Usted está aquí: jueves 23 de junio de 2005 Opinión Homenaje a Aurora M. Ocampo

Elena Poniatowska/ I

Homenaje a Aurora M. Ocampo

Ampliar la imagen Aurora M. Ocampo, doctora en filolog� anuncia que incluir�l subcomandante Marcos en su Diccionario de Escritores Mexicanos, publicado por la UNAM FOTO Susana Casarin Foto: Susana Casarin

Con tres mesas de trabajo se realizará durante dos días el homenaje a Aurora M. Ocampo en el aula magna del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a espaldas de la sala Nezahualcóyotl. La docencia, investigación bibliohemerográfica, crítica literaria y la presentación del video Aurora M. Ocampo. Venero de la literatura mexicana integran el programa que hoy comienza a las 10 horas. En el contexto del homenaje a la escritora se abrió la página web http://www.egrupos.net/grupo/dem, correo electrónico del Diccionario de Escritores Mexicanos Siglo XX para intercomunicar a sus participantes y ofrecer algunos servicios virtuales relacionados con este proyecto encliclopédico del Centro de Estudios Literarios de la UNAM.

En su departamento, el número 3 del edificio 8 de Tecualiapan, donde está la delegación de policía, todos los libros ríen. Al menos sonríen desde sus anaqueles, como su dueña, Aurora M. Ocampo, quien se carcajea con enorme facilidad. Seguro el que reiría de oreja a oreja es el subcomandante Marcos al oír a Aurora M. Ocampo asegurar que lo va a meter en su Diccionario de Escritores Mexicanos.

-Claro que voy a incluirlo, es un gran escritor. Nadie ha escrito algo tan convincente como su ''¿De qué nos van a perdonar?" ¿Y qué me dices de su texto aparecido en La Jornada el pasado lunes 20 de junio en que no deja títere con cabeza? De que su capacidad de convocatoria es única, no me queda la menor duda.

El que toda una doctora en filología se exprese así de Marcos debería llenarlo de satisfacción. O de alerta roja.

-¿En qué letra lo pongo, Elena? ¿Lo pongo como Rafael Guillén Vicente?

-En Marcos, y luego subcomandante. Se ha ganado el derecho al nombre que escogió, ¿no crees, Aurora?

Hoy, en su aula magna, el Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) le rendirá un gran homenaje a Aurora Ocampo. ¡Vaya que se lo merece! Laura Navarrete y Pilar Mandujano se han encargado de reunir a Mercedes de la Garza, Edith Negrín, Juan Domingo Argüelles, Federico Alvarez, Hernán Lara Zavala, Elizabeth Luna, Helena Beristáin y otros investigadores de primera para que hablen de distintos aspectos de la vida y la obra de esta extraordinaria mujer e investigadora, madre de Sergio, piloto, y de Ricardo, comunicólogo, y abuela de tres niñas.

Instructora de yoga en algún momento de su vida, maestra de esa disciplina de la actual directora del Instituto de Investigaciones Filológicas, Mercedes de la Garza, Aurora M. Ocampo menciona la sorpresa que le causó la muerte de Beatriz de la Fuente.

''Era mayor que yo; yo tengo 75 y ella 76. Se están muriendo mis contemporáneas, eso es duro, ¿verdad?. Beatriz, investigadora emérita, hizo muy buenos libros sobre crítica de arte precortesiana y fue varias veces directora del Instituto de Investigaciones Estéticas."

La inmensa tarea del diccionario

Prosigue Ocampo: ''Es una historia muy larga la del Diccionario de Escritores Mexicanos. En la UNAM no había Centro de Estudios Literarios, del cual soy fundadora, con María del Carmen Millán y Julio Jiménez Rueda. Julio como director y María del Carmen como secretaria, nos invitaron a tres estudiantes becarios cuando yo apenas cursaba el segundo año de la carrera, en 1956. Fundamos el centro el 9 de octubre de 1956, tres estudiantes y dos profesores.

''Empezamos de la nada, no teníamos ni siquiera libros; hicimos rifas para conseguir la colección de Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica, apenas eran un tantito así de libros. Trabajábamos todos alrededor del mismo escritorio, Ernesto Prado, Ana Elena Díaz Alejo y una servidora, en un cubiculito de la Torre de Humanidades 1. De la nada, sacamos un Centro de Estudios Literarios e hicimos una historia de la literatura mexicana.''

No había nada

''Entonces apenas había libros de texto para educación media, los del propio Jiménez Rueda y los de Carlos González Peña. Conseguimos todas las obras de los escritores, quiénes habían escrito sobre ellos, dónde habían escrito. Nos dimos cuenta que casi toda la literatura del siglo XIX estaba en las revistas, entonces hicimos índices de revistas: Renacimiento, de Altamirano; la Revista Azul; la revista Moderna, de los modernistas, etcétera. El maestro Luján nos vendió su propia biblioteca e hicimos índices y más indices.

''A mí me interesaba más el siglo XX que el XIX, y empecé a buscar las revistas de ese siglo, que por cierto después nos pidió prestadas José Luis Martínez para hacer sus bonitas ediciones facsimilares de revistas literarias. Empecé con los escritores del siglo XX, sobre todo en cuento, novela y ensayo, porque la poesía me gusta mucho pero no sé analizarla mientras que lo demás sí. Hice fichas en casa, sacaba una ficha bibliográfica y otra hemerográfica, y empecé a juntarlas y de ahí salió mi tesis: Literatura mexicana contemporánea.

''En 1975, para el Año Internacional de la Mujer, hice mi antología: Cuentistas mexicanas, siglo XX, que abarca desde María Enrique Caramillo, la célebre autora de Rosas de la infancia, hasta Margarita Dalton, nacida en 1943, pasando por la extraordinaria Inés Arredondo.''

Alumna de tiempo completo de Rosario Castellanos

''Yo me quedé con las clases de Rosario Castellanos en la UNAM y con ella hice mi doctorado: 'Usted, Aurora, es mi alumna de tiempo completo y no puedo cambiar de tema porque ahí está usted'. 'Bueno, maestra, entre las dos estamos estudiando literatura Iberoamericana', sinvergüenza de mí, ¿verdad? 'Bueno, y ¿qué tal si usted es mi ayudante?' 'Yo encantada, soy su ayudante', y lo fui desde 1969 hasta que la mandaron de embajadora a Israel, en 1971. Me dijo: 'Me quieren quitar mis clases, no se deje Aurora, usted quédese con ellas para que cuando yo regrese las vuelva yo a tener'. 'De mi cuenta corre que no se las quiten, maestra'. Yo quise mucho a Rosario. Fue una maestra sensacional, verdaderamente sensacional, todo su sufrimiento, su soledad la transmutaba en la enseñanza. Era otra delante de los alumnos; considero que no conocieron a Rosario si no la conocieron también de maestra. Era día de fiesta cuando teníamos clases con ella y nos reíamos a mandíbula batiente. Yo la seguía y la seguía, y con ella aprendí todo lo que sé de literatura iberoamericana y, claro, cuando desgraciadamente murió entonces concursé y me quedé con sus clases, porque me consideraba su heredera. Si María del Carmen Millán me enseñó literatura mexicana, Rosario me enseñó narrativa iberoamericana.

''Ahora sólo doy una clase, la que me gustaba más de Rosario, que es novela iberoamericana contemporánea, pero le cambié el nombre porque eso de contemporánea ya dejó de serlo, ahora es narrativa iberoamericana del siglo XX.

''A Rosario la quise, fue mi maestra, mi amiga, juntas hablábamos pestes de nuestros respectivos maridos. ¿Sabes que nos divorciamos casi al mismo tiempo Rosario y yo? Por eso el volumen Cartas a Ricardo necesita un prólogo que diga que Rosario se liberó totalmente de Ricardo Guerra.

''La docencia, el haber heredado las clases de Rosario Castellanos me motivó para hacer una bibliografía de los novelistas iberoamericanos que publiqué en seis entregas de la colección Cuadernos del Centro de Estudios Literarios, precisamente para los muchachos de la UNAM, y también dos antologías en las que seleccioné grandes ensayos sobre la novela y publiqué Crítica de la novela iberoamericana contemporánea y Crítica de la novela mexicana contemporánea, y mis ensayos en revistas especializadas sobre literatura iberoamericana, que es lo que me encanta. Incluyo a todos, desde el río Bravo hasta la Patagonia, pero me he especializado en los grandes: Onetti, Roa Bastos, Carpentier, Asturias, Yáñez, Rulfo, Fuentes, García Márquez, Elena Garro, Rosario Castellanos.''

Tromba de escritores

''Necesitaba seguir con mi investigación sobre los escritores mexicanos y precisamente Luján, en el Instituto de Historia, propuso a todos los institutos del área de Humanidades una gran enciclopedia humanística, de tal manera que el de Historia hablara de los historiadores, el de Estéticas de los críticos de arte, el de Economía de los economistas, el de Filosofía de los filósofos y el Centro de Estudios Literarios, pues de los literatos.

''Para no hacerte el cuento largo, ninguno cumplió y el único que lo hizo fue el Centro de Estudios Literarios, y así salió la primera edición del Diccionario, la de 1967, ¿te acuerdas?, que dirigió María del Carmen Millán. La hicimos entre dos, Ernesto Prado y una servidora.

''Prado, siglos de la Colonia y siglo XIX, y yo el siglo XX; fueron nada más 542 autores de esa primera edición del diccionario en un solo volumen. De esos 542, 242 eran de Ernesto y 300 míos.

''Millán hizo un panorama de la literatura mexicana. Me di cuenta de que muchos se nos habían quedado en el tintero, tanto a Ernesto como a mí. Entonces seguí. Para incluir sólo le exigimos al escritor que haya escrito dos libros, como mínimo. No juzgamos la obra, informamos. Además de ese magma de escritores de segunda, tercera o cuarta categoría salen los grandes. No hay libro malo.''

 
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