Usted está aquí: sábado 18 de junio de 2005 Sociedad y Justicia Ahonda SRE tragedia de un migrante

Ahonda SRE tragedia de un migrante

El cuerpo de Julio César lleva 8 meses en una fosa común de Estados Unidos

CAROLINA GOMEZ MENA

Ampliar la imagen Julio C�r Olvera Campos y su esposa, Natividad Mart�z M�uez, en una imagen de 2000

Julio César Olvera Campos, mecánico de 30 años, optó por el camino que toman cada año unos 400 mil mexicanos: "irse al otro lado de ilegal". Y tal como ocurre con muchos, esa decisión le costó la vida. Ahora su cuerpo está en una fosa común al norte del río Bravo sin que a la fecha haya posibilidad de que sus padres vayan a recogerlo, pues la burocracia en ambos lados de la frontera se los impide.

Múltiples han sido los esfuerzos de su padre Julio Olvera Zamora al respecto. Ha recurrido en repetidas ocasiones a la Dirección de Protección y Asuntos Consulares de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), y aunque "hay buena disposición" de los funcionarios, les dan "largas y largas: que en tres, en seis meses; que están presionando para que todo sea rápido". El migrante murió el 21 de octubre pasado, hace casi ocho meses.

Originario del Distrito Federal, Julio César partió al norte el 21 de marzo del año pasado. Pidió ayuda financiera a sus padres, quienes con "mucho esfuerzo" juntaron el dinero "para pagar un pollero". Llegó finalmente a Indianápolis, donde comenzó a trabajar en lo que sabía: la mecánica.

Dejó a su esposa y a su hijo de siete años con la firme convicción de que él no repetiría las miles de historias frustradas de indocumentados y nunca dudó en mejorar su situación económica. Todo parecía sobre ruedas al conseguir lo que no pudieron muchos paisanos: sortear los peligros del desierto y la irresponsabilidad criminal de los polleros, pero finalmente no logró cumplir con la promesa de volver. "Ni allá ni acá se hace mucho para que siquiera devuelvan el cuerpo", expresan sus padres.

La versión que el consulado de México en Indianápolis dio a los deudos, "que tiene contradicciones", fue la siguiente: "Julio César fue asaltado y golpeado el 19 de octubre de 2004 presuntamente por pandilleros, por lo que su condición médica era crítica. Ese día fue trasladado al hospital Wissas, donde falleció dos días después. Antes de caer en coma balbuceó su nombre".

El padre del migrante, a su vez, relató a La Jornada: "Julio César no había perdido el contacto jamás. Nos hablaba casi a diario, y la última vez que nos comunicamos fue el 18 de octubre, un día antes del asalto. Debido a la pérdida de comunicación fue que recurrimos a la Interpol México, al área de localización de personas, y por medio de ellos supe el 7 de febrero de este año que mi hijo estaba muerto. Me informaron que habían encontrado a un joven con sus características en el hospital Wissas.

"Ese día, por medio de la jefa delegacional de Gustavo A. Madero, Patricia Ruiz Anchondo (el entrevistado trabaja en la delegación), nos comunicamos a la SRE; se nos canalizó a la Dirección de Protección y Asuntos Consulares, y de ahí con la vicecónsul en Indianápolis, Elsa Villa, para tramitar una visa."

Sin embargo, nada se ha logrado en más de cuatro meses y tampoco hay resultados de la prueba de ácido desoxirribonucleico (ADN), pese a que hace tres meses se enviaron las muestras obtenidas de los padres.

El 7 de marzo Marco Antonio Freire, director de Protección y Asuntos Consulares de la SRE, le informó a Olvera Zamora que enviarían desde Indiana el kit de prueba de ADN, que llegó siete días después. "El 15 de marzo nos citaron en el Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos de la Secretaría de Salud (Ssa) para sacarnos las muestras, que fueron entregadas ese día al licenciado Roberto Borges, de la SRE", narró Olvera, para quien esa jornada fue difícil porque fue cuando reveló a su esposa, Ofelia Campos Vázquez, que su hijo había muerto y se requerían las pruebas para corroborar el parentesco.

Borges les aseguró que en cuatro semanas estarían los resultados, pero a la fecha no saben nada. "Lo único que hay son explicaciones de que la demora es por cuestiones de la policía de Estados Unidos", dice Olvera, quien sí pudo obtener mediante el consulado en Indianápolis una foto del cadáver, con la que está seguro de que es Julio César, pese a que se ve muy golpeado.

En la entrevista, Olvera mostró los documentos originales que acreditan los trámites que ha realizado en la SRE, así como copias de los papeles de su hijo solicitados por la dependencia, como la cartilla militar y la licencia de manejo, "pero todo se ha quedado en tramitología estéril, en cartas supuestamente enviadas para acelerar el asunto de la visa, en respuestas no recibidas; en suma, en tiempo que sigue corriendo, y en exactamente las mismas condiciones de hace meses, y que mantienen en vilo a la familia, con el gran pendiente de comunicar a mi nieto que su padre murió".

Desde el 28 de marzo Olvera no ha vuelto a tener contacto con la vicecónsul en Indianápolis. "El 13 de junio pasado hablé con la licenciada Claudia Mendoza, secretaria particular de Luis Ernesto Derbez (titular de la SRE), quien me aseguró que ese día me hablarían, pero nada". En efecto, nada aparte de promesas. La voluntad de los padres es que se incinere el cuerpo, pero sobre todo saber qué sucedió el 19 de octubre de 2004.

 
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