la cadena.

García, formado en Comercial Mexicana, regresó como hijo pródigo después de varios años en Palacio de Hierro. Transformó la empresa al contratar una importante casa comercial china para manejar las compras en Asia, forjar una relación más dinámica con los proveedores nacionales, reducir la burocracia interna a un nivel mínimo, reduciendo la nómina en 10 por ciento, y sustituir la filosofía wal-martiana (mismos precios bajos todos los días) por las ofertas de los "julios regalados".

También ha experimentado con el formato de los supermercados. Algunos nuevos Mega ya no tienen los clásicos pasillos en línea recta, sino curvas, áreas de descanso o de juego para los niños. La idea es hacer de la visita al súper una experiencia más amigable y menos militarizada.

Y los cada vez mejores resultados de Comercial Mexicana comprueban que la estrategia sí ha rendido frutos, y que sí hay vida después de la muerte empresarial anunciada.

Algo más debe dar ánimos a Gigante, y a todos los demás. Por su nivel de desarrollo, la penetración de los supermercados en el mercado minorista de víveres es todavía muy baja en México. Las familias mexicanas aún hacen la mitad de sus compras en tiendas pequeñas, llamadas "de la esquina" o estanquillos, los tianguis y mercados populares. En Chile, esa cifra se reduce a 20 por ciento, mientras en Europa puede ser de 10 por ciento o menos.

El fenómeno probablemente se debe menos al amor de los mexicanos por sus raíces y costumbres y mucho más a la enorme desigualdad social.

Mientras las visitas al súper, tal vez una o dos veces por semana, forman ya un rito esencial de la clase media (más importante, dirían algunos, que las asistencias a la iglesia), los más pobres ­sin coches ni tarjetas de crédito y en muchos casos sin ingresos fijos­ dependen de las compras diarias en los barrios donde viven.

Un gobierno capaz ­como ninguno ha sido en México hasta la fecha­ de levantar las condiciones de vida de las mayorías de manera importante, daría automáticamente a las ventas de supermercados un fuerte impulso.

Mientras tanto, en la misma pobreza, les queda esperanza  §


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