Usted está aquí: lunes 13 de junio de 2005 Opinión APRENDER A MORIR

APRENDER A MORIR

Hernán González G.

¿Qué hago con mi mamá?

"¿DONDE SE PUEDE estar mejor que en el seno de la familia?", se preguntaba la joven y para entonces huérfana de madre Marguerite Yourcenar, quien ya había adquirido el hábito precoz de la soledad consciente. Y se contestaba sin asomo de duda: "En cualquier parte".

TAL POSICION, EN el extremo opuesto de esa quimérica cohesión familiar que dicen salvaguardar gobiernos y religiones, desde mister Bush y sus presidentes subordinados hasta el Papa en turno y sus obispos subordinados, siempre por razones económico-políticas y no por compromisos espirituales y educacionales con las personas, evitaría a éstas muchos tropiezos.

LA CONSIGNA BIBLICA que ordena "creced y multiplicaos" -multiplicar el caos- hoy se traduce no sólo en explosión demográfica en muchas regiones del planeta, ni en explosión de migrantes en algunas otras, sino en el feroz paradigma, débilmente cuestionado, de la maternidad como determinante del destino femenino, aunque la mayoría de las mujeres posean una abnegación inversamente proporcional a su capacidad de formación, incluso a hijos que luego se dedican a la política.

¿IMAGINAR UN CANDIDATO a un cargo de elección popular ofreciendo no atención médica a madres solteras sino becas y otros estímulos a aquellas mujeres que se abstengan de embarazarse? Imposible. En este país, más que ideologías y partidos permea y aturde, en el mejor de los casos, un guadalupanismo de carbonero. Ah, y ahora unos visionudos mensajes televisivos a la ciudadanía en tono de Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela.

"CUIDE DE MI madre los recientes diez años -escribe una lectora que pide omitir nombre y apellido-. Hace un mes, cuando ella cumplió noventa años, mi hermano, soltero, accedió a llevársela a su casa, donde tiene cuidadora de día y de noche, ya que prevalecen los periodos de demencia senil. Suele estar sedada la mayor parte del tiempo y ha dejado de comer, por lo que un médico nos aconsejó conectarle una sonda al estómago y así seguir alimentándola. Ello me pareció extremoso y absurdo pero mi hermano se empeña en prolongarle esa vida de muerta en vida.''

CON TODO RESPETO, señora, el vitalismo convenenciero de la ciencia y de la Iglesia, la sacralización de la existencia humana independientemente de su conciencia y calidad, rechazan los derechos de la muerte y, por consiguiente, el derecho a tener, quien así lo desee, una muerte digna. ¿En sus ratos de lucidez han preguntado a su madre si es su voluntad mantener esa forma de vida? Los empeños de su hermano, no del médico, por alargarle la agonía, ¿tienen que ver con su respeto por ella y por su vida o con el profundo miedo que él experimenta ante la pérdida?

LA MUERTE ES parte de la vida; no se honra ésta ni a ninguna divinidad a través de encarnizamientos terapéuticos. Con delicada firmeza sugiérale a su hermano madura aceptación para que ambos proporcionen a su madre sólo aquellas sustancias que le calmen o mitiguen el dolor, no que la condenen, al costo que sea, a celebrar otro cumpleaños.

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