Usted está aquí: jueves 23 de junio de 2005 Opinión El subdesarrollo educativo y la visión gerencial

Editorial

El subdesarrollo educativo y la visión gerencial

En el Encuentro Internacional de Educación Superior UNAM 2005 y en la cuarta Conferencia Iberoamericana de Rectores Virtual Educa, iniciados ayer en esta capital, se abordaron dos asuntos que para México debieran ser de interés central y estratégico: por un lado, la trasnacionalización y la privatización de la enseñanza superior, con todo lo que conlleva de distorsión de los programas educativos y con las fracturas que introduce entre los centros de enseñanza superior y las necesidades de los países latinoamericanos; por la otra, el trágico e indignante rezago que padecen las naciones de la región ­incluida la nuestra, por supuesto­ en materia de cobertura de la actividad universitaria, investigación y acceso equitativo a la educación.

El primero de esos temas atañe a México por cuanto los gobiernos neoliberales que ha padecido el país desde 1988 hasta la fecha han buscado diluir la responsabilidad pública en todos los niveles educativos y, en aplicación mecánica del dogma económico al que responden, han procurado introducir, en el ámbito educativo, las lógicas del adelgazamiento del Estado, la privatización de todo lo imaginable y la apertura indiscriminada de fronteras. Considerados mera mercancía, los servicios educativos quedan librados a las reglas de la máxima rentabilidad, sujetos a la promoción de la mercadotecnia, inscritos en la competencia de las trasnacionales por los mercados locales. Discursos oficiales aparte, el gobierno foxista ha llevado su lógica gerencial mucho más lejos que sus antecesores priístas, y con ello ha generado severa desarticulación del sistema educativo y ha ahondado el deterioro de la enseñanza a grados alarmantes. En forma paralela se ha privilegiado y promovido desde las oficinas públicas la consolidación, expansión y multiplicación de empresas e instituciones privadas, cuya oferta educativa no necesariamente responde a los requerimientos de la sociedad, la economía y el país, sino que está matizada por la ecuación inversión-utilidad.

En México y en el resto de Latinoamérica se configura así un panorama educativo caracterizado por la pérdida de calidad de la enseñanza, la desvinculación entre los programas y las realidades socioeconómicas y políticas, el abandono de misiones estratégicas no rentables a corto plazo ­como la investigación, las ciencias "duras", las humanidades­ y el incremento, de por sí aterrador, de la desigualdad en materia de acceso a la educación. En el contexto del encuentro, el director del Instituto de Educación Superior de la UNESCO para América Latina y el Caribe, Claudio Rama, apuntó, por ejemplo, que la cobertura universitaria para indígenas en la región es de apenas 2 por ciento, lo que significa, en términos concretos, una escandalosa discriminación hacia ese sector de la población y muestra cuán lejos se encuentran nuestros países, México incluido, de una integración digna, democrática y justa de sus poblaciones indígenas. La desregulación y la privatización, así como el menosprecio a las instituciones públicas de educación superior, no hacen sino agudizar esta situación explosiva e inadmisible.

Por último, el subdesarrollo educativo latinoamericano se hace evidente si se considera que la cobertura universitaria ­19 por ciento de la población estudiantil, frente a 70 u 80 por ciento en las naciones industrializadas­ permanece estancada desde hace tres lustros; que el porcentaje del PIB que se destina a la educación es cercano a 4 por ciento y muy inferior, por ello, al 8 por ciento recomendado por los organismos internacionales; que la fuga de cerebros de la región ha implicado, en las recientes cuatro décadas, la pérdida de más de un millón de profesionales; que el promedio regional de investigadores por cada mil habitantes es de apenas uno, comparado con cinco en los países desarrollados, y que 42 millones de latinoamericanos son analfabetos.

Tras décadas de gobiernos tecnocráticos, neoliberales y gerenciales, nuestros países requieren de procesos de reconstrucción para restaurar lo destruido y de proyectos nacionales y regionales que pongan como prioridad toral del desarrollo la educación en todos sus niveles, el quehacer académico y la investigación, y restituyan a las universidades nacionales y públicas ­muchas de ellas instituciones con cuatro o cinco siglos de historia­ el papel central, que nunca debieron perder, en el presente y el futuro de estas sufridas naciones.

 
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