Usted está aquí: sábado 18 de junio de 2005 Opinión El método

Roberto Campa Cifrián

El método

Finalmente, después de muchos meses advirtiendo su llegada, ahora sí estamos de lleno en el 2006. Aunque en realidad, podría decirse que, fatalmente, siempre estuvimos en él.

En efecto, durante los primeros cinco años de la alternancia, con la mira alterada por la próxima elección, ninguno de los tres partidos que comparten el gobierno de este país tuvo el talento y la generosidad para anteponer a sus intereses los de la nación. Si a ello sumamos la impericia y la torpeza del gobierno, entendemos por qué va a terminar el sexenio sin haber alcanzado un solo acuerdo trascendente.

Así, mientras las manifestaciones de degradación, de desesperanza, de incompetencia y de violencia se multiplican por el país, los mismos tres partidos se aprestan a elegir a sus respectivos candidatos para 2006. Veamos cómo van a hacerlo.

El PAN registrará a sus precandidatos entre el 7 y el 10 de julio, debiendo signar la solicitud, además del interesado, por lo menos 2 mil miembros activos, y no podrá haber más de 100 firmas de la misma entidad federativa.

Una vez aprobadas las candidaturas, el blanquiazul va a una elección interna a dos vueltas. La primera será, al modo de las primarias estadunidenses, una elección sucesiva en tres etapas, comenzando el 11 de septiembre en 10 estados del centro-norte; la segunda, el 2 de octubre, en ocho entidades del sur y, finalmente, el 23 de octubre, en 14, destacando los de los aspirantes: el Distrito Federal, Michoacán Chihuahua y Jalisco.

Podrán votar miembros del PAN y adherentes, siempre y cuando se afilien tres meses antes de la respectiva elección.

Si ningún precandidato obtiene mayoría absoluta, habrá una segunda vuelta el 6 de noviembre.

Aquí, con alrededor de 60 por ciento de la preferencia panista, Santiago Creel parece el favorito, pero está lejos de haber amarrado la elección. Felipe Calderón ostenta la estirpe, Barrio la experiencia y Cárdenas un sutil cambio de señal desde Los Pinos.

Se prevé un proceso duro. Será importante observar cómo procesan la muy probable derrota en el estado de México, entidad clave que forma parte de su primer bloque de votación. Calderón parece el rival más serio; su apuesta es llegar a la segunda vuelta y conformar un bloque suficiente para ganar.

El PRD elige abanderado el 18 de septiembre. Podrán participar todos los ciudadanos con credencial para votar, e incluso los menores de 18 años que se identifiquen como miembros del partido.

Las precandidaturas se registrarán entre el 20 y el 30 de julio, y seguramente entonces sabremos que Cuauhtémoc Cárdenas no participa, lo que está en duda es si también anuncia que deja el partido.

En el sol azteca todo sucede en torno a un solo hombre: Andrés Manuel López Obrador. Con vientos favorables para la izquierda en el entorno internacional y casi 20 puntos de ventaja en las encuestas sobre cualquier candidato de cualquier partido, nadie en el PRD le hace sombra, obteniendo un sorprendente 90 por ciento de preferencia perredista.

Para el ingeniero, la decisión no será fácil, pero el PRD, controlado por López Obrador, le manda señales contradictorias. En público le reitera respeto, en privado le está diciendo adiós, ignorándolo, retándolo. El partido, que en buena medida se creó para conducir la enorme fuerza del cardenismo: del histórico nacionalista y popular, representado por su padre, y del democrático, sacrificado y congruente, personificado por él.

Si López Obrador menosprecia el enorme valor que representa Cárdenas y no encuentra la manera de retenerlo cometerá un gravísimo error que podría contarse como el primero que lo llevó a perder la elección de 2006.

En el PRI todavía no hay método. Su estatuto marca como fecha límite el 15 de julio. Si entonces el Consejo Político Nacional no ha aprobado uno, se repetirá el de la elección anterior para designar el cargo, es decir, como en 2000: elección abierta con voto ponderado por distrito.

La norma priísta sólo prevé dos caminos: elección abierta o convención de delegados. El primero entraña riesgos y se requiere un enorme esfuerzo para financiarlo. Del segundo saldría un candidato sin legitimidad ni fuerza, incapaz de ganar siquiera el voto de todos sus fieles.

Roberto Madrazo mantiene niveles altos de preferencia priísta, con alrededor de 40 por ciento, pero enfrenta un bloque con un peso similar, integrado por gobernadores, ex gobernadores y el coordinador de la bancada tricolor en el Senado. Los órganos de gobierno le son afines, pero sabe que abusar de su influencia pone al partido y a su candidatura en situación de mayor vulnerabilidad.

El PRI enfrenta el proceso sin conductor; su líder ya no está en Los Pinos y su dirigente es parte interesada en la competencia. Sólo un proceso democrático lo salva, pero eso va, en mucho, en contra de su naturaleza.

 
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