Usted está aquí: viernes 24 de junio de 2005 Sociedad y Justicia En el aniversario 10 de Letra S

Carlos Monsiváis

En el aniversario 10 de Letra S

Ampliar la imagen Im�nes de las portadas de Letra S correspondientes a febrero de 2000 y mayo de 2005

En otras circunstancias, en una realidad más estricta, debería ser un acontecimiento mediático y social la celebración del décimo aniversario de Letra S, el suplemento de La Jornada, dedicado a la lucha contra el sida, al esclarecimiento de los derechos de las minorías sexuales, y a la información copiosa y necesaria sobre la política sexual en el mundo. Producto de una idea generosa de Carmen Lira, directora de La Jornada, y del trabajo infatigable de Alejandro Brito, su director, Letra S ha sido y es una publicación única en América Latina, y la muestra de una actitud responsable y sistemática. En ese sentido, NotieSe, la publicación cibernética de Letra S, es un esfuerzo también notable. A diario NotieSe documenta el proceso de la intolerancia y los avances de las actitudes y los esfuerzos organizados en pro de la diversidad. Felicito amplísimamente a Letra S, a Alejandro Brito, Manuel Figueroa, Carlos Bonfil, Antonio Medina, Antonio Contreras, Gloria Hazle Davenport, Sándalo Gálvez y los otros participantes de este gran equipo.

En 10 años, la ubicación y la comprensión del sida han variado considerablemente, registrándose avances que van del entendimiento creciente de la enfermedad, una pandemia, no una plaga bíblica, a hechos tan significativos como los spots radiofónicos contra la homofobia. Sin embargo, aún falta muchísimo porque aún domina la irracionalidad, distribuida en prejuicios, fobias y acciones y pronunciamientos feudales a nombre de la moral y las buenas costumbres, o incluso a nombre de la fe. Me concentro ahora en dos momentos de esta cruzada contra la vida, en el sentido más literal del término.

Sobre la "inmunodeficiencia moral"

El 30 de noviembre de 2004, en vísperas del Día Mundial Contra el Sida, el cardenal mexicano Javier Lozano Barragán lee una declaración del papa Juan Pablo II: ''La propagación del VIH, el virus de la inmunodeficiencia humana, se debe a la inmunodeficiencia moral. Es una patología del espíritu que debe combatirse con una correcta práctica sexual y una educación en valores sagrados''. Lozano Barragán insiste en el remedio infalible: ''La forma de prevenir la expansión de la epidemia es la observancia en la virtud de la abstinencia'' (El País, 1o. de diciembre).

La condena se emite a nombre del diagnóstico moralista, de la teología, de la psicología y de la condición anímica de los analfabetas religiosos, y procede de una de las grandes autoridades del planeta, el "Pontífice humanista", según su grey. Por tanto, conviene examinar el pronunciamiento de presumiblemente consecuencias trascendentales.

1. Si la expansión del sida la provoca "la inmunodeficiencia moral", la supresión del aparato inmunológico del alma, ¿cuál es entonces el origen moral de la enfermedad o de la plétora de enfermedades que el VIH agrupa? Se nos informa: el sida viene de prácticas sexuales "incorrectas" (que no se describen), y es también una "patología del espíritu", es decir, un agravamiento del pecado que, inevitablemente, culmina en la desintegración del cuerpo, y no al revés. Esto, a menos que la expresión "patología del espíritu" tenga un significado positivo que a mí se me escapa. Por eso, en el contexto de la casi encíclica, la pandemia es bastante más grave de lo que se ha creído, porque y me atengo a la lógica de la declaración el sida es una de las amenazas más graves para el género humano en este mundo y en el siguiente. Según notifica con brevedad terminal el Vaticano, no se trata nada más de fisiologías corroídas sino de la infección que se potencia debido al rechazo de los valores sagrados. Al sida se le combate médicamente, pero también, y tal vez con más ahínco, se le enfrenta restaurando por la vía educativa el canon de la religión verdadera, algo que podría llevar a crear la Organización Mundial de la Salud Espiritual.

2. Si se subrayan la "inmunodeficiencia moral" y la "patología del espíritu", y no se mencionan las excepciones, se ratifica que según el Vaticano en el caso del sida no hay "enfermos inocentes".

No soy ni podría ser teólogo, y no dispongo del instrumental religioso que me permita señalar las "enfermedades culpables", o diferenciar el cáncer del sida con sólo determinar que el enfermo morirá virtuoso (si tiene cáncer), o padecerá la doble agonía del cuerpo devastado y el alma corroída. Desde la lepra en la Edad Media no se había responsabilizado con tal acritud a una enfermedad y sus portadores, en proporciones considerablemente mayores a las aplicadas contra "la enfermedad vergonzosa", la sífilis.

3. Si vale una obviedad, el motivo básico de la satanización del sida es su carácter de padecimiento transmitido sexualmente que se encarniza con los homosexuales. ¿Se necesita otro rasgo que subraye la doble malignidad de la pandemia? El obispo Lozano Barragán, en el Tercer Congreso Eucarístico Mundial, definió como "cucarachas" (sic) a las parejas de homosexuales y lesbianas, y por lo demás, desde la segunda mitad del siglo XX, cuando el tema ya no podía silenciarse, la jerarquía católica ha declarado su disposición magnánima hacia los homosexuales siempre y cuando no cedan a su orientación sexual, nunca, ni un solo minuto. "Si eres completamente heterosexual se te perdonará tu dimensión lésbico-gay". Y sabe suponer la otra advertencia: "Si eres transexual necesitarás la absolución del cuerpo y del espíritu por separado."

La sentencia papal, tal como se le ha trascrito sin rectificaciones posteriores, no hace excepciones. Y esto, supongo, confunde bastante. La Iglesia católica ha establecido un número importante de albergues para enfermos de sida en distintos países, y es conocida la abnegación y la entrega de un buen número de monjas y sacerdotes, ¿pero eso compensa la severísima descalificación moral de todos los enfermos de sida? ¿Se han calculado las consecuencias de responsabilizar de su condición a los enfermos, y las resonancias familiares y sociales de este veredicto?

4. Hasta el momento, la condena a los enfermos de sida y portadores de VIH resulta otra culpabilización de las víctimas y una exaltación de la castidad, muy válida para quienes la han elegido. El sida se ha propagado con intensidad especialmente por falta de información, y por los descuidos y el fundamentalismo voluntario o involuntario de las autoridades de salud en todas partes, la voracidad criminal de las industrias farmacéuticas, el encumbramiento de la ignorancia y la irresponsabilidad incalculable de muchos. Esto no lleva de modo alguno a ver en la expansión un fenómeno de "inmunodeficiencia moral", a menos que se responsabilice directamente a los prejuicios y sus sostenedores. Y "la patología del espíritu" es una expresión que merece un debate de los teólogos especializados en psiquiatría. Sólo ellos podrían alguna vez decirnos en qué consiste, si es que en algo.

La caridad comienza en Africa

El 10 de junio de 2005 el papa Benedicto XVI recibe en audiencia a los obispos de Sudáfrica, Botswana, Swazilandia, Namibia y Lesotho. En relación al sida que devasta Africa, Ratzinger fue tajante: "Las enseñanzas tradicionales de la Iglesia aportan la prueba de que la castidad es el único medio seguro de prevención del sida". Y no se quedó allí: "Vemos con gran preocupación cómo la estructura de la vida africana está amenazada por el divorcio, el aborto, la prostitución, el tráfico de seres humanos y una mentalidad que favorece el uso de los anticonceptivos." (Clarín de Buenos Aires, 11 de junio de 2005).

El papa no dijo una palabra sobre la miseria, la pobreza, la explotación neoliberal, el racismo, las dictaduras y las guerras intestinas que, tal vez al parecer, también amenazan (y algo más que eso) la estructura de la vida africana. Al fin y al cabo, de los 26 años y medio del pontificado de Juan Pablo II, Ratzinger ocupó durante veintiún años la jefatura de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en donde se opuso con fiereza al uso de anticonceptivos y condones.

Di no a los preservativos. De acuerdo a un número creciente de misioneros católicos y teólogos, el condón es un "mal menor" ante la infección del VIH. Y bailan las cifras de la danza de la muerte: en África viven cuarenta de los sesenta millones de enfermos de sida en el mundo, y de acuerdo a estudios de la ONU dentro de veinte años morirán a causa del VIH más de 80 millones de africanos, y la enfermedad infectará a más del 20 por ciento de los habitantes del continente, a menos que se amplíen los programas de prevención (uso de condones y suministro masivo de medicamentos) y los programas de atención a los enfermos. En Sudáfrica uno de cada cinco adultos está infectado (cerca de cinco millones seiscientas mil personas) y el sida es la primera causa de mortalidad. ¿Qué decir ante la solución aportada por Josef Ratzinger?

Que Letra S y NotieSe prosigan en su lucha humanista. Diez años de esfuerzos y logros estimulan grandemente. ¿Y de qué puede enorgullecerse una persona si no está orgullosa de su comunidad?

 
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