Usted está aquí: jueves 23 de junio de 2005 Política Imágenes de impunidad y demagogia

Adolfo Sánchez Rebolledo

Imágenes de impunidad y demagogia

Las imágenes son indescriptibles: una turba golpea con palos y fierros a un grupo de policías que pretende defender la puerta de la presidencia municipal donde se hallan prácticamente secuestrados decenas de empleados y visitantes. Los escudos plásticos apenas si protegen sus cabezas de los pesados golpes que les caen por todas partes. A primera vista, estamos ante la escenificación flagrante de la irritación popular contra la autoridad, una variante de la justicia por mano propia. Al menos eso dicen las pancartas, los gritos, el clamor de la batalla. Hartos de la corrupción del alcalde y de la indiferencia de las instancias políticas o legislativas, los ciudadanos deciden tomar el asunto en sus manos, así deban emplear algún tipo de violencia. Sin embargo, hay algo que no cuadra en todo esto. La escena transmite una viscosa sensación de impunidad. Hay una brutalidad calculada. Ejemplo: el joven que revienta una pieza del gato hidráulico contra los cristales de la patrulla volcada, ataca con la misma arma letal al policía que cae asesinado a sus pies. Gracias al video grabado en el instante somos testigos de un acto aún más atroz, si cabe: otro joven se desliza entre los atacantes, saca de sus ropas un cuchillo, extiende el brazo con un movimiento rápido y vuelve al anonimato. Ha matado a un hombre que ya estaba exangüe, destrozado, sin remedio. El asesino, detenido y confeso, se llama Demetrio Angel Romero, tiene 28 años, es albañil y se dice que tiene antecedentes penales por lesiones y robo. ¿Qué está pasando?

Seguramente en el origen de la protesta está la conducta del alcalde, cuyos manejos del dinero público están siendo auditados por la autoridad competente. Puede ser que el edil merezca el juicio político que el Congreso hasta ahora ha rechazado por la negativa del PRI y el PRD. Pero nada justifica la provocación, la infiltración de delincuentes para dañar a otros. En su defensa, el edil afirma que detrás de las protestas se hallan los diputados Maricela Sánchez, del PRI, y Fidel Demédecis, del PRD, fundadores del frente Todos Unidos por Yautepec, donde participan, según el mismo edil, un grupo de ayudantes municipales coludidos con el dueño de algunos giros negros que han proliferado en la región. La verdad es que el tema de la protesta parece más bien una coartada para dirimir problemas que cruzan a los partidos, pues ninguno de ellos es ajeno al conflicto; hay responsabilidades que deslindar y una situación que merece un examen más allá de la nota roja.

Estamos ante una mixtura de corrupción, ambiciones de poder, intereses turbios, descontento e ineptitud, ausencia de respeto por la vida, instrumentalización de todo y por todos: ciudadanos, partidos, instituciones. Esa mezcla abusiva es, por desgracia, la marca de la vida local en numerosas comunidades de México, y en particular en el municipio donde se produjeron los sucesos arriba mencionados. La crisis del viejo régimen priísta no se ha resuelto todavía en la formación de un orden democrático, sujeto a normas aceptadas por todos. Más bien, como lo ha señalado acertadamente Armando M. Mier M., (La Jornada Morelos, 22/06/05), han emergido con fuerza grupos locales dispuestos a velar única y exlusivamente por sus intereses particulares. "La fórmula de estos grupos de poder e interés locales es muy simple, no importa con qué partido participes, lo importante es ganar", y su lógica, impecable: "aunque gane otro partido distinto al PRI, la verdad es que seguimos gobernando las familias de siempre"... En el caso de Yautepec las claves se tienen que buscar en los juegos de intereses locales, los que controlan los giros negros, la venta de agua embotellada, los taxis, las rutas, los mercados públicos, las policías; esos son (en Morelos) los "intereses económicos locales". Ahora bien, estos "intereses económicos locales" se articulan con "intereses políticos estatales", y es aquí donde entran los "juegos de guerra de los partidos". El problema político real más grave que atraviesa la entidad es la pérdida de referentes y parámetros políticos e ideológicos de los partidos. Los partidos (aquí en Morelos) han dejado de ser formaciones políticas capaces de disciplinar a sus militantes y ordenar una línea política, éstos (los partidos) se han ido convirtiendo en "arenas de lucha libre" donde los grupúsculos y bandas internas se disputan el control, ya no digamos del partido, sino de espacios de poder relativos, una regiduría, una dirección en un ayuntamiento, y hasta el puesto del barrendero es fieramente peleado por estas bandas internas."

Es obvio que la salida a esta peligrosa situación tiene que plantearse en serio, sobre todo entre las fuerzas de izquierda que no renuncian a construir la democracia, pues está claro que la servidumbre a las clientelas conduce a la descomposición y la violencia. La modernización de la vida social irrumpe sobre las relaciones tradicionales, las golpea o las disuelve, pero no crea de manera espontánea un orden institucional superior. Todo lo contrario, se impone la ley de la selva, la deshumanización de la convivencia, la irracionalidad agudizada por las carencias, la desigualdad y la inseguridad de todos los días.

 
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