Usted está aquí: jueves 16 de junio de 2005 Opinión Sueño de una noche de verano

Olga Harmony

Sueño de una noche de verano

El Proyecto Shakespeare de la Compañía Nacional de Teatro culmina con este montaje dirigido por José Solé. Al finalizar la función de estreno, José Caballero, titular de la CNT, dirigió un emocionante exhorto a los asistentes para que apoyen en todo a esta Compañía, ya casi consolidada, en la que actores con experiencia alternan con los jóvenes egresados de las diferentes escuelas de teatro y puso algún énfasis en la necesidad de espacios para ensayar, ya que según parece hasta el ''ensayódromo" desapareció en aras de oficinas burocráticas. Solé eligió la excelente traducción en verso de Guillermo Macpherson, el decimonónico cónsul de Gran Bretaña en Madrid, y utiliza la música original de Félix Mendelssohn, musicalizada para esta escenificación por Antonio Russek, en esta deliciosa versión de Sueño de una noche de verano que acentúa esa Atenas un tanto cómica soñada por el isabelino y que contrasta con el mundo mágico de la noche del solsticio de verano. Sabido es que las viejas religiones druidas penetraron al cristianismo y sus consejas se han sostenido durante mucho tiempo, como los bailes de la noche de San Juan y el poder mágico de ciertas hierbas, todo lo cual es el sustrato de la aparición de hadas y duendes en esta noche peculiar que Shakespeare plantea como la de las bodas de Teseo e Hipólita, los personajes mitológicos con atuendo isabelino, en una extraña mezcla que es aprovechada por el director para hacer su propio planteamiento.

En una escenografía, esta vez muy acertada, de Arturo Nava, consistente en rígidas volutas de gasa que recuerdan un tanto el art noveau, se van desenvolviendo las historias paralelas de Oberón y Titania y la de los amantes atenienses, salpicada por las escenas de los plebeyos que intentan escenificar la tragedia de Píramo y Tisbe, a las que el director añade la presencia silente de Radha y Krishna, objeto de la disputa entre los reyes de las hadas. José Solé es autor, asimismo, de los diseños del espléndido vestuario y de los graciosos caballos y perros de utilería de la escena de la caza en que aparecen Teseo e Hipólita con su séquito, o las guirnaldas que unen a las alabardas en la presentación del montaje, por no hablar de la cabeza de burro que ostenta Bottom. Utiliza, asimismo, un cuerpo de baile como parte de las hadas que acompañan a Titania y echa mano de todos los recursos lúdicos que su sapiencia y su gracia le prestan, como es el desempeño corporal de los plebeyos y de Puck que contrasta con la gravedad de Oberón y de los nobles, excepto las dos parejas de enamorados, que tienen escenas muy chispeantes. Como ejemplo, el duelo frustrado de Lisandro y Demetrio con la sombrilla de Hermia que se interpone. O el pleito de Hermia y Elena -aquí hace su parte también la sombrilla- y alguna gracejada escénica que hacen que sintamos simpatía por el atolondramiento de estos muchachos enamorados. Hay que mencionar, además, la capacidad que siempre ha tenido Solé para lograr conjuntos de gran belleza plástica y que aquí también se hace presente, amén del trazo siempre seguro de su dirección.

El elenco, entre actores y bailarines, es muy grande. Destacan la arrogancia y buen decir de Oscar Narváez, encarnando a Oberón -con el vestuario más vistoso de todos- aunque la Titania de Silvia Carusillo no resulte tan convincente; el encantador desempeño de Jana Raluy como Hermia y de Marta Fernanda, a quien no conocía, como Elena, el desempeño de Juan Manuel Bernal como un convincente Lisandro y de Everardo Arzate, muy bien como Demetrio. Sobresale también Adrián Hernández en ese Puck un poco duende, un tanto alimaña. Pero, sobre todo, la indudable gracia de los actores que encarnan a los pueblerinos en las divertidas escenas de los ensayos, y su deliciosa participación en el entremés de Píramo y Tisbe. Carlos Orozco como el carpintero Quincio, que hará el Prólogo; Alejandro Calva (esta vez con tiempo suficiente para ensayar su papel y no las tres semanas que tuvo para sustituir a otro actor como Gloucester en Lear) como el tejedor Bottom, su labor con la cabeza de burro y su hilarante representación de Píramo; Jorge de los Reyes como el sastre Starverling y posteriormente como Luz de Luna; Héctor Holten encarna al calderero Snowt y hará un delicioso Muro en el entremés; Juan Carlos Terreros, como Snog el ensamblador y luego un gracioso león; Arturo Reyes, con una vis cómica que no se le conocía, como el componedor de fuelles Flauto y luego como una graciosísima Tisbe.

 
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